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dimarts, 15 de maig del 2012

el cas franzen


Edith Wharton ha sido siempre un tema espinoso para la crítica literaria estadounidense. Difícil aceptar, particularmente en una dama de su tiempo, la presencia de un ánimo creativo tan caústico y tan penetrante, tan pesimista y entregado a un naturalismo sin ambages. Esas y otras características la convirtieron, ya en vida, en una anomalía entre sus contemporáneos. A pesar de ello, incluso los observadores más adversos a contender con su talento debieron, más tarde que temprano, aceptar su presencia dentro del canon literario estadounidense.

Muchos lo hicieron a regañadientes, aderezando sus opiniones con dosis de menosprecio generalmente dirigido a su personalidad e historia, cuando no a su obra. Se la calificaba como una autora de menor importancia, discípula de Henry James y, por tanto, empeñada en emularlo servilmente. Así se ignoraba convenientemente que, más allá de una gran y en ocasiones un tanto azarosa amistad, su estilo, tramas y personajes eran totalmente distintos de los de James. El que Wharton hubiese pertenecido a la élite social neoyorkina potenciaba argumentos sobre una presunta superficialidad, prejuicios también originados por su independencia como mujer y escritora: Wharton no solo llegó a poseer el cuarto propio preconizado más tarde por Virginia Woolf, sino mansiones en los Estados Unidos y en Francia.

Se podría pensar que tales preconceptos son cosa del pasado. Hace poco, sin embargo, un sorprendente episodio ha probado su persistencia. Con ocasión del centésimo quincuagésimo aniversario del nacimiento de Wharton, la editorial Penguin Books preparó para el 2012 una edición de tres de sus novelas de escenario neoyorquino, La casa de la alegría, Las costumbres del país y La edad de la inocencia. Intitulada en su conjunto Three Novels of New York, la publicación fue concebida como una “edición de lujo”, “inspirada de la alta costura”. Este último detalle se cimentó con la presencia de Richard Gray –famoso ilustrador de modas– como creador de la portada del libro.

Lo irónico de presentar obras de Wharton en una edición de tal carácter se vio agravado por la decisión de contratar a Jonathan Franzen como autor de la introducción. La idea de que su fama garantizaría atención mediática al proyecto probablemente lo hizo prevalecer por sobre más aptos candidatos. El resultado de ese cálculo ha sido espectacularmente negativo: el texto de Franzen puede considerarse uno de los estudios más absurdos e insultantes jamás escritos sobre Wharton. Así lo han comprobado los lectores de The New Yorker, en cuya edición de 13 y 20 de febrero del 2012, se publicó bajo el título "A Rooting Interest" (Un enraizado interés).

A juicio de Franzen, Wharton contrapone en sus tres novelas el atractivo físico de sus protagonistas a lo craso de sus intereses y actividades. Crea así un dilema en el que el lector, consciente de que debería repudiarlas por su conducta, no deja de simpatizar con ellas por su belleza. A juicio de Franzen, ese dilema era personalísimo para Wharton, sofocada por el hecho de saberse al mismo tiempo poco querida en razón de su fortuna y privilegios, y poco agraciada físicamente.

Franzen presenta ese último detalle, esencial a su controvertible tesis, con remarcable insistencia. Según él, Wharton “no era bonita”, y “podría muy bien ser más congenial para nosotros hoy si, además de sus otros privilegios, hubiese lucido como Grace Kelly o Jackeline Kennedy”. ¿Habría el reputado novelista analizado desde una óptica semejante las novelas de Charles Dickens, con ocasión de su reciente bicentenario? ¿Habría considerado apropiado desear que el rostro de Henry James hubiese sido similar a los de John F. Kennedy o Alain Delon? La respuesta es obvia y devela a Franzen como digno sucesor de los prejuiciosos críticos que en su día atacaron a Wharton.


María Helena Barrera-Agarwal. "El rostro de Edith Wharton". Hermano Cerdo: literatura y artes marciales. 26 febrer 2012.


Més informació sobre el cas:

· A Rooting Interest. Edith Wharton and the problem of sympathy, Jonathan Franzen. (Un fragment de l'article publicat a The New Yorker).

· ¿Hay más mujeres feas que hombres guapos en la historia de la literatura? ¿Eso importa?, a pijamaSURF.

·Jonathan Franzen's female 'problem', Alexander Nazaryan. Daily News, 27 febrer 2012.