Es mostren els missatges amb l'etiqueta de comentaris els més comprats. Mostrar tots els missatges
Es mostren els missatges amb l'etiqueta de comentaris els més comprats. Mostrar tots els missatges

dimecres, 9 de juliol del 2025

anatomia del bestseller


CARLOS ZANÓN
Aquí mis prejuicios, aquí siete best sellers
Babelia | El País
22|12|2017

Picaron. Abrí la puerta y me encontré siete best sellers y una nota que decía: prueba con esto. Miré a ambos lados e introduje los libros en casa. Dejó escrito Oscar Wilde que toda poesía mala es sincera. Y uno que se dedica a esto de escribir sabe que en cualquier libro de ficción hay trabajo, ilusión y hechuras de querer hacer arte. Por eso, es torpe mirar desde arriba o desde abajo una novela. En ambos casos sólo atinaras a ver las tapas.
Los prejuicios tienen mucho que ver con la mortalidad —un mal trago para un lector—. La función de estos tipos insidiosos y mal pensados es evitar que perdamos el tiempo. Anticipar una valoración sin prueba y error. No son ni mucho menos infalibles y a causa de ello quizá nos perdamos cosas importantes, pero su porcentaje de aciertos los mantiene a nuestro lado, leales, faltones e intuitivos.
1. Aquí mis prejuicios
Un best seller no sólo es un libro que vende mucho, sino que ese mucho se vende muy rápido. A veces los desastres nacen de las mejores intenciones. De Umberto Eco y El nombre de la rosa viene El código Da Vinci, del mismo modo que del Sandinista! de The Clash llegamos a Manu Chao y Melendi. Citemos a César Aira: “Los best sellers son libros para gente que no lee ni quiere leer literatura”. Habla de entretenimiento masivo que tendrá como soporte a la literatura. Soporte, armazón, excusa. Pero digámonos hasta creérnoslo porque es verdad que no hay nada reprochable en negarse la literatura. Es más, la mayor parte de la gente lo ha hecho, lo hace y lo hará. Pero es curioso que a un lector literario le resulte más chocante que alguien lea best sellers a que no lea ningún tipo de libro.
2. Aquí, don best seller
En el best seller el autor suprime lo indirecto, complejo o incómodo que pueda generarse con la propia escritura. Un libro literario siempre es una reconstrucción fallida, una pieza de nuestro puzle personal e inacabable. No sabemos qué buscamos, no sabemos con qué tendremos bastante, en qué momento abandonaremos la ficción, cambiaremos de mirar igual a lo que creíamos reconocer. En lo literario las palabras dicen muy a menudo otra cosa de lo que dicen —de ahí también la importancia de lo no dicho, de lo anómalo sin dejar de ser verosímil— ni el libro en sí sirve mucho más que para hacer de ti un objeto hermoso pero inútil para la vida práctica. Nada de eso sucede al best seller que si es inútil es por inane. El best seller es redactado en un estilo transparente —salteado con alguna palabra rebuscada como un apellido de rancio abolengo que pueda emparentarlo con un antepasado literario— para que palabras, acciones y personajes sean lo que parecen de un modo radical. La obsesión de ser leídos por una tonelada de lectores hace que no se corra el riesgo de que alguien (una tonelada menos uno, al parecer, es un fracaso) pueda perderse y abandonar la lectura. Es el lema materno de cuando salías de noche con tu hermana pequeña: volved juntos. Por eso las cosas se repiten las veces que sean necesarias, se subraya lo ya señalado con rotulador rojo y uno va echándole páginas de tal modo que para lo que llevas esperando el autobús, seguimos esperando que llegue. Porque un best seller ha de tener —no me pregunten por qué— una burrada de páginas. El lector de este tipo de libros se siente atraído por las cifras elevadas quizá para compensar el desprecio de lo literario. Algo así como: puedo no ser rápido, pero soy fuerte. Páginas, precio, número de traducciones, millones de lectores. Todo ha de ser excesivo. El número de páginas tiene truco. El estilo, por lo general, es tan plano que las páginas se limitan al “de qué va”.
3. Usted no sabe con quién está hablando
Su avezada estrategia de muchedumbre contra arrogantes déspotas literarios es el consabido ¿vas a llevar la contraria a más de 80 millones de lectores…? Esto… sí. Justin Bieber vende más que Tom Waits y a Trump y a Hitler los votaron millones de ciudadanos libres. Una tonelada de gente sólo es eso, una tonelada de gente. Es cierto que esa tonelada de gente leyendo El código Da Vinci como fenómeno global da para pensar y algunos motivos estarán dentro de ese libro. Pero eso no tiene nada que ver con la literatura. El teatro de Sabbath y El código Da Vinci son igual de parecidos que una pelota de rugby y una de pimpón. Cada una sirve para un deporte distinto. Javier Sierra defiende a Dan Brown y a ese libro en El fuego invisible llevándolo al terreno de que se niega su valor por ser popular. Discutible. Quizá cambiara la percepción si habláramos de que tanto la novela de Sierra como la de Brown —o ya puestos las de Ruiz Zafón— son novelas juveniles a la vieja usanza. La de Sierra entretiene en esos parámetros no adultos, mientras que Dan Brown en Origen, por ejemplo, sigue siendo tan mala novela juvenil como adulta. Aburre, pero además está escrita con desgana y técnicamente mal. La cosa mejoraría algo si alguien le explicara que sí, un adjetivo acompaña a un substantivo… ¡pero no siempre, virgen santa! Y ya que nos ponemos sintácticos, alguien que no merece en mi caso una nueva oportunidad es Charlotte Link—¿De quién te escondes?—, que pasará a mi vida por recuperar los puntos suspensivos, esos amigos que nos salvaron tantas redacciones en el instituto. Tiene Link un montón de frases, expresiones y situaciones bochornosas que han hecho que mis prejuicios asomaran por aquí para decirme aquello de “ya te lo avisamos”.
4. Cómo distinguir a un autor de best seller
Los busco en las ocho solapas, tapas brillantes —el mate no es best seller— con todo tipo de motivos. Suelen no poner el año de nacimiento (Sierra es un valiente y lo pone) y las fotos son limpias como una patena de gente blanca, niquelada, afeitada y maquillada, de ésas que llegan en descapotable un viernes tarde a Retorno a Brideshead. Ni morbo ni vergüenza ajena. Gente distinguida que cena en restaurantes caros. Pero la manera más eficaz de saber si nos hallamos ante un escritor de best seller es que siempre está a la defensiva. Son insaciables. Sacan a colación cifras y listas de más vendidos como para exigir que a peso se les otorgue a lo suyo la consideración de literatura. Tienen algo de nuevos ricos o arribistas siglo XIX en una confusión entre (sus) libros sin segundas intenciones y los tramposos libros con literatura dentro. Sus dardos son la crítica celosa y resentida y el esnobismo de los enterados del momento. Algo de razón tienen. Se les envidia —­dinero, ventas, lectores— y ningunea, pero a veces también se silencian críticas para no pisarse la manguera entre bomberos. En un desesperado intento por defenderse, alegan que a los que no nos gustan sus libros valoramos más el sonajero del estilo que el argumento, y que, ellos, piensan en sus lectores y les sirven historias sin amaneramientos. Es el momento en que volteo la mesa. Con ademán camorrista les exhorto a que me arreen con una de esas historias, pero son apenas manotazos de hilos argumentales obvios, ramplones, leídos mil veces que prometen desenmascarar un secreto que es casi siempre un “¿ah, era esto?”. Pero la paradoja es que al lector de best seller le gusta saber desde el principio lo que va a pasar. Hacer el mismo trayecto una y otra vez, al parecer, reconforta, con personajes de imán de nevera que les hacen sentir bien. Todo pasa como se soñó. El escritor nunca incomoda a su lector en un best seller, sino que le hace creer listo, culto, anticipativo a base de repeticiones y lugares comunes.
5. Final feliz
Pero no todo son malas noticias. El soborno es un libro al que sólo se puede echar en cara a su autor su alma de guionista que lo deja todo en los huesos. Karin Slaughter y La buena hija: lenguaje de vuelo nada gallináceo, diálogos con sentido, excelente psicología de personajes y una estructura narrativa compleja bien resuelta. También el sentido de humor Bridget Jones que exhibe a ratos López Barrio en Niebla en Tánger, páginas del galeote al desguace de Follett por la enjundia de la empresa y sus becarios o el espíritu de espadachín entusiasta de Sierra. ¿Compensa eso los libros que he dejado de leer estas semanas? Me temo que no. Soy un repelente esnob que quiere leer libros que intenten y fracasen en saber de qué va esto de vivir y morirse.

dimarts, 21 de gener del 2025

llegir millor


«Quan li preguntaven per què corregia els seus textos fins a la nàusea, Salvador Espriu s’enfilava per les parets: «Perquè en sé més», «perquè en sé més», «perquè en sé més», repetia amb una veu de gralla que feia pensar en el corb del seu estimat Edgar Allan Poe. Malgrat el que afirma una admirable tuitaire, no tots millorem constantment la capacitat lectoescripora. Aquesta capacitat, que la de llegir i escriure és una i no són dues, de manera que en això estem d’acord, queda congelada a partir del moment que deixem d’esforçar-nos, no per llegir o escriure més, sinó per fer-ho millor.
La natura ja ha fet molt per preparar els sàpiens per garlar, i fins i tot parlar, més que cap altra espècie. També per comptar amb els dits i una mica més enllà. Ara bé, calcular, llegir i escriure (llàstima que no existeix el verb ‘lectoescriure’) són productes de la cultura que requereixen anys d’aprenentatge, que per si algú no ho recorda és el títol de l’obra completa d’Espriu. I així com la immensa majoria hem desaprès a calcular gràcies o per culpa de les maquinetes que ho fan per nosaltres, i ja no sabem ni fer sumes mentals com les àvies i els avis menys instruïts, també es pot predicar del 'bestsellerisme' que tendeix a disminuir la competència dels lectoescriptors que es gronxen en aquestes fullaraques.
Conclusió refermada: el llibre que no planteja un repte al lector, que no li exigeix esforç de penetració, no li millora les connexions neurals i per tant no mereix que les administracions públiques dediquin un sol euro a promocionar-lo. ¿Oi que ens semblarien absurdes unes suposades campanyes a favor de les apps que sumen, divideixen i així emmandreixen el cervell? Doncs això, això mateix per a les campanyes a favor de la lectura, de les quals es beneficien els llibres que ho donen tot pastat i empasten, per no dir empastifen, el terrat. Per expressar-nos millor no es tracta de llegir més, sinó més bé».

Xavier Bru de Sala. Llegir millor. El Periódico. 12|6|2017.

dimarts, 1 de desembre del 2020

sobre els llibres més venuts i sobre fer bullir l'olla


VICENÇ PAGÈS JORDÀ
Sobre els llibres més venuts i sobre fer bullir l'olla
Arallegim
19|11|2020


De tarda en tarda algun editor de confiança em sorprèn publicant un llibre que em cau de les mans. Quan l’interrogo, l’editor em respon: “Es ven bé”. Aquest criteri també és esgrimit per alguns autors, especialment si han rebut crítiques negatives. I és que, al costat de les crítiques i dels premis, les vendes són el tercer criteri per jutjar una obra, i de fet l’únic quantificable. Un crític o un membre del jurat poden posar-se en entredit, però les xifres de vendes són indiscutibles. Quan l’autoritat està en crisi, el mercat ocupa el seu lloc.

Ara bé: ho són, d’indiscutibles, les xifres de vendes? Les llistes dels més venuts varien segons el mitjà que les publica, amb un criteri semblant al de les intencions de vot, ja que sovint obeeixen a un wishful thinking. La web del Gremi d’Editors fa públiques les xifres cada setmana, però queden zones mortes, com els llibres de lectura obligatòria a l’ensenyament. Sigui com sigui, aquesta obsessió per les llistes de més venuts no la trobem en altres àmbits. En una publicació sobre cuina, posem per cas, predomina l’interès per la qualitat i el sabor dels productes, en comptes de podis construïts a partir del consum (on probablement destacarien les pizzes quatre estacions i les hamburgueses amb doble ració de formatge).

ÈXIT COMERCIAL I EXCEL·LÈNCIA

¿Fins a quin punt podem vincular la qualitat d’un llibre amb el nombre d’exemplars venuts? L’èxit comercial no sempre és indicatiu d’excel·lència, però sí de fer bullir l’olla, que és un tema rellevant, certament, però relacionat amb el càlcul de viabilitat i no pas amb la literatura. Borges va començar pagant-se les edicions, però això no significa que tots els autors sense editor hagin escrit El Aleph. La cosa es complica si tenim en compte que vendre molts llibres tampoc té un significat inequívoc: ho han fet Agatha Christie i Salinger, Cervantes i Coelho, Corín Tellado i Charles Dickens.

Una de les característiques de la literatura catalana és la diada de Sant Jordi, una anomalia que concentra les vendes en un sol dia de l’any, converteix els llibreters en meteoròlegs i sovint és l’únic acte literari que organitzen escoles i instituts, de manera que acabem vinculant la literatura amb la minoria d’edat. En l’últim Sant Jordi els més venuts van ser Irene Solà i Pilar Rahola, com altres anys ho han estat Jaume Cabré i Albert Espinosa. Sant Jordi té dues ànimes? Potser sí. Abans del 23 d’abril, els diaris publiquen recomanacions; després, llistes dels més venuts. Entremig, grups d’alumnes, d’escoltes i d’associacions diverses omplen les parades de novel·les de fórmula com les de Sánchez Piñol i d’obres comercials de qualitat com les que firmen Xavier Bosch, Sílvia Soler, Rafel Nadal o Care Santos. Si deixem a part la ficció, resulta que els més venuts de Sant Jordi estan signats per “autors” com Carles Reixach (2008), Eduard Punset (2010) o Jordi Pujol (2012). Tampoc és tan estrany, ja que el que predomina el 23 d’abril són els lectors ocasionals i els regals de compromís. I, això no obstant, l’endemà els llibres més venuts continuen obrint les seccions de cultura, i no pas les d’economia o de societat.

Anys enrere, les xifres eren misterioses. A finals del segle XX, anunciar vendes fenomenals era la millor campanya de màrqueting, ja que obria les portes dels mitjans i de les llibreries en una espiral que acabava nodrint-se de si mateixa. Parlo de llibres que avui només recorden els nostàlgics, com l’Amorrada al piló de Maria Jaén o el Mossèn Tronxo de Josep M. Ballarín. Encara més amunt, a tocar del cel, s’enfilaven obres de lectura obligatòria que avui cobrim amb un silenci pietós: el Mecanoscrit del segon origen de Manuel de Pedrolo o El zoo d’en Pitus de Sebastià Sorribas (he conegut ciutadans que només havien llegit un d’aquests dos llibres, i mai més cap altre; qui els ho pot retreure?).

LA FIABILITAT DE LA CRÍTICA

Una de les preguntes més habituals dels tallers d’escriptura és: com puc saber que una obra és bona? Dels tres criteris que hem esmentat, el més fiable és el de la crítica. Si ho fossin els premis, el narrador més rellevant del segle XX seria Baltasar Porcel, que va obtenir els més suculents: Ciutat de Palma, Josep Pla, Prudenci Bertrana (dues vegades), Ramon Llull, Sant Joan i Sant Jordi. Ni Jesús Moncada ni Sergi Pàmies van guanyar cap d’aquests premis, i avui dia són molt més respectats que Porcel, a qui avui dia recordem (o no) com a càrrec de confiança de CiU. La plaça del Diamant ha tingut una vida molt més llarga i plena que la novel·la que va guanyar el premi Sant Jordi l’any que Mercè Rodoreda l’hi va presentar. Pel que fa a les vendes, no només no tenen una relació directa amb la qualitat, sinó que ni tan sols representen una part important dels ingressos: un autor que vulgui menjar calent cada dia ha de triar entre espavilar-se a trobar una altra feina o convertir-se en artista de la fam. Com va dir Terenci Moix, “Aquí només es pot viure de la ploma amb les penques que tinc jo”.

Per saber si un llibre és bo no hi ha cap criteri irrefutable. La resposta la trobarà cadascú si llegeix, compara i edifica, a còpia d’anys, un gust propi, discutible però innegociable. Aquesta tasca individual ha tingut en contra un llarg malentès anomenat Normalització, del qual parlarem en l’article següent.


divendres, 3 de gener del 2020

la literatura és un art en decadència


QUE LA LITERATURA es un arte en decadencia lo demuestra el significado habitual al que ha llegado el término «literario». Hace tiempo que «poético» quiere decir cursi y «teatral» equivale a «afectado», pero ahora empieza a estar claro que el epíteto «literario» significa estrictamente «pelmazo».
Decir de una obra de arte, un cuadro, una película o una pieza musical, que es «literaria» es hacer un juicio despectivo. Pero asegurar de un libro que posee una gran «fuerza plástica», o un «estilo cinematográfico», o una «sólida arquitectura», es darle un mérito.
Entre los que no piensan que los libros son una pelmada se encuentran los lectores de la llamada literatura popular o best sellers. No hace muchos años eran considerados casi como unos pervertidos. Los críticos hablaban de ellos con una especie de espanto que nunca compartí. Menospreciaban hasta el insulto a la gente que leía aquellas «baratijas fraudulentas concebidas sólo por motivos económicos». Lo que sentían era el típico horror puritano ante el placer. Porque es evidente que los lectores de best sellers suelen quedarse bastante más satisfechos de sus libros que los aficionados a la «literatura seria». «Está bien, pero...» «Me gustó más el anterior.» «Le falla la estructura.» «Le sobran páginas.» Suelen ser los comentarios más habituales de estos últimos al terminar los suyos. A los lectores de best sellers se les ve más felices y con menos escrúpulos. Fui pionero en reseñar  «literatura popular» en los periódicos (en el extranjero ya se hacía). Recuerdo que escribir incluso sobre una Patricia Highsmith era considerado entonces casi como una especie de blasfemia, una intromisión escandalosa en el santuario de los suplementos literarios. Con el tiempo, y para comodidad de mis jefes y mía, he quedado encasillado en el periódico como reseñista de best sellers y novelas policíacas.  Por lo menos es lo que más me encargan. No me viene mal, porque así tengo un hueco especializado y además me lo paso bien en el 80% de los casos. Si reseñara literatura de la otra no creo que llegara al 20%.

Iñaki Uriarte. Diarios: 1999 - 2003. Pepitas de calabaza, 2010. P. 86-87.

dijous, 12 de desembre del 2019

el talent i l'èxit


«En literatura i, en general, en les arts, el talent i l'èxit solen tenir una relació complexa, intricada. Aquí també topem amb la confusió que generen les idees corrents, els tòpics que circulen per tranquil·litzar consciències i inventar una lògica que no existeix. Sembla que l'èxit ha de ser una conseqüència del talent. És la creença més estesa i regular. Però les coses no són tan simples, sobretot si per èxit s'entén en literatura l'aclamació popular, vendre milers i milers d'exemplars i tot el que se'n deriva.
En la societat actual, en què un llibre es valora com un producte més de consum, sovint passa el contrari: que el talent no aconsegueix tenir èxit i que l'èxit l'obté algú que no té pas una abundància de talent, sinó d'altres gràcies i qualitats. És habitual que el talent no reculli gaire res més que indiferència, silenci, incomprensió, retrets a mitja veu, a tot estirar respecte i un educat reconeixement minoritari. El gran públic no sol apreciar l'obra de talent, la troba massa complicada. I això, els comerciants del ram no ho perdonen. Li fan pagar a l'escriptor, li tanquen la porta, amb més o menys bones paraules. És trist que sigui així, però és usual que l'autor de talent s'hagi de conformar amb el goig íntim d'haver aconseguit una obra que s'acosta al que pretenia. Si és que ha arribat i no pateix el mal de la insatisfacció constant que li impedeix reconèixer-ho. L'autor de talent ha de procurar no amargar-se ni esdevenir un ressentit. No deixar-se ferir per la decepció i adoptar una actitud tan serena com pugui. Si és intel·ligent i sap trampejar les febleses del cor, potser aconseguirà reprimir el coragre, dominar la frustració, fins i tot prescindir de la injustícia que rep, potser perdonar-la i tot, perquè ha observat que la injustícia és una rialla sarcàstica que ressona a les orelles dels millors i dels més generosos, arreu i al llarg de la història.
L'èxit, en el sentit que aquí comentem, sovint no prové del talent, sinó de l'habilitat i la murrieria. L'obtenen els llestos que ensumen què vol el públic i saben oferir-li-ho. En la literatura catalana d'aquests primers anys del segle hi ha un escriptor que és un bon exemple d'aquest fenomen: Albert Sánchez Piñol, el creador dels granotots. No és pas un mal escriptor, però tampoc no demostra un gran talent literari, ni en el verb ni en l'estructura dels llibres. Ara bé, ha sabut oferir als lectors la barreja de fantasia, ingenuïtat, distracció i moralisme que agrada a un públic majoritari. Això en el marc d'unes narracions àgils, fluides, amb la tensió ben administrada, adequades per a espectadors de televisió o navegants d'internet. L'obra que el va fer famós, La pell freda, és un dard llançat per un antropòleg espavilat que sap quins són els mites essencials que dormen en el subconscient del lector, el qual no s'adona que el dard li ha penetrat fins al cervell. Un raig generós de fantasia, dues cullerades d'aventura i violència, un polsim d'amor per endolcir, i un breviari ideològic idealista i positiu, a la mesura dels consumidors globals d'aquesta època. Trobar el punt just d'aquest còctel no és pas fàcil, però si se sap aconseguir és un dóna-me'n, dóna-me'n. El llibre disposarà d'un parell de pams quadrats en els centres comercials. Això, avui dia, també en literatura, es considera la prova irrefutable de l'èxit. I, el que és més greu, sovint fins i tot de l'excel·lència.»

Miquel Pairolí. «El talent i l'èxit». A: Octubre. Acontravent, 2010. P. 89-92.

dijous, 18 de juliol del 2019

crear expectació


La apuesta editorial. La «gran novela americana» por excelencia de los años treinta fue obra de una completa desconocida. El editor, también de MacMillan, Harold Latham había pasado por Atlanta en una gira nacional en busca de nuevos valores, y allí conoció a Margaret Mitchell, una periodista local que tenía un novelón a medio escribir. Latham y sus ayudantes le sugirieron a lo largo de varios meses distintas correcciones que Mitchell aplicó disciplinadamente. Una vez puesto el punto final, la autora no era muy consciente del potencial de la obra. «No sé cómo esperan venderla los de la editorial», le dijo a su marido. «No te preocupes. Tenemos tantos primos que solo en Georgia comprarán cinco mil ejemplares», respondió este.
En realidad, los editores de MacMillan sabían perfectamente que con Lo que el viento se llevó tenían un tesoro en las manos, y pusieron en marcha una técnica de marketing editorial no ensayada hasta entonces: enviaron 10.000 ejemplares de promoción a libreros y opinion makers de todo el país, y contrataron a un publicitario exclusivamente para promover el libro.
Ni que decir tiene que la planificación fue un acierto. Y desde entonces la técnica de inundar el país de ejemplares previos para crear expectación ha sido empleada otras veces para lanzar a autores desconocidos: se hizo favorablemente con la primera novela de Scott Turow Presunto inocente y con la novela de Colleen McCullogh El pájaro canta. Aunque también son incontables las veces en que el método no ha funcionado. Contra lo que algunos editores y críticos parecen creer, el marketing, por sí solo, muy raramente levanta éxitos de ventas.

Sergio Vila-Sanjuán. Código best seller: las lecturas apasionantes que han marcado nuestra vida. Temas de Hoy, 2011. P. 94.

dissabte, 6 de juliol del 2019

best sellers


[...] el escritor argentino de culto César Aira, en un artículo cargado de humor, señala que «el best seller es la idea, que fructificó en países del área angloparlante, de hacer un entrenamiento masivo que usara como "soporte" a la literatura. Es algo así como literatura destinada a gente que no lee, ni quiere leer, literatura (y a la que no hay que reprocharle nada, por supuesto; sería como reprocharle su abstención a gente que no quiere practicar caza submarina)». Leyéndolos, añade Aira, «podemos terminar denunciando otro equívoco frecuente, el de quienes afirman que el best seller es un atentado contra la cultura. Todo lo contrario. Leyéndolos se aprende de historia, de economía, de política, de geografía, siempre a elección y en forma entretenida y variada. Mientras que leyendo genuina literatura no se adquiere más que cultura literaria, que es la más inefectiva de todas».

Sergio Vila-Sanjuán. Código best seller: las lecturas apasionantes que han marcado nuestra vida. Temas de Hoy, 2011. P. 119.

dilluns, 23 d’abril del 2018

líder, rànquing, pòdium


DAVID GUZMAN
Líder, rànquing, pòdium
Catalunya Ràdio
#PòstitCatRàdio
18|4|2018

Fa moltíssims Sant Jordis que la notícia més buscada és la pantomima dels rànquings. En quin moment van deixar de parlar de continguts no sembla un problema que calgui plantejar-se
Sant Jordi ha mort. Quan Joanot Martorell va consignar els ideals de la cavalleria, el principi rector era la defensa de la justícia. A Catalunya fa anys que l'honor, l'equitat i fins i tot l'elegància han estat engolides pel drac de les xifres. Vivim emmetzinats pel deliri de la competició. Fa moltíssims Sant Jordis que la notícia més buscada és la pantomima dels rànquings. Màrius Serra ho va explicar fa un parell d'anys: els 20 llibres "més venuts" per la Diada no representen ni un 5% de les vendes. Un cinc per cent. Què ho fa, que tothom (telenotícies, diaris, ràdios) s'entesti a perseguir una xifra misèrrima? La mateixa pandèmia numèrica que ho enfanga tot. La televisió subratlla un missatge gairebé unívoc ("Som líders"), els programes exhibeixen sense pudor "un share de rècord", les gràfiques en forma de columna expliciten la distància entre el primer i el segon... Preocupa sobretot la quantitat, el percentatge, la dada. En quin moment van deixar de parlar de continguts no sembla un problema que calgui plantejar-se.
Esclar que hi ha números comprensibles. És més que legítim que els llibreters facin una campanya extraordinària per afrontar una jornada que recull, de mitjana, al voltant del 6% de la facturació anual. I és lògic també que les editorials s'hi aboquin en ànima i cos. El que és més difícil de pair és que setmanes abans del 23 d'abril t'arribin correus de moltes editorials amb una selecció de les "apostes de Sant Jordi". Les apostes. Aquí la febre competitiva esdevé directament argot de casino. I la pregunta és: en aquest bet and win del llibre-xifra, què caram hi guanyen els lectors? Certament poc. En realitat el periodisme caça-rànquings fa un favor paupèrrim no únicament als lectors sinó a les editorials, a la literatura, i a aquell 95 % de l'iceberg sepultat pels "més venuts". La perversió és de jutjat de guàrdia, perquè a mitja tarda del dia de Sant Jordi ja circulen xifres dels presumptes èxits. Qui surti, doncs, a comprar un llibre —sense cap idea prèvia — després de mirar el TN passejarà amb el cap ple de condicionants quantitatius, amb els "noms de la jornada". No és informació, és publicitat. Els butlletins de ràdio no se'n salven, d'aquesta monomania alfanumèrica, i l'endemà les cròniques dels diaris parlen dels "grans triomfadors" amb la consuetud del rànquing i l'acompanyen d'una "peça d'ambient" sobre la samarreta-talismà que portava tal escriptor. El Gremi de Llibreters diu que divulga les dades perquè és el tipus d'informació que demanen els periodistes, de manera que el circ dels més venuts és en realitat un drac que es mossega la cua. I és sabut que als mitjans de comunicació, fer-el-que-es-fa-sempre és més còmode, més fàcil i més innocu que no pas trencar una dinàmica esclerotitzada.
No és només Sant Jordi. Els rànquings, en el món del llibre, hi són pertot i amb una omnipresència malaltissa. La secció "Els més venuts de la setmana" no és gaire més útil que un pronòstic zodiacal, i en canvi diaris i suplements ens la serveixen amb la fe d'un índex borsari. Al capdavall també són dades, xifres, estadístiques, un que puja, aquell que baixa, compra, ven, inverteix. Quan un cinèfil busca la seva secció preferida, hi troba les crítiques de les estrenes (l'equivalent de les ressenyes literàries), però no les 10 pel·lícules més vistes de l'última setmana. Llegim una novel·la, com mirem una pel·li, per desenes de raons, però la seva posició en un llistat de confecció dubtosa no pot ser esgrimit com a argument; és forma, no fons, és aritmètica, no literatura.
Fa un any Sant Jordi va començar el camí per ser declarat Patrimoni Immaterial de la Humanitat per la Unesco. I estic segur que tard o d'hora la candidatura guanyarà, perquè Sant Jordi és una diada excepcional malgrat l'obsessió numèrica. Sant Jordi ha sabut fer conviure llibres i literatura, escriptors i oportunistes, lectors i compradors. Sant Jordi és la barreja informe de les "fotos oficials" i és també el sarau indie de l'Antic Teatre. Sant Jordi és colorista, més de la meitat de la població somriu i és l'únic festiu disfressat de laborable. Per tot plegat, i perquè Sant Jordi és una rosa és una rosa és una rosa, seria una llàstima celebrar la "immaterialitat" d'aquest patrimoni amb més pòdiums estèrils. Barcelona, com a epicentre de la diada, fa temps que es va vendre l'ànima al Mefistòfil de les xifres. És un símptoma més de l'autocomplaença d'una ciutat solipsista i parctematitzada. Amb Sant Jordi, però, encara hi som a temps. Des dels organismes oficials, però sobretot des dels mitjans. Potser no serem líders de res, ni ens vantarem de grans números 1, però almenys podrem ramblejar sense que l'estultícia dels rànquings ens tombi de la vergonya.

dissabte, 25 de novembre del 2017

avars i vanitosos


JUAN CARLOS ORTEGA
Lectors, votants i espectadors
elPeriódico
18|11|2017

Sempre m’ha sorprès que un dels principals reclams publicitaris d’un llibre sigui el nombre d’exemplars venuts. No em refereixo a l’assumpte comercial, sinó a l’elecció del verb. Sincerament, crec que seria més eficaç que a les portades dels èxits literaris hi poguéssim llegir, en lloc d’«un milió d’exemplars venuts», la frase «un milió d’exemplars comprats».
Canviar «venut» per «comprat» implicaria més els lectors, perquè el que ells fan és comprar llibres, no vendre’ls. Els que en venen, és clar, són els que van tenir la idea de fer servir el verb vendre, perquè tots sabéssim que fan molt bé la seva feina.
Sempre que veiem en una novel·la de moda, en grans lletres i números gegants, la frase «tantíssims llibres venuts», són els autors i editors els que estan presumint d’haver aconseguit el seu objectiu. «La meva missió és vendre i ho he aconseguit. Soc molt bo en la meva feina». Això ens deixa als lectors al marge, perquè el seu mèrit no té res a veure amb nosaltres. 
Llavors, ¿per què no canvien el verb i utilitzen l’expressió «exemplars comprats» en lloc d’«exemplars venuts», quan resulta obvi que seria infinitament més eficaç per aconseguir els seus fins? La resposta és senzilla: en el sector dels llibres, a un nivell inconscient, la vanitat és més poderosa que l’avarícia.
En política, no obstant, no existeix l’oposició verbal (comprar/ vendre) que es dona en assumptes comercials. Si jo compro, tu vens, però si jo voto, simplement tu ets votat. Per tant, els polítics, al contrari dels editors i escriptors, sí que es vanaglorien dels vots rebuts. No presumeixen de les seves vendes, sinó del nombre de persones que compren el seu programa electoral. ¿Per què aquí és diferent l’estratègia? Una altra vegada, la resposta és senzilla, tot i que oposada: en política, l’avarícia és més poderosa que la vanitat.
¿I a la televisió? Aquí la cosa és diferent. No es parla de vots ni de compres o vendes; simplement es dona a conèixer el nombre d’espectadors, oferint una freda xifra que no requereix cap anàlisi: «Tres milions de persones van veure la final de la Copa d’Europa a la nostra cadena», «l’edició d’ahir de Gran Hermano va tenir un milió d’espectadors». Amb això en tenen prou i no és necessari afegir-hi res més. No utilitzen l’estratègia de l’editor ni la del polític, sinó una d’intermèdia.
Per tercera vegada ens preguntem quina pot ser la raó d’aquesta concreta elecció, i un altre cop la resposta és senzilla: al món de la tele, per a desgràcia de tots, la vanitat i l’avarícia estan situades al mateix elevadíssim nivell. Això els bloqueja i fa que els resulti molt difícil decantar-se per alguna de les dues. Són els seus dos amors, als quals estimen amb bogeria i en la mateixa mesura.
I així ens movem tots, entre avars i vanitosos, basculant entre aquestes dues vergonyoses qualitats de què al capdavall tots participem. 

divendres, 5 de maig del 2017

gritis jits


«Sant Jordi, encara, i la polèmica de cada any sobre la qualitat literària dels més venuts. Recordo quan era petit i anava a buscar els llibres que regalaven les caixes d’estalvis a canvi d’ingressar diners a la llibreta. Un parell de setmanes abans de Sant Jordi, s’anunciaven els títols de i jo començava a calcular. Un Astèrix, un llibre sobre motos, els contes de Pere Calders... Un any regalaven No digas que fue un sueño, la novel·la de Terenci Moix que va guanyar el Planeta. ¡Quin negoci! «Més d’un milió d’exemplars venuts», deia la faixa. A comarques, com a mínim, es llibreters posaven les parades a tocar de les caixes, per caçar clients, però els més venuts d’aquell any –o, vaja, els més regalats– ja se sabien abans.
Avui dia, per sort, el panorama ha canviat moltíssim, però els llibres més venuts també es poden endevinar abans de Sant Jordi, sobretot en català. Són noms coneguts que accepten propostes editorials de milers d’euros. A vegades, per dissimular, les disfressen de premis literaris amb un prestigi antic; d’altres no cal. Hi ha diferències, però: tens l’escriptor de debò, amb un perfil públic que l’ajuda en la promoció –som un país petit–, i tens el personatge públic que treu un llibre sabent que li faran cas per ser qui és.
De fet, la trajectòria de cada Sant Jordi mostra l’evolució del mercat editorial català les últimes dècades. Fa més de 20 anys dels primers èxits anomenats mediàtics, a l’editorial Columna: el doctor Joan Corbella, el llibre del Terrat... Per justificar-se, algú va dir: «És el Dia del Llibre, no el Dia de la Literatura». Abans no calia fer la distinció. La cartera sempre a prop del cor.
Ara, amb les xarxes socials, la fama dels autors mediàtics s’ha diversificat. A més, la confusió s’accentua i ningú vol passar per un cínic que s’aprofita de la festa. Es busca la coartada cultural i sovint la solució és «fer» una novel·la: la ficció com a gran reducte de l’essència del vell Sant Jordi. Al capdavall, però, em temo que no hem canviat tant: a la seva manera, els grans èxits continuen finançats per bancs i caixes d’estalvis».

Jordi Puntí. No diguis que fou un somni. El Periódico. 28|4|2017.


divendres, 4 de setembre del 2015

gran reserva




Cada estiu té el seu llibre, a la manera d'en Georgie Dann. Només cal donar un cop d'ull a les tovalloles de platges i piscines per saber quin títol es porta aquesta temporada. O als catàlegs de les biblioteques públiques, que és com dir la llista dels més venuts dels diaris.
Enguany, la noia del tren encapçala el rànquing estival, amb permís de la Trilogia Millennium i la saga d'en Grey, que es resisteixen a abandonar les llistes a cop de quartes entregues, en una mena de borriquito como tu, tururú infinit. Poc importa que en Larsson sigui mort de ja fa onze anys, ni tampoc —més dramàtic encara— que hagués deixat aquest món més pobre que una rata, sense ni ensumar l'èxit que obtindria, un cop traspassat. Als seus hereus, en canvi, les coses els van prou bé. Ara representa que els sap un greu de no dir el fet que els lectors de la fins ara trilogia es quedin literalment a mitges tintes i per això s'han buscat un escriptor (viu, és clar) que continuï amb el serial. Uns filantrops de primera, els tals hereus. Commovedors.
Per la seva banda, l'E.L. James, l'autora de les ombres, en ser viva, molt viva —dit en els dos sentits de la paraula, que els té, creguin-me—, ha sucumbit a les peticions dels seus fans, que li reclamaven insistentment una nova entrega de mummy porn. S'ha de tenir el cor de roc per negar res a una gent que t'ha comprat 125 milions d'exemplars. Jo no ho faria. Ella tampoc.
En fi. Tot perfectament previsible, gràcies. 



dimecres, 2 d’abril del 2014

literatura comercial de qualitat #elconcepte



De què parlem quan parlem de literatura comercial de qualitat? La tercera novel·la de Gillian Flynn, excrítica de cinema i televisió nascuda a Kansas City l'any 1971, ens dóna una resposta més que convincent. Perduda (RBA - La Magrana / Mondadori) segueix al peu de la lletra els patrons més clàssics del thriller psicològic. Comença plantejant un misteri i al voltant hi construeix un argument enrevessat, que avança d'una manera tan trepidant com calculada, amb les dosis justes de tensions i distensions, de girs i cops d'efecte.
Dit així, fa la impressió que fabricar un producte d'aquesta naturalesa és la mar de senzill. Però conèixer la recepta sempre és més fàcil que cuinar-la. A més, Flynn no es conforma a atrapar l'atenció del lector amb l'ús eficaç dels trucs més vistosos d'un gènere actualment molt popular, sinó que també ofereix una exploració valenta i estremidora, molt veraç, de les relacions de parella i també de la institució matrimonial.
[...]  Un dels punts forts de Perduda és, sens dubte, l'estructura. Que la història sigui narrada a dues veus, amb l'Amy i el Nick que es distribueixen els capítols, permet a l'autora exemplificar narrativament la desintegració del matrimoni. Vull dir que, de bon començament, sembla que les versions de l'Amy i el Nick es complementin, com si col·laboressin per oferir-nos la veritat. A poc a poc anem descobrint, però, que no tan sols no col·laboren sinó que es passen malèvolament la pilota, que es rebaten i confonen i busquen fer-se la punyeta... Aquesta narració feta per dues veus competidores també és una argúcia per jugar amb la credulitat del lector: ¿ens podem creure el que ens diuen els personatges? Per quin motiu haurien de mentir-nos? Quina intenció tenen les seves mentides? En aquest sentit, la construcció del personatge de l'Amy és sensacional. És la Brenda Chenowith de la sèrie Six feet under empeltada de Lady Macbeth…
Tot i que Gillian Flynn dosifica la informació amb comptagotes i amb destresa, el lector familiaritzat amb els codis del gènere anirà anticipant els tombs de la trama. No és un problema. Som més a prop del suspens d'Alfred Hitchcock que del cinema que s'ho juga tot en la carta de la sorpresa final. Saber què passarà no mata l'interès ni l'emoció de la lectura perquè el més important és saber com passarà. I per quines raons. I amb quines conseqüències. Perduda és una novel·la que aconsegueix entretenir els lectors amb les armes de l'autenticitat emocional, de la provocació moral i de la intel·ligència més endimoniada.
Gràcies a la traducció de Ferran Ràfols Gesa, la prosa de Gillian Flynn sona, en català, fibrosa i fresca. Electritzant.


Pere Antoni Pons. «No et passi mai pel cap de casar-te». Ara. 04/05/2013.




dimecres, 24 d’abril del 2013

sota sospita


LA AVERSIÓN incondicional a los llamados best-sellers puede ser un prejuicio como cualquier otro, ni mejor ni peor que el que nos impide utilizar determinados adjetivos cuando escribimos una epopeya  o una carta ni menos irracional que el prejuicio que nos hace desconfiar de los vendedores de seguros a domicilio o de los testigos de Jehová a domicilio, pero al menos estaremos de acuerdo en que desconfiar por sistema de los best-sellers resulta un prejuicio bastante sensato que propicia además un excelente método de higiene literaria: nos negamos a leer aquellos libros que devoran masiva y emocionadamente nuestros contemporáneos -porque ya sabemos de sobra la clase de contemporáneos que nos rodea- y, de paso, nos resistimos a colaborar en esa complicada y moderna aberración según la cual la historia de la literatura la pueden escribir -aunque sea provisionalmente: luego suele venir el otoño de las glorias- los editores espabilados, los gacetilleros hipnotizados por el afán de novedades, los titubeantes entrevistadores de las revistas a todo color y la discretamente encantadora burguesía que compra libros en los grandes almacenes.
Uno prefiere creer antes en el sentido común que en el sentir colectivo. El hecho de que un libro sea leído por más gente de la cuenta no tiene otro efecto que el de convertir al libro en cuestión en sospechoso: de sobra conoce uno al género humano para ir confiando en sus inclinaciones artísticas y en su sentido lúdico.
Felipe Benítez Reyes. «John Kennedy Toole inventa a Ignatius J. Reilly», a: Gente del siglo. Nobel, 1996. P. 177.