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dijous, 8 d’octubre del 2020

ordenació caòtica


Tuve la fortuna, hace unos meses, de visitar las naves que la Biblioteca Nacional de España tiene en Alcalá de Henares: 6 torres que albergan más de 250 kilómetros de estantes —llegarían, puestos en línea, desde Madrid hasta Zamora— en los que se almacenan más de treinta millones de documentos, folletos, mapas, carteles y, por supuesto, libros. En uno de los silos, automatizado, un robot se encarga de gestionar algo más de dos millones y medio de títulos, colocados en más de 17.000 enormes bandejas, que localiza en virtud de un inquietante sistema conocido como 'ordenación caótica': cada libro ocupa un lugar en una de las bandejas en la que, al ser solicitado, se coloca otro libro del mismo o parecido tamaño. Los libros nunca vuelven a la bandeja donde originariamente estaban, sino a cualquier otra donde haya un hueco de su tamaño, o parecido. El robot graba la signatura del libro y lo vincula al código de la bandeja en la que lo ha colocado, y así lo localiza la siguiente vez que es solicitado. Y resulta prodigioso ver cómo se mueve con esa eficiencia precisa y decidida de la tecnología, recogiendo y depositando bandejas en ese escenario futurista —un poco a lo Blade Runner— de estanterías tan altas como un edificio de seis plantas.

Jesús Marchamalo. Tocar los libros. Cátedra, 2020.P. 55.

      


dijous, 14 de març del 2019

cobertures



Biblioteca Nacional de España
Exposició: La seducción del libro. Cubiertas de vanguardia en España 1915-1936.
Del 26 de febrer fins al 5 de maig de 2019

El libro siempre ha sido un vehículo esencial de información y difusión de la cultura.
En las primeras décadas del pasado siglo XX, y gracias a los progresos técnicos en el campo de la impresión, el precio del libro se abarata y llega de esta forma a un mayor número de potenciales lectores.
Las ediciones se enriquecen con cubiertas de atractivo diseño que logran así llamar la atención y convertirse en un reclamo seductor en las librerías.
Gracias al esfuerzo editorial realizado en España a comienzos del siglo XX, disponemos en la actualidad de un patrimonio bibliográfico de excepcional valor para entender la historia y la cultura de la España de aquellos años.
Es un tiempo convulso en toda Europa en que se producen importantes acontecimientos históricos, políticos, científicos y sociales que cambiarán el orden hasta entonces establecido.
Esa etapa coincide con un momento de efervescencia artística a nivel internacional por el surgimiento de los diferentes movimientos de vanguardia. Estos movimientos revolucionan la concepción del arte en una apuesta decidida por nuevos lenguajes que rompen con los moldes del pasado.
A ellos se adhieren los artistas que trabajan en España y esta renovación del lenguaje plástico queda reflejada en las cubiertas de los libros que se encargan de ilustrar.
De esta forma, las cubiertas se convierten en un recurso más de extraordinaria importancia para la difusión de las nuevas concepciones artísticas.
El libro es igualmente un ejemplo perfecto del compromiso de intelectuales y artistas con la modernidad y de su valentía a la hora de defender posiciones de vanguardia en la sociedad de su tiempo.
Con esta exposición que se presenta en la Sala de las Musas del Museo de la Biblioteca Nacional de España, se pretende reivindicar y poner en valor, por un lado, el trabajo de tantos y tan excelentes artistas españoles volcados en abanderar la renovación cultural en España y por otro, el esfuerzo realizado por los editores que comparten con ellos el mismo propósito.
La exposición muestra una amplia representación de las cubiertas de vanguardia del siglo XX.  No están todos los artistas que deberían estar pero sí una muestra representativa de ellos.
Este renacimiento cultural denominado por el historiador José Carlos Mainer como “La Edad de Plata”, queda tristemente truncado por el estallido en 1936 de la Guerra Civil.
Artistas y editores constituyen  los dos grandes ejes sobre los que pilota el conjunto de la exposición y sobre los que se articulan los diferentes apartados que la componen.
Están presentes los acontecimientos históricos más notables que jalonan esta época, desde la lucha obrera al surgimiento del nazismo pasando por la situación política en España.
Quedan reflejados los fuertes vínculos que se establecen entre España y el continente americano, el triunfo de la aviación, el nacimiento de las nuevas urbes y el desarrollo de la arquitectura racionalista que lleva aparejado, así como el cambio del papel de la mujer en la sociedad y su lucha por conquistar derechos y libertades.
Se destacan también, junto a la renovación tipográfica que utiliza sencillas formas geométricas y modelos inspirados en los principios de la Bauhaus, la técnica del fotomontaje en su vertiente crítica más ácida y el cine como nuevo arte experimental.
Todo ello es interpretado por los artistas según sus lenguajes propios vinculados a los diferentes movimientos de vanguardia.

dijous, 16 de febrer del 2017

l'hospital de la bne


Cirujanos de las letras
FERNANDO GARCÍA
La Vanguardia
12|2|2017
“¡Es que me encanta este trabajo!”. Ángel Gómez Pinto lleva 30 años bregando en el departamento de Preservación y Conservación de Fondos de la Biblioteca Nacional: el quirófano de los libros que habitan la institución cultural más antigua de España. El veterano artesano ha sido dos veces ganador del Premio Nacional de Encuadernación, y por sus manos han pasado –entre otros miles de obras- los dos códices de Leonardo da Vinci que la Biblioteca atesora en su cámara acorazada y que hace cinco años, en su cuarto centenario, restauró y exhibió para admiración del mundo. Pese a la relevancia de su labor y aun cuando acumula diez trienios, el salario de Gómez Pinto no alcanza los 1.200 euros al mes, cantidad que complementa dando clases. “¡Es que este trabajo me encanta!”, insiste.
Hay amor al arte, y a las letras, en los laboratorios donde los dieciséis miembros de los equipos de restauración y conservación de la BNE (Biblioteca Nacional de España es el nombre completo) se afanan en restañar las heridas que el tiempo y los agentes ambientales, así como algunas meteduras de pata humanas en tiempos de menor cuidado, han infligido a una parte de los alrededor de 33 millones de textos, mapas, fotos, archivos sonoros y demás documentos depositados en los dos grandes emplazamientos de la entidad: el enorme edificio neoclásico que ocupa la manzana entre el paseo de Recoletos y la calle Serrano junto a la plaza de Colón de Madrid, y la sede de Alcalá de Henares.
La visita al hospital de la Biblioteca, en Recoletos, empieza en los dominios de Luis Crespo, restaurador con 29 años de experiencia que en este momento se ocupa de limpiar unos mapas de Catalunya de 1936 y unos carteles de los 50 y 60, entre ellos uno de Calisay, otro de Terry y otro que anuncia a Manolo Caracol.
Crespo ha llevado a la BNE las técnicas que aprendió de los maestros japoneses durante un curso formativo en Fukuoka. Sus innovaciones incluyen el uso de geles naturales y algas como el agar-agar y el funori, empleado para limpiar kimonos. También se vale de tablas de secado ligerísimas como las que los nipones utilizan en los biombos; de brochas variadísimas desarrolladas a lo largo de 600 años, unas para batir papel, otras para encolar, otras para aplicar agua... Pero en lo que más incide este restaurador es en “recuperar la figura del artesano/científico”. En su caso, esto se traduce en aprender a observar el color, el olor y la textura de cada mezcla, sin depender de una balanza para todo, a la hora de elaborar sus gomas y líquidos limpiadores.
La combinación de técnicas tradicionales y modernas, incluidas algunas tan punteras como la nanotecnología o las basadas en el uso de enzimas, busca eliminar la suciedad de los documentos envejecidos sin dañarlos lo más mínimo: primero con las gomas especiales y después mediante una delicada maniobra de humedecimiento y absorción por capas. Es quizá la fase más visible y agradecida de la restauración.
Otra experta del departamento, Victoria Bescansa (casi 31 años en la BNE), está resucitando, más que restaurando, unos sublimes pero castigados mapas murales de África, Asia, América y el Mundo. Los cuatro se incluirán en la exposición Cartografía de lo desconocido, programada para octubre. Los planos, firmados por Clouet, son de 1776 y se completan con didácticos textos y dibujos en las viñetas que sirven de contorno. La Biblioteca compró las piezas –procedentes de una casa particular­– ejerciendo el derecho estatal de tanteo en una subasta pública: una práctica habitual.
De esta colección de mapas faltaba el de Europa, del que sin embargo enseguida se hallaron restos adheridos al de África en chapuceros pegotes con los que algún incauto trató de parchear trozos perdidos. El cometido de la restauradora pasa por quitar los parches y recubrir las cavidades con un papel lo más parecido al original para luego entonarlo, es decir, igualar su color al de la zona dañada. Para ello recurre a una depurada técnica de injerto que, sobre una base de papel muy fino que se une al reverso para proteger el mapa y facilitar su manejo, ya va logrando disimular las fracturas en todo lo que es posible.
Victoria Bescansa fue una de las artífices de la restauración y puesta a punto para la digitalización del Mapa de Catalunya y los condados de Rosellón y Cerdaña, importante obra a gran escala que representa el área geográfica del Principado más antigua que se conoce. La conservación y reproducción del Borsano, fechado en 1687 y dedicado al rey Carlos II, implicó a un equipo de 20 personas –con participación de una empresa externa- y es una de las últimas operaciones de prestigio a cargo de la brigada de la BNE que dirige Fuensanta Salvador.
No lejos de Bescansa, el especialista en incunables Arsenio Sánchez estudia el manuscrito Descripción de las costas de Sicilia, volumen del siglo XVIII procedente de la colección de Felipe V, fundador de la Biblioteca en 1712. El texto acaba de llegar a su mesa y presenta varios problemas típicos de estas obras: “Las tintas son de óxido de hierro mezclado con ácidos vegetales, goma arábiga, agua, vino... Cuando hay demasiado hierro, el óxido oscurece la tinta y deteriora el papel, mientras que si hay un exceso de ácido la tinta palidece”. Pese a intensas investigaciones en los últimos decenios, no hay cura para estos males. “Lo que hacemos es estabilizar las hojas adhiriéndolas a un determinado tipo de papel (muchas veces japonés) pero sin añadir humedad que reavive las reacciones”, explica. Y luego nos muestra un manuscrito carcomido por algún bicho de los que se alimentan de papel (bibliófagos), entre los cuales los anobios –vulgarmente carcomas, según la RAE– son los más temibles.
La clave para que los documentos infectados no recaigan está en unas buenas condiciones de almacenamiento. La BNE cuenta con medio centenar de plantas de depósito, de las que la General –con unos cuatro millones de obras de los siglos XVI al XXI dispuesta en 12 pisos– es el principal origen de los libros a operar. Humedad, temperatura y luz se vigilan y regulan con cuidado en cada depósito, donde también se colocan trampas a base de feromonas para detectar y prevenir la visita de algún insecto, aunque antes de almacenar ningún documento procedente de compras o donaciones se comprueba que no alberga ninguno de estos indeseables seres.
La finalidad primordial de toda restauración consiste en estabilizar y recuperar obras en mal estado de conservación y permitir su consulta y exhibición pública; eso sin perjuicio de lo que cualquiera pueda ver y leer en las versiones digitalizadas, ya cuantiosas tras un decenio de desarrollo del programa correspondiente, creado en el 2008: el mismo año de construcción de la cámara acorazada que, en dos metros cuadrados, guarda joyas como los códices de Leonardo, el Cantar de Mío Cid o la Biblia de los Pobres, más algunos dibujos de Velázquez.
La restauración y encuadernación, que cada año salva unas 4.000 obras de la BNE, es también investigación. Porque el papel, y no sólo su contenido, habla y enseña Historia. Luz Díaz, especialista en identificación de obras deterioradas y únicas, puede pasar horas explicando cómo el tránsito del papel de lino o algodón al de pasta de madera, paralelo a la sustitución de los procesos artesanales por los industriales en el siglo XIX, no sólo revolucionó la producción editorial al abaratarla y masificarla; también dio lugar a una enorme variedad de calidades, unas longevas y otras enfermizas.

Menos mal que alguien cuida de nuestros libros: nuestra historia.




dimecres, 15 de juny del 2016

desplegables



Le grand cirque internacional de Lothar Meggendorfer (París, 1887).

Los libros desplegables del siglo XV
La Biblioteca Nacional expone su archivo de libros móviles antiguos
ESTEBAN RAMÓN
rtve
10.06.2016
Antes de prácticamente restringirse al género infantil, los libros móviles (desplegabes o Pop up, elíjase el término al gusto) ilustraron lecciones de anatomías, mapas, calendarios, juegos o listas de pecados. Todo empezó en el siglo XV y ahora la Biblioteca Nacional expone en Madrid sus ejemplares más curiosos en una exhibición llamada Antes de Pop up: libros móviles antiguos en la BNE.
[...] Entre las curiosidades se muestra un libro de ‘confesiones recortadas’. “Para no pasar el mal trago al confesarse, se seleccionaba en el libro el pecado entre los más de 900 descritos, con agravantes y todo. Al confesor le daban en libro con la pestaña levantada del pecado metido”
Otra rareza: Un clásico como Los diez libros de la arquitectura, de Vitruvio, con el añadido de planos de teatros giratorios y solapas que muestran el interior de los edificios.
Así, la exposición avanza hasta el punto en el que a mediados del XIX el arte de los libros móviles viró hacia a los libros infantiles. Con espectaculares ejemplares, como un circo desplegable de Lothar Meggendorfer, uno de los grandes del género que da nombre a uno de los galardones de Pop up más importantes.