A mediados de 1883 el autor se había comprometido a publicar La Regenta con la editorial barcelonesa de Daniel Cortezo, de cuya revista Arte y Letras era colaborador. La edición, por la que cobró dos mil trescientas cincuenta pesetas, fue laboriosa: la composición sobre sus cuartillas indescifrables enviadas sin guardar copia, la complicada corrección de pruebas con desesperantes erratas sin enmendar…El autor estaba inquieto por conocer el juicio que podía merecer aquel primer ensayo novelesco que había concebido como obra de arte, según confiaba a su amigo de infancia Pepe Quevedo (21 de mayo de 1885): «¡Si vieras qué emoción tan extraña fue para mí la de terminar por la primera vez de mi vida (a los treinta y tres años) una obra de arte!».
La recepción de la primera edición conllevó los mortificantes silencios de El Imparcial y El Liberal pero notorias satisfacciones epistolares de Galdós, Giner de los Ríos, Pereda, Campoamor, Menéndez Pelayo, González Serrano, Jacinto Octavio Picón…Le dolió, en cambio, que Palacio Valdés, otro amigo de adolescencia, le elogiara un poco el primer tomo pero no dijera palabra del segundo. Antes de que la edición se completara se produjo la inesperada intervención del obispo de Oviedo, Ramón Martínez Vigil, que censuró públicamente aquel libro «cargado de erotismo, de escarnio a las prácticas cristianas y de alusiones injuriosas a respetabilísimas personas» que —según él— se había distribuido entre los alumnos de cierta cátedra de Derecho sin que protestaran los compañeros del profesorado. Tachado Clarín de «salteador de honras ajenas» por el prelado, le respondió con una irónica misiva que reprodujeron algunos periódicos ovetenses y madrileños, donde desmentía lo del regalo —¿cómo iba a regalar novelas si de venderlas vivía o, al menos, cenaba?— y afirmaba la moralidad de La Regenta, «sátira de malas costumbres, sin necesidad de aludir a nadie directamente». Hasta doce años después no desveló que el modelo físico de su magistral había sido el elegante canónigo José María de Cos, pasiego como el don Fermín de la ficción, que de la catedral de Oviedo fue elevado a la mitra de Mondoñedo en 1885 y al capelo cardenalicio, siendo arzobispo de Valladolid, en 1912.
Cecilio Alonso. Historia de la literatura española. Hacia una literatura nacional: 1880-1900. Crítica, 2010. Vol. 5. P. 551.
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Es justo subrayar, a este propósito, la importancia decisiva que tuvo la intervención de José Yxart, director literario, desde mediados de 1883, de la «Biblioteca Arte y Letras», en la publicación de La Regenta. Según afirma el propio Leopoldo Alas, en un artículo necrológico publicado el 25 de junio de 1895 en La Publicidad de Barcelona a raíz de la muerte del eminente crítico [...]:
Él fue quien, por caridad, por simpatía, se tomó el trabajo de corregir las pruebas de mi novela La Regenta, de primera intención; y todavía recuerdo que en uno de los capítulos, el final, al margen de las galeradas, se leía, de puño y letra del malogrado crítico, un comentario breve, entre signos de admiración, que fue para mí uno de los mejores premios de mi larga vida literaria.
¡Era tan espontáneo aquel arranque! Después, cuando el primer tomo de mi novela salió a la luz, la primera carta de felicitación y de crítica benévola, que me halagó infinito, fue de Yxart, que generoso, noble, entusiasta, llenaba pliegos y pliegos de observaciones que me sabían a gloria.
Antonio Vilanova. Nueva lectura de «La Regenta» de Clarín. Anagrama, 2001, P. 15.
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[...] En realidad, esas exigencias editoriales, impuestas por la imposibilidad de publicar un volumen de más de mil páginas, en una colección lujosa y profusamente ilustrada como la «Biblioteca Arte y Letras» de Daniel Cortezo, se deben a la desmesurada extensión que ha alcanzado la novela, aún sin terminar, circunstancia plenamente justificada por el ritmo moroso y retardatario de la acción novelesca, pero cuya exclusiva responsabilidad corresponde al propio Clarín. [...]
En cuanto a su error de cálculo respecto a las vastas proporciones que requiere el adecuado desarrollo del tema que plantea, que le ha obligado a duplicar la extensión de la novela, hay que achacarlo, sin la menor duda, a los peculiares métodos de trabajo utilizados por Clarín en la redacción de La Regenta. Novela que, según ha confesado su propio autor, fue escrita sobre la marcha, con varias interrupciones, pero con una celeridad increíble, arrostrando el grave riesgo del fragmentarismo y de la improvisación, que facilmente podía traer consigo el empleo de la técnica folletinesca de la novela por entregas.
Antonio Vilanova. Nueva lectura de «La Regenta» de Clarín. Anagrama, 2001, P. 18-19.
La feréstega ciutat es deixondia del son de la migdiada. El vent del sud, càlid i mandrallós, empentava els núvols esblanqueïts clivellats en córrer nord enllà. Als carrers no hi havia altre renou que el dels batecs tempestuosos....· Mira, així comença justament la novel·la que ara vull escriure. Em sembla que em forraré; ja tinc emparaulat el premi Ramon Llull. Ara que... i si ho tradueixo al castellà i em presento al Planeta, Mati? Espera't, que truco en Josep Manel. Aquesta meva novel·la psicològica farà forrolla! Crec que ja la podeu programar al club de lectura!!!! Sempre s'han de tenir projectes, a la vida.
ResponEliminaRamon Llull= 60.000 leuros. Planeta=601.000 leuros. Pos mira, Tremenda Menard, jo, de tu, l'escriuria de dret en castellà i encarregaria a en Xavier Pàmies la traducció a la catalanesca llengua. Quina moma!
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