dilluns, 13 de març del 2023

la diferència entre un crític i un lector normal


Leer es un acto cultural del que todos participamos  —todos los que leemos, claro— de manera semejante. Abrimos un libro y entramos en lo que alguien nos cuenta. Según vamos leyendo nos va gustando, o no, lo que estamos leyendo. Si no nos gusta, podemos dejar de leer, o continuamos haciéndolo bien porque somos masoquistas o bien porque, a pesar de todo, tenemos interés en ver cómo acaba aquello. Cuando cerramos el libro, hacemos un juicio global: me ha gustado mucho, me ha gustado algo o no me ha gustado nada.

La diferencia entre un crítico y un lector normal está en que el lector común no necesita ir más allá de este primer juicio; mientras que el crítico, que debe hacerlo público, tiene que pasar de este primer juicio a una reflexión sobre sus causas: por qué me ha gustado mucho, poco o nada. En este segundo paso parece residir la diferencia que la gente encuentra entre la lectura de un crítico y la lectura común. Se tiende a pensar que el crítico busca a posteriori las razones, y que más que buscarlas acomoda a ellas su lectura. Creo que eso no es cierto. Imagínese el lector que cuando termina de leer un libro alguien le pregunta su opinión sobre él. Me ha gustado, responde, y su interlocutor le pregunta por qué. Si el lector cree que hablar o comunicarse con alguien merece la pena, no se limitará a contestar un mero porque sí o un cómodo «el gusto no puede explicarse». Tratará de buscar las causas de su juicio y para ello tendrá mentalmente que recordar y resumir sus impresiones sobre lo que estuvo leyendo. De alguna forma volverá mentalmente a releer el libro para encontrar esas razones y en razón de esa memoria de la lectura argumentará que los personajes le parecen muy bien construidos, las frases muy bonitas y el tema interesante. No hace otra cosa, el crítico. La diferencia entre la lectura del crítico y la del lector no se encuentra ahí. La diferencia reside en que el crítico, ya durante la lectura, sabe que va a tener que hacer esa relectura que el juicio requiere y, por tanto, se fija más, es decir, a la lectura que llamaremos en principio pasiva o inocente superpone otra lectura crítica. La gente tiende a suponer que esa superposición anula la lectura común sin darse cuenta de que, en realidad, lo que hemos llamado lectura pasiva conlleva también una lectura crítica, pues durante el proceso de lectura se van emitiendo juicios de manera continua. Es más: el hecho de pasar las páginas es en sí mismo un juicio, pues significa aceptar lo leído y suponer que lo que sigue también va a merecer la pena. El lector normal pasa las páginas, salvo que peque de masoquista o una fuerte presión exterior actúe sobre él, a partir de que sus juicios van siendo positivos. En el caso del crítico, la actitud es diferente porque, aun no siendo masoquista, está obligado a continuar hasta el final la lectura del libro aunque sus juicios durante la misma sean negativos. Que esté obligado a leer el libro entero no significa que esto siempre se realice. Personalmente creo que la lectura total es lo mínimo que se le debe exigir al crítico, pero no está mal recordar que cuando este reproche se le hizo con fundamento a Clarín este respondió cruelmente a su autor que, si uno va por el campo y detrás de una tapia ve un par de orejas peludas y escucha un rebuzno, no es necesario saltar la tapia para saber que se trata de un burro. Quiero decir, en todo caso, que la lectura que efectúa el crítico se distingue por una mayor intensidad —o debería distinguirse—, por una atención que nace de las exigencias de su propio trabajo pero que en definitiva no varía cualitativamente de la que hace cualquier lector, pues todo lector es un crítico aunque no ejerza públicamente. Al lector le basta con decir esto me gusta o no me gusta. El crítico está obligado a explicarse y a explicar por qué. Y en ese sentido la crítica al crítico no debería residir tanto en su acierto o no como en si ha sabido o no ha sabido fundamentar su opinión...


Constantino Bértolo. Miseria y gloria de la crítica literaria. Punto de vista, 2022.


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