JOSÉ MARÍA GUELBENZUArte en tres movimientosBabelia | El País23|6|2001Difícilmente se encontrará en nuestra época un cuento tan bien contado como éste. Esa capacidad de despojar un asunto de todo artificio excepto del que se necesita para construir un relato esencial no la tiene casi nadie hoy día, pero Isak Dinesen la poseía en alto grado. Si Ehrengard es o no la cumbre de su arte lo decidirán, cada uno para sí, sus lectores. La figura de esta mujer excepcional es hoy razonablemente conocida gracias a la difusión que el cine dio a sus memorias africanas, pero a ningún lector atento escapa la calidad casi insuperable de sus relatos. En España se conocen buenas traducciones de Vengadoras angelicales (novela), Cuentos de invierno y Anécdotas del destino, así como de sus memorias Lejos de África y Sombras en la hierba (todo ello en Alfaguara); había una antigua edición de Caralt de Siete cuentos góticos y otra de los últimos cuentos en Barral Editores (Las Cariátides), pero ambas deben de ser inencontrables salvo en librerías de lance. Este último título fue el comienzo de la carrera literaria de la baronesa Blixen, su nombre real, que ya en la madurez, en 1931, perdida su granja africana y muerto su amante, regresa a Europa y empieza a escribir en la casa familiar de Rungstdlund; terminado su primer manuscrito, lo ofrece inútilmente a varios editores; por fin, y firmado con seudónimo masculino (Isak Dinesen) consigue que lo acepte un editor norteamericano.Ehrengard está concebido en tres movimientos: uno de introducción, un segundo al que denomina "pastoral" y un tercero y último que considera un "rondó". Comienza con un hermoso juego de distancia; un narrador cuenta lo que le contó otro narrador. Con ello anticipa la depuración extrema a que va a someter a su historia; como bien dice la voz que nos habla, todo sucedió hace tanto tiempo que ya no existe ni el reino donde sucedió; y todo sucedió entre mil y un detalles y en un tiempo largo de los que el relato es... ¿un resumen?, ¿una selección? No. Es la elección de todos y cada uno de los elementos que el relato exige por sí mismo; lo cual quiere decir que nada de cuanto sucede en él deja de ser significativo, de ahí su esencialidad y su pureza.El modo de solicitar la atención del lector —o del oyente— por parte de la autora es subyugante, pero marca con el lector la distancia necesaria para que éste no se entregue ni se pierda en él, sino que lo siga con atención; y con pasión. Su modo de hablar afirma la distancia, a la vez que atrae por la limpieza y transparencia con que está escrito. La complejidad del relato está en sí mismo, no en el modo de narrarlo pues la narración, lo que hace es asomarnos a un estanque de agua clara cuya sencillez contiene, precisamente, el misterio. No el enigma, sino el misterio; el cuento no es enigmático, es misterioso; pero lo es gracias a la transparencia de su lenguaje.Aunque la autora no mueve sus piezas en una sola dirección, sí lo hace con una intención que es, a su vez, el corazón del relato. Los dos protagonistas del mismo son, en primer lugar, Herr Cazotte —un niño muy pobre que ha llegado a ser un artista eximio, un pintor que es, sobre todo, retratista, esto es: observador y extractor de la profundidad de las almas y, en consecuencia, alguien que se dedica al mundo como un artista de la vida—. En segundo lugar, la doncella Ehrengard, hija de guerreros, educada en la austeridad y el puritanismo; recta, leal y distante. Ahora veamos el sentido de la división en partes que Isak Dinesen hace del cuento: en la primera nos relata la anécdota central, la vida del príncipe Lothar y su encuentro final con Ludmilla, además de desplegar el abanico de cualidades de Herr Cazotte; la segunda, la "pastoral", se desarrolla en un castillo aislado y protegido en medio de un bosque; en esta parte, Cazotte, el artista, fija su mirada en Ehrengard tratando de ver su alma y, en su interés, advertimos que, de alguna manera, desea apoderarse de ella, pero del alma como puerta que conduce al cuerpo; es la rendición de esa alma, obtenida de tal modo que quede al descubierto ante él, bien armado, lo que busca. Entonces comienza un sutil acecho que culminará en una escena ante la cual no puede evitar reproducir a la doncella con sus pinturas, pues la cualidad final del alma que él buscaba se le muestra definitivamente a través del cuerpo; y como final de esta parte, ella reconoce este hecho. ¿Está, pues, vendida? ¿Y vencida?Pero hablaba antes del corazón del relato. Bien. El asunto que late bajo este bellísimo texto es el de la relación entre el arte y la vida. ¿Puede el arte organizar la vida?, ¿puede dirigirla?, ¿puede confundirse con ella? El arte y la vida son dos realidades paralelas que, si a menudo se reflejan, jamás se confunden. El dilema entre el huevo y la gallina aquí no se da; primero fue la vida, pero, ¿puede el arte apoderarse de ella, rendirla y gobernarla? El encuentro entre estas dos realidades puede ser fecundo o destructor; ya verá el lector lo que propone —o mejor dicho— lo que muestra Dinesen. El asunto se convierte en cercano y apasionante según lo va tejiendo.Hay en el "rondó" un auténtico final que recoge el resto del relato y lo mueve casi en tono de melodrama. Lo lleva a una escena final y, desde el momento en que esa escena se inicia, hay una demostración de cómo la construcción y el estilo son capaces de expresar una idea antes de que ésta pueda ser formulada por el lector, lo que es una experiencia de lectura ciertamente inolvidable y sólo propia de los grandes escritores: el paulatino desvanecimiento de Cazotte en el ambiente de la habitación hasta que el clímax alcanza la eclosión de sentido que porta la doncella Ehrengard es un prodigio de concepción y expresión. Después queda solo el relato, el portento, en el alma del lector; y un delicioso e inocente final, como no podía terminar de otro modo semejante pieza de la más alta literatura. En excelente traducción, por cierto.
dimarts, 25 de febrer del 2025
art en tres moviments
Escrit per
matilde urbach
Etiquetes:
ehrengard,
isak dinesen
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