dimecres, 17 d’octubre del 2012

shamanstvo


El hallazgo de Davies es sensacional, ya que el personaje es tan sorprendente como su obra. Su aspecto era tal que el hijo de John Irving creyó que estaba ante Dios el día que lo conoció. Era desmesuradamente alto, iba ataviado con ropas ligeramente pasadas de moda, lucía una larga barba de una blancura resplandeciente, al igual que su cabello, y poseía una sonora voz de actor. Su biografía iba a la par de su fabulosa apariencia: había sido actor en la Old Vic Repertory Company de Londres, productor de teatro, prestigioso periodista en Canadá, renombrado profesor de Literatura y rector en la Universidad de Toronto, además de galardonado autor de novelas, cuentos, obras de teatro, críticas literarias y artículos.
Nabokov decía que el don más importante de un escritor es shamanstvo, una palabra rusa que hace referencia a "la cualidad del encantador". Esa habilidad para conseguir que la gente desee ardientemente seguir leyendo tus historias no puede ser enseñada. Dickens la tenía. Davies también. El propio autor canadiense aseguraba que el shamanstvo formaba parte del oficio de escribir: "Un escritor de verdad desciende de los contadores de historias medievales que solían ir a la plaza de las ciudades, extender una alfombrilla en el suelo, sentarse sobre ella, golpear un cuenco y decir: 'Si me das una moneda de cobre, te daré un cuento de oro'. Si el narrador era bueno, reunía a un pequeño grupo de personas a quienes contaba una historia hasta que llegaba al punto más interesante; entonces, se detenía y pasaba de nuevo el cuenco. Así se ganaba la vida; si no conseguía retener a su público, debía dedicarse a otra cosa. Eso debe hacer un escritor".
Nuria Barrios. Davies, el encantador. A: El País, 31/1/2009.

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