dimarts, 18 de desembre del 2012

de primera mà


Las correcciones de Tolstoi sobre el manuscrito de Ana Karénina dan buen testimonio de su forma meticulosa de trabajar, porque su proceso de creación artístico iba unido a una profunda exigencia de perfección. En las notas al margen iba añadiendo escenas y personajes, buscando colorido y sentido estético, cambiando sin cesar el texto original, escrito con letra más grande.
«Al día siguiente -explicaba- se relee aquello y hay que tacharlo todo porque falta lo fundamental. No hay ninguna imaginación, ningún talento; falta ese algo sin lo que nuestra inteligencia no vale nada...La obra no cuadra más que cuando la imaginación y la inteligencia van unidas. En cuanto una de las dos domina exclusivamente, todo está perdido. No queda más remedio que abandonar lo que ya está hecho y comenzar de nuevo.»
Y hay que valorar que, en el caso de Tolstoi, los manuscritos eran bien voluminosos, porque tenía el aliento creativo, la tormentosa pasión emotiva, la precisión minuciosa, la fuerza mental y la ascética capacidad de trabajo que distinguen a los genios. Por eso, sus grandes obras, como Guerra y paz, fueron seguidas de períodos de inactividad -más de dos años hasta que comenzó Ana Karénina- en los que se dedicaba a mil actividades distintas. [...] Así, en enero de 1872, ocurrió una tragedia en una estación cercana a Iásnaia Poliana: una pobre mujer, enloquecida por los celos, se arrojó al paso del tren.
Se llamaba Ana, y las autoridades locales, con la fina sensibilidad que distingue a la burocracia, expusieron su cuerpo en el edificio de la estación; seguramente para ver si alguien la reconocía.
Tolstoi vio aquel cadáver («el cuerpo sin ropas y destrozado») y, en la vergüenza compartida, en el dolor y en la piedad de aquel momento dramático, se le ocurrió la historia de una muchacha llamada Ana, cuya vida terminaría de la misma forma. Se entregó apasionadamente a la nueva novela...
[...]Los originales de Ana Karénina parecían el testamento de un loco. Sofía copiaba cada mañana en limpio las correcciones, pero él las tachaba y las corregía de nuevo.

Mauricio Wiesenthal. El viejo León. Tolstoi, un retrato literario. Edhasa, 2010. P. 234-235.

3 comentaris:

  1. No ve a tomb, però això de "los manuscritos eran bien voluminosos" m'ha fet pensar en un fragment de Los poseídos de l'Elif Batuman:

    Cuando la Academia de las Ciencias de Rusia reúne las obras completas de un autor, no lo hace con la intención de que uno pueda meterlas en la maleta y salir corriendo. La edición «millenium» de Tolstói ocupa cien volúmenes y pesa lo mismo que una cría de ballena beluga. (Llevé mi báscula de baño a la biblioteca y pesé los volúmenes de diez en diez.) La de Dostoievski se compone de trenta volúmenes, la de Turgéniev de veintiocho y la de Pushkin de diecisiete. Incluso la de Lérmotov, poeta lírico fallecido en un duelo a los veintiséis años, consta de cuatro volúmenes. En Francia es diferente y las ediciones definitivas se imprimen en papel biblia. La Bibliothèque de la Pléiade consigue que toda la Comedia humana de Balzac quepa en doce volúmenes y el resto de sus escritos en otros dos que, junto con los anteriores, pesan un total de cinco kilos y medio.

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  2. Recordo haver-me inventat el il·legal terme bibliohalterofília; oportú en el cas de l'exigència muscular que reclama la literatura russa.

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    1. Serà il·legal, però la mar d'oportú; així que accepto pop. I la cosa és que la Karènina em complica l'ergonomia lectora (manies, però jo sóc de llegir al llit o al sofà, decúbit supí, i, és clar, entre el pes, la presbícia i el massa viure, que em castiga, no aguanto ni un paràgraf) i aquí em tens, descansant el cos sobre l'extremitat inferoposterior del tronc, càsum la divina literatura russa. No me'n sé avenir.

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