dimarts, 4 de desembre del 2012

els posseïts


Quizá Elif Batuman no cambie la historia de la literatura, pero la historia de la literatura la ha cambiado a ella y, tras la provechosa lectura de Los poseídos, a nosotros. Batuman combina erudición y vida, notas al pie y recuerdos: nos presenta la autobiografía de una lectora y escritora fascinada por Tolstói y compañía, y a la vez las reflexiones de una brillante teórica empeñada en convertir la crítica literaria en una práctica inteligible, por mucho que sus colegas —y lo que nos cuenta sobre ellos— se lo pongan difícil. ¿Aplicar las enseñanzas de Derrida y Foucault, entre otros, sin despertar el miedo al otro lado de la página? Batuman lo consigue: académicos del mundo, ríndanle pleitesía.

Subtitulado con poco acierto “aventuras con libros rusos y con las personas que los leen”, Elif Batuman intercala el relato de un viaje a Samarcanda para aprender la lengua uzbeka, bisagra entre el turco de sus antepasados familiares y el ruso de sus antepasados literarios, con capítulos en los que disecciona a un autor clave en la literatura rusa y “aplica” las enseñanzas de sus obras en el día a día, además de padecer encuentros y desencuentros con otros rusófilos mucho más extravagantes que ella.

Elena Medel. «Una historia de amor». A:  númerocero. 18|8|2011.

*  *  *
Anna Karénina era un libro perfecto, de una perfección sobrenatural: impensable, monolítico, instalado en una zona gris extremadamente cargada entre la naturaleza y la cultura. ¿Cómo había logrado un ser humano escribir algo tan grande a la par que pequeño, tan serio y tan frívolo, tan extraño y tan natural? La protagonista no aparecía hasta el capítulo 18, el libro proseguía diecinueve capítulos más tras su muerte, y el amante y el marido de Anna tenían el mismo nombre (Alekséi). La criada y la hija de Anna se llamaban como ella, y el hijo de Anna y el hermanastro de Levin se llamaban Serguéi. La repetición de nombres me pareció tan extraordinaria, asombrosa y auténtica como la vida real.
Mi madre se alegró al verme leer lo que resultó ser su viejo ejemplar de Anna Karénina. «¡Así podrás contarme qué quiere decir en realidad!», me dijo. Mi madre solía pedirme que le contara qué significaban de veras las cosas: libros, películas, lo que la gente del trabajo le decía...
[...]
-Así pues, ¿cuál era el sentido de todo? -me preguntó mi madre cuando terminé de leer Anna Karénina-. ¿Qué trataba de decir Tolstói? ¿Es que Vronski no amaba de veras a Anna?
Estábamos en la cocina, en Ankara, una ciudad que guarda una relación anagramática con Anna Karénina, bebiendo lo que en Turquía llaman «té turco»: un Lipton muy fuerte y azucarado que se sirve en pequeños vasos con forma de tulipán.
Le dije que en, en mi opinión, Vronski sí amaba a Anna.
-No es posible que la amara lo suficiente, de lo contrario ella no se habría quitado la vida. No habría ocurrido, de ninguna manera.
La teoría de mi madre era que la doble trama de Anna Karénina representa los dos tipos de hombre que hay en el mundo: aquellos a los que les gustan de verdad las mujeres y aquellos a los que no. Vronski -un hombre a quien le gustaban de verdad las mujeres- abrumaba a Anna y se veía abrumado por ella, pero una parte de él nunca manifestó hacia ella la dedicación que Levin -un hombre al cual no le gustaban en esencia las mujeres- sí mostró hacia Kitty.
-Tiene bastante sentido -admití.
-¿Acaso dice Tolstói que lo mejor para las mujeres es estar con hombres como Levin? Kitty tomó la decisión correcta y Anna la equivocada, ¿verdad?
-No lo sé -contesté. Y era la pura verdad, lo ignoraba.

Elif Batuman. Los poseídos. Traducció de Marta Rebón. Seix Barral, 2011. P. 15-16.



2 comentaris:

  1. Com que a la Triadú no el tenim, l'he hagut de demanar a una altra biblioteca, convençuda -per culpa del subtítol- que la cosa seria, pots comptar, una autèntica bestiesa i resulta que aquí l'única animal sóc jo, que me l'he cruspit d'una tirada i, a sobre, he disfrutat com un vedell. Muuu.

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  2. Oh, si teníeu previst empassar-vos les vuit-centes pàgines de la Karènina per saber què li passa a la noia al final, bé, ja no cal.

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