ENTREVISTA: ANTONIO VILANOVA
Todavía hoy La Regenta tiene dificultad para ser entendida
Infravalorada durante décadas, La Regenta es sin duda la gran novela española del siglo XIX. El catedrático, crítico y director literario barcelonés examina la obra y la figura de su creador en Nueva lectura de 'La Regenta' de Clarín, una sólida y penetrante recopilación de artículos que clausura el centenario de la muerte del autor zamorano.
IGNACIO ECHEVARRÍA 27 DIC 2001. El País.
A punto de concluir el año del primer centenario de la muerte de Leopoldo Alas, Clarín, Antonio Vilanova ha reunido en un volumen 'los estudios más valiosos y significativos sobre la obra literaria del gran crítico y novelista asturiano' publicados por él en los últimos quince años. En el más reciente, que da título al volumen, y que es de este mismo año, Vilanova propone una 'nueva lectura' de La Regenta, que corrige la más común que ha solido hacerse del libro. Catedrático emérito de la Universidad de Barcelona, donde ha enseñado literatura española y crítica literaria durante más de cuarenta años, Antonio Vilanova (Barcelona, 1923) es autor de importantes estudios literarios, pero ejerció también la crítica de actualidad en la revista Destino (una selección de sus artículos fue publicada bajo el título Novela y sociedad en la España de posguerra, 1995), y durante mucho tiempo ha dirigido para la editorial Lumen una colección fundamental para la normalización literaria del país: Palabra en el Tiempo.
PREGUNTA. A los 100 años de su muerte, ¿cuál es la posición de Clarín en el canon de la literatura española?
RESPUESTA. Pienso que está definitivamente consolidada. A nadie le cabe duda de que La Regenta es la gran novela del XIX español, si bien, cuando se dice esto, no hay que perder de vista a Galdós, que viene a ser algo así como el Balzac español, un autor por el que no se puede dejar de sentir el mayor respeto y admiración.
P. Parece, sin embargo, que debido a su prolongado eclipse, Clarín se libró de las animadversiones y de las andanadas que en todo este tiempo se fue ganando Galdós.
R. Es cierto. Pero es una triste manera de salvarse, ese silencio sepulcral en torno a uno.
P. ¿A qué atribuye usted que La Regenta tardara tanto tiempo en ganar crédito?
R. Ocurrieron dos cosas. La primera tiene que ver, qué duda cabe, con el anticlericalismo de Clarín, determinante a la hora de ganarle la hostilidad de media España. Poco antes de publicar La Regenta, Clarín se muestra tan temeroso de los ataques que pueda recibir como del vacío que, como bien sospecha, pretenderán hacerle. Pero al lado de eso está una inexplicable dificultad para, todavía hoy, leer La Regenta y enterarse de qué es lo que realmente pasa en la novela. Será que es demasiado larga o complicada... El caso es que demasiado a menudo ha sido leída muy por encima, reparándose únicamente en lo más notorio y escandaloso, que es la sátira feroz contra el mundo clerical de Vetusta y todo eso, que es lo único con lo que se han quedado. Algunos de los más eminentes clarinistas nos han dado una interpretación de La Regenta demasiado parcial, cuando no superficial. Y así ha venido ocurriendo casi sistemáticamente al menos hasta 1952, fecha del centenario del nacimiento de Clarín, cuando empiezan a ver la luz algunos estudios serios. Hasta ese momento, todo el que, como yo, tenga el capricho de repasar los textos que en España comentan o analizan La Regenta, se quedará parado. Valbuena, en su célebre historia de la literatura española, no le dedica más de cinco o seis líneas, y es evidente que no ha leído la novela, o al menos no lo ha hecho en serio. Un hombre inteligente y de amplísima cultura como es Max Aub no dice más que tonterías cuando se refiere a La Regenta en su Discurso sobre la novela española. Habla de Clarín con desprecio, y considera que la suya es una obra de tercera. En este sentido, la situación, desde luego, ha dado un vuelco inmenso.
P. Sin embargo, usted sostiene que los artículos dedicados a La Regenta en el momento de su aparición son los de mayor calidad y rigor críticos aparecidos en la prensa del siglo XIX. Y atribuye el eclipse ulterior de la novela 'a la desatención y falta de rigor crítico de la historiografía literaria posterior'.
R. Es cierto. Hay incomprensión y mala lectura. En el momento en que aparece La Regenta, Clarín y sus amigos se preocupan de que, dentro de lo que cabe, la cosa tenga algún eco y se hable en serio de la novela, pues, como ya he dicho, se temen una avalancha de críticas feroces, gratuitas y estúpidas. Son los hombres de la Institución Libre de Enseñanza, con la que Clarín simpatizaba, los que hacen en su momento críticas que, dejando a un lado su lenguaje y estilo decimonónicos, en buena medida no han sido superadas. Pero en cuanto esto termina, la incomprensión es total. Ya poco después, Clarín, simplemente, deja de interesar. Eso es lo que ocurre con la gente de la Revista de Occidente. Ellos mismos lo confiesan: no les gusta Clarín, como no les gusta Galdós; no les gusta la novela del XIX, y no sólo la española, la francesa tampoco.
P. Su 'nueva lectura' de La Regenta centra la atención en la cuestión del adulterio y en la relación de Ana Ozores con Álvaro de Mesía, dejando de lado el destacado protagonismo que en la novela tiene Fermín de Pas.
R. El del Magistral es un personaje novelesco de una talla impresionante. Pero eso ha tergiversado enormemente la lectura de La Regenta en el sentido que le preocupaba a Clarín, que era, por encima de todo, el que apuntaba a la personalidad de Ana Ozores. Conforme al ideario naturalista -que Clarín profesaba plenamente cuando escribió la novela-, una persona no puede vivir en contra de su propia naturaleza. El problema de La Regenta es sencillamente el de una mujer frustrada como tal en todas sus dimensiones: sexual, sentimental, afectiva... Ésta es la piedra de toque de la novela. Ya desde el comienzo se va insinuando que Ana Ozores se enamora del hombre que quiere conquistarla, y ello se ve condicionado por un ambiente social que coadyuva a la seducción. En este punto, la originalidad de La Regenta respecto de Madame Bovary es impresionante. En Madame Bovary no hay apenas atisbos de un ambiente social establecido y estructurado, como el de La Regenta. Mi nueva lectura de la novela se limita a mostrar el enamoramiento progresivo de Ana Ozores y cómo a través de éste se pone de manifiesto la intención de Clarín.
P. ¿Piensa que La Regenta, escrita, como usted dice, por un auténtico militante del naturalismo, escapa a las limitaciones de este movimiento, o las trasciende?
R. Totalmente. En el sentido de que, con relación, por ejemplo, a su admirado Zola (y conste que yo soy un entusiasta de Zola), Clarín introduce una sensibilidad de la que aquél casi siempre carece. En mi última ponencia sobre la novela, insistí mucho en mostrar la modernidad sorprendente de Clarín en el tratamiento de cuanto Ana Ozores va sintiendo con relación a su seductor. Es impresionante la gama de sensaciones que describe. Clarín era, por así decirlo, un hiperestésico, un virtuoso de las impresiones sensoriales, que acierta a captar con una riqueza y gradación de matices extraordinarios. Matiza y humaniza y tiene una delicadeza y un refinamiento y una sensibilidad de los que el naturalismo puro y duro carece. Al concluir la ponencia a la que me he referido, colegas hubo que, tras escuchar los pasajes citados por mí, se acercaron para decirme: '¡Caramba, no sabía que Clarín escribía tan bien!'.
P. ¿Ocurre algo parecido con Clarín como crítico, militante activo del naturalismo?
R. Desde luego. Es evidente que desde el punto de vista de la crítica propiamente dicha, y dejando aparte sus fobias, a veces lamentables e injustificadas, como la que sintió por Emilia Pardo Bazán, los artículos críticos de Clarín, los que dedicó, por ejemplo, a La desheredada, de Galdós, son una maravilla de penetración y de finura, de agudeza y de inteligencia. Eso es lo que sobrevive, más allá de su militancia más o menos estricta en el naturalismo, del que en los últimos años se fue distanciando, vislumbrando su bancarrota inminente, por mucho que nunca se apeara de su entusiasmo por él. Creo que valdría la pena hacer una selección rigurosa de sus artículos críticos más valiosos. Daría para un libro sensacional.
P. Clarín crítico, ¿se equivocó mucho?
R. Un poco, un poco. Pero no en lo más importante, que es la valoración global de los autores. Lo que pasa es que pierde el tiempo miserablemente comentando y a veces atacando obras y autores que no merecen ni su ataque ni su atención... Pero a pesar de sus errores, de su intemperancia, hizo una tarea benemérita. Fue capaz de reconocer valores muy en contra de sus gustos y sensibilidad. Es cierto que también fue injusto, e incapaz, por ejemplo, de entender a Rubén Darío. Pertenecía a otra época, y no lo asimiló ni lo entendió. Algo raro, si se piensa que fue Clarín quien escribió el primer ensayo en serio sobre Baudelaire publicado en España... Pero lo cierto es que no entendió a Rubén ni se dio cuenta de su genio. Ahora bien, salvadas excepciones de este tipo, su obra crítica es, como le digo, benemérita.
P. Respecto a eso de perder el tiempo miserablemente, parece que Clarín tuvo plena conciencia de ello, y actuó premeditadamente. Es evidente que se sintió obligado a actuar contra lo que él mismo llamaba 'la democracia del talento' ¿Qué le parece a usted, que ha ejercido de un modo regular y atento la crítica periodística, esta concepción clariniana de la 'crítica higiénica y policiaca'?
R. Creo que Clarín llevaba toda la razón, e hizo muy bien en practicarla. Yo por mi parte reconozco que no ejercí de crítico policial porque tenía siempre la sensación de que las pocas obras valiosas que se publicaban necesitaban toda la ayuda y el aliento posible, así que tenía tendencia a ignorar o silenciar lo que me parecía que no valía la pena ni tenía valor. Pero cualquiera sabe lo que hubiese ocurrido con la hojarasca delirante del XIX español sin una figura como Clarín, dada la cantidad inmensa de autores pésimos y obras mediocres que entonces prosperaban... Ni Valera ni Menéndez Pelayo, por ejemplo, tenían la más mínima conciencia de lo mala que llegaba a ser la poesía que ellos mismos llegaron a escribir, que era una cosa tremebunda. Por eso le digo que tenía toda la razón Clarín en su idea de una crítica policiaca. Por otro lado, él tenía una garra especial para decir las cosas y atacar sin piedad. Pues lo cierto es que Clarín no era nada piadoso.
P. ¿Piensa que las circunstancias que determinaron el trabajo de Clarín como crítico y las actuales son de algún modo equiparables?
R. En términos generales, sí. Si bien la situación tiende a hacerse, en la actualidad, cada vez más desesperante, dado el imperio creciente de esos engendros contra natura que son los grandes grupos editoriales, sin inquietud real ninguna por la literatura, a la búsqueda sólo del éxito comercial en el sentido más vil y deleznable.
Com que m'ho he llegit de pe a pa, al capdavall -on la pa- se m'ha acudit que seria oportú d'afegir l'etiqueta ENGENDROS CONTRA NATURA.
ResponEliminaVeig que ets dels que arriben fins al final, Girb. Una espècie en perill d'extinció.
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