dijous, 23 de gener del 2014

milo temesvar


Umberto Eco: Hemos hablado de los libros que no existen o que ya no existen. De los libros que esperan ser leídos. Quisiera hablar ahora de los autores que no existen y que, aun así, conocemos. Les voy a contar una historia (verdadera). En la feria del libro de Frankfurt algunas personalidades del mundo editorial se reunieron un día para comer. Estaban Gaston Gallimard, Paul Flamand, Ledig-Rowohlt y Valentino Bompiani. Es decir, la plana mayor de las editoriales europeas. Comentaban esa nueva locura que se había apoderado de la industria editorial, que consistía en dar adelantos cada vez mayores a autores jóvenes que aún no habían demostrado su valía; entonces a uno de ellos se le ocurrió inventar un autor. Su nombre sería Milo Temesvar, autor del ya conocido Let Me Say Now, por el cual American Library ya había ofrecido esa mañana cincuenta mil dólares. Decidieron entonces hacer circular la voz y ver qué pasaba.
Bompiani volvió a su stand y nos contó la historia a un colega y a mí (en aquel entonces trabajábamos para él). La idea nos sedujo y empezamos a pasear por los stands de la feria hablando aquí y allá con actitud misteriosa de ese Temesvar que pronto iba a volverse famoso. Por la noche, durante la cena, Giangiacomo Feltrinelli se acercó a nosotros, excidatísimo, y nos dijo: «No pierdan el tiempo. ¡Ya he comprado los derechos mundiales de Let Me Say Now!». Desde entonces, Milo Temesvar ha sido muy importante para mí. Efectivamente, escribí una reseña de un libro suyo, The Patmos Sellers, que se presentaba como una parodia de todos los vendedores de apocalipsis. ¡Presentaba a Milo Temesvar como un albanés al que habían echado de su país por desviacionismo de izquierdas! Había escrito un libro inspirado en Borges sobre el uso de los espejos en el juego del ajedrez. Para su obra sobre los apocalipsis, propuse también el nombre de un editor claramente inventado. Supe que Arnoldo Mondadori, por aquel entonces el mayor editor italiano, hizo recortar mi artículo sobre el que había escrito en rojo: «Compradlo a cualquier precio».
Pero Milo Temesvar no se limitó a eso. Si leen ustedes la introducción a El nombre de la rosa, se cita un texto de Temesvar. Eso explica que haya encontrado el nombre de Temesvar en algunas bibliografías. Recientemente, para hacer una parodia de El código Da Vinci, he citado algunas de sus obras en georgiano y en ruso, probando por lo tanto que Temesvar le ha dedicado a la obra de Dan Brown estudios muy agudos. En fin, que he vivido toda mi vida con Milo Temesvar.

Nadie acabará con los libros : Jean-Claude Carrière y Umberto EcoEntrevistas realizadas por Jean-Philippe de Tonnac. Traducció d'Helena Lozano Miralles. Lumen, 2010. P. 225-226.




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