diumenge, 20 de maig del 2018

jocs de saló


Hay una escena en Intercambios: historias de dos universidades, la novela de David Lodge ambientada en un campus universitario, en la que un grupo de profesores de Literatura, después de unas cuantas copas, juegan a «Humillación», un juego en el que cada uno tiene que nombrar un libro que en realidad no ha leído (y que asume que todos los demás sí) y consigue un punto por cada persona que sí lo haya leído. En otras palabras, gana aquel que más se humilla a sí mismo. Uno de los eminentes intelectuales revela que nunca ha leído «Hiawatha»; otro confiesa no haber sido capaz de terminar jamás «El paraíso recobrado», el poema épico de Milton. Los títulos se vuelven cada vez más conocidos, pero el juego solo termina cuando uno de ellos, en un momento de beoda honestidad, da una palmada a la mesa y grita: ¡Hamlet!. Gana el juego, por supuesto, pero al día siguiente la notícia sale a la luz y termina apareciendo de forma breve en el periódico universitario. Poco después se reprueba la permanencia del avergonzado profesor, que se ve forzado a dimitir.
A pesar de que se trata de una situación obviamente exagerada, como buena comedia da de lleno en una importante verdad: nadie lo ha leído todo, ni siquiera los profesores de Literatura, y es muy común ver a gente tratando de aparentar —incluso hay quienes llegan a creerlo de manera sincera— que han leído mucho más de lo que en verdad lo han hecho. Gran parte de los conocimientos literarios se adquieren por acumulación; no es necesario haber leído...

Mikita Brottman. Contra la lectura. Traducció de Lucía Barahona. Blackie Books, 2018. P. 113-114.

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