divendres, 27 de juliol del 2018

rossetti i siddal


Cementerio de Highgate, Londres, 1869. Alumbrándose con la débil luz de un candil, el pintor Dante Gabriel Rossetti abre furtivamente la tumba de su esposa Elizabeth, fallecida siete años atrás. No es un amor enfermizo lo que lo impulsa a verla otra vez, y no queremos saber lo que quedaba de ella. Lo que Rossetti buscaba desesperadamente, acuciado por los remordimientos y el temor a ser descubierto en tan delicada situación, era un pequeño cofre. Audrey Niffenegger cuenta el episodio en su novela Una inquietante simetría, y, aunque parece inventado, es real y constituye un capítulo singular de la historia de la literatura inglesa.
Elizabeth Siddal fue el gran amor de su vida: una pobre costurera que posaba como modelo en casa de un colega y la convirtió en su amante. En varios cuadros famosos de los prerrafaelitas, en los que se plasmó el ideal estético de toda una época, encontramos su belleza etérea, roída por la tuberculosis, su mirada apática y sin futuro. Tras diez años de relación, Rossetti finalmente se casó con aquella mujer marcada por la muerte, que fallecería después de dar a luz a una hija muerta. El desconsolado poeta metió en un cofrecillo el único manuscrito que contenía todos sus poemas y lo enterró con su amada, envuelto en sus largos cabellos. Hurtaba sus versos a sí mismo, a sus amigos y a la posteridad, para entregárselos como un don exclusivo y eterno a su venerada esposa. Ahora bien, el tiempo no solo cura las heridas, sino que también inflige otras nuevas, y la tristeza de Rossetti fue desapareciendo a la par que aumentaba su fama y, con ella, su vanidad. ¿Quién era él para privar al mundo de su lírica? De modo que abrió el ataúd y halló el cofre donde antes había estado el pecho de Elizabeth. Un año más tarde mandaba imprimir los poemas. De no ser por esta historia, hoy nadie se acordaría de Rossetti, en tanto que la trágica belleza de Elizabeth ha quedado inmortalizada en los cuadros.

Werner Fuld. Breve historia de los libros prohibidos. Traducció de Marc Jiménez Buzzi. RBA, 2013.

Potser el quadre més famós de l'Elizabeth sigui aquesta Ophelia de Sir John Everett Millais.
Aquí, en trobareu més.

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