dijous, 11 de juliol del 2019

sobre la lectura (I)


Tengo recuerdos vívidos de algunos libros que perduran en mi memoria. Las novelas suelen adoptar una forma pictórica. Veo bajar corriendo a Emma Bovary por una verde colina rumbo a la farmacia, con las mejillas encendidas, el pelo alborotado por el viento. La hierba verde, las mejillas, el pelo, el viento no están en el texto. Los puse yo. Normalmente la filosofía no me trae imágenes a la mente, sino palabras, aunque Kierkegaard, por ejemplo, me ha transmitido algunas imágenes puesto que es un filósofo-novelista, un pensador-narrador. Veo a Victor Eremita, el editor que escribe bajo seudónimo de O lo uno o lo otro, con su hacha mientras destroza el mueble en el que se esconden dos manuscritos. Otros libros se me han borrado de la mente casi por completo. Recuerdo haber leído Una tumba para Boris Davidovich de Danilo Kiš, que me gustó mucho, pero no puedo mencionar ni un solo aspecto de la novela. ¿Adónde se ha ido? ¿Podría una simple asociación hacer que volviera a mi cabeza? Me acuerdo perfectamente del título, del autor y de mi sentimiento de admiración por el libro, pero eso es todo lo que recuerdo.
[...] Hace poco volví a leer Middlemarch, de George Eliot. Ya la había leído tres veces, pero habían pasado muchos años desde la última vez. No había olvidado el amplio trazo de la novela ni sus personajes, pero no hubiera podido reproducir en detalle ninguno de sus múltiples argumentos. Sin embargo, volver a leer el libro desencadenó una serie de recuerdos específicos de lo que sucedería a continuación en dicho texto. Releer se convirtió en una forma de anticipación de la memoria, de recordar lo que había olvidado, antes de llegar al pasaje en cuestión.
[...] Pero ninguna experiencia de lectura, incluso del mismo texto, es siempre la misma. Descubrí un tono irónico en Middlemarch que no había detectado anteriormente, sin duda gracias a que tengo más años, y eso va acompañado de una acumulación interna de muchos más libros que han alterado mis pensamientos y creado en mí un contexto de lectura más amplio. La obra es la misma, pero yo no. Y esto es decisivo. El lector es el que desata o refrena el libro. Cuando leemos volcamos en el texto nuestras historias, prejuicios, rencores, expectativas y limitaciones. Yo no entendí el humor de Kafka la primera vez que lo leí siendo una adolescente. Tuve que hacerme mayor para reírme con La metamorfosis...

Siri Hustvedt. «Sobre la lectura». A: Vivir, pensar, mirar. Traducció de Cecilia Ceriani. Anagrama, 2013. P. 153-156.

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