dilluns, 30 de setembre del 2019

en flames


Las bibliotecas también arden en periodos de paz. Se producen unos doscientos incendios al año en bibliotecas de Estados Unidos, e innumerables más en bibliotecas por todo el mundo. Muchos de ellos son accidentales debido a cortocircuitos, ventiladores sobrecalentados, cafeteras defectuosas o sobrecargas en la red eléctrica. Las llamas que se escaparon de una chimenea y cayeron sobre el suelo de madera destrozaron la Biblioteca de Harvard en 1764. Las chispas de un ventilador de suelo dieron como resultado la desaparición de todos los libros de la biblioteca de Derecho de la Temple University en 1972. En 1988, una de las bibliotecas más grandes del mundo —la Biblioteca de la Academia Nacional de las Ciencias de Leningrado, cuyos primeros ejemplares databan de 1714— fue consumida por un gigantesco incendio que destruyó o dañó cuatrocientos mil libros; varios millones más quedaron arruinados por culpa del agua de los bomberos. La causa del incendio, al parecer, fue el defectuoso cableado eléctrico. Mientras ardía la biblioteca, los bomberos no entraron en ella, aparcaron dos docenas de camiones al lado y lanzaron agua encima del edificio durante casi veinticuatro hoas. Cuando el incendio fue finalmente extinguido, apareció un buldócer para apartar los libros dañados, pero una manifestación lo impidió. Lo que hicieron entonces los manifestantes fue reunir los libros húmedos que podían salvarse y se los llevaron a sus casas, los colgaron de los tendederos e intentaron arreglarlos. El día después del suceso, el director de la biblioteca, Vladimir Filov, dijo a los periodistas que solo se habían perdido unos cinco mil dólares en libros. Un día más tarde, Filov fue hospitalizado, al parecer por «problemas cardíacos». Después desapareció de la vida pública.
Muchos de los incendios en bibliotecas tienen que ver con pequeños actos arbitrarios de vandalismo. A lo largo de los años, cerillas encendidas lanzadas en los buzones de devolución de libros han causado muchos incendios. A lo mejor algunas personas confundieron dichos buzones con contenedores de basura, pero la mayoría lo hicieron seguramente porque se vieron impelidos a hacer alguna clase de estupidez. Ese tipo de incendios se han vuelto tan habituales que ahora la mayoría de las bibliotecas tienen buzones de devolución apartados de los edificios principales; de ese modo, si prende fuego, no tendrá dónde ir.
Durante mucho tiempo se creyó que la principal causa de los incendios en bibliotecas se debía a descuidos de fumadores. Por eso las bibliotecas prohibieron fumar. El número de incendios tendría que haber desminuido, pero aumentó. En la actualidad, los investigadores están convencidos de que la mayoría de los incendios en las bibliotecas son intencionados...

Susan Orlean. La Biblioteca en llamas: historia de un millón de libros quemados y del hombre que encendió la cerilla. Traducció de Juan Trejo. Temas de hoy, 2019. P.137-138.

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