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dijous, 14 de maig del 2020

la lectura bàrbara


LEER MAL UN TEXTO es la cosa más fácil del mundo; la condición indispensable es no ser analfabeto. Una vez superada esa etapa, más cívica que intelectual, las posibilidades que se ofrecen para desmantelar, tergiversar e interpretar erróneamente una frase, una página, un ensayo o un libro son, no diré infinitas, pero sí numerosísimas. No pretendo ni agotarlas ni clasificarlas, tareas destinadas a eruditos pacíficos o a hombres seguramente geniales. Me conformo con enumerar algunas variedades exponiéndolas no por su rareza, sino por su recurrencia. Nada de cisnes negros o tréboles extraños; más bien perros callejeros que trotan en grupo.
Abundan, por ejemplo, quienes reducen la lectura a la búsqueda nerviosa de la "conclusión", único sitio en el que se detienen, señalándola, por lo general, con algunas rayas victoriosas.
[...] Cuando eso sucede, se practica una lectura primitiva e injusta, disfrazada de eficacia y malicia y cuyo resultado es una triste comedia de equivocaciones, sorpresas y altanerías. Lectores mediocres para quienes el universo es una oficina y una página siempre es un oficio.
También existe el vicio contrario: leer las primeras seis o siete líneas y creerse autorizado a adivinar lo que sigue. Aquí opera de nuevo una imagen complaciente de sí mismo; la de una persona tan avezada en el mundo de las ideas que las primeras disposiciones tácticas son suficientes para prever todas las etapas sucesivas.
[...] Muchas veces, sin embargo, la mala lectura es la consecuencia de la popularidad que alcanzan ciertos géneros. Cada cultura tiene sus preferidos.
[...]El lector, educado en esos compendios, se acostumbra a asociar ciertos temas con unos procedimientos estilísticos definidos.
[...] El lenguaje no es la única víctima. La principal es el lector que ha sido adiestrado en el reconocimiento de unas cuantas fórmulas pobretonas y monótonas. Le han enseñado una retórica escuálida que lo separa a la vez de la estética y de la crítica. Un lector que cae en un mar de perplejidades si el ensayo o el libro se apartan un milímetro del sonsonete habitual; un lector, por consiguiente, que se escandaliza con demasiada facilidad. Un lector a quien le han cerrado muchas puertas. La lectura bárbara a la que está encadenado es, en definitiva, la reducción del lenguaje a registros mínimos y clasificados. Pero un lenguaje amputado corresponde siempre a un pensamiento trunco.

Alejandro Rossi. Manual del distraído. Círculo de lectores, 1997. P. 123.


dissabte, 10 de març del 2018

la crida salvatge


«En literatura només ens atrau allò salvatge. L'avorriment no és altra cosa que un sinònim de domesticació. És el pensament lliure, no civilitzat i salvatge, de Hamlet i de la Ilíada, de les sagrades escriptures i les mitologies que no aprenem a les escoles, el que ens agrada. Així com l'ànec salvatge és més lleuger i bonic que el domesticat, també ho és el pensament salvatge: l'ànec collverd, el que entre les gotes de rosada aixeca el vol per sobre dels aiguamolls. Un llibre bo de veritat és una cosa tan natural i tan inesperadament i incomprensiblement justa i perfecta com una flor salvatge descoberta a les planures de l'Oest o a les jungles de l'Est. El geni és una llum que fa visible la foscor, com la llum del llamp, que potser esberlarà el temple del coneixement, i no un llumí encès al cor de la humanitat, que empal·lideix davant la llum del dia...»

Henry David Thoreau. Caminar. Traducció de Marina Espasa. Angle, 2017. P. 73.

dijous, 18 de juliol del 2013

competència lectora



EL SISTEMA SOCIAL Y CULTURAL, representado por ciertos críticos que legitiman qué es la literatura y qué lo literario en los medios de comunicación, tendría que ser más valiente, o más honrado, y denunciar la mercantilización de la literatura que conlleva un modo de leer establecido de forma férrea por el Mercado, en connivencia con ciertas editoriales y con ciertos autores, algunos de postín, a los que se presenta emparentados con la estirpe de Cervantes.
No es la política editorial la encargada de elevar ese nivel formativo literario del lector, por ejemplo, publicando obras que sólo leen cuatro. Porque eso ya se está haciendo. Acaba de reeditarse, por ejemplo, La muerte de Virgilio, de Hermann Broch, en Alianza, y que reelerán dos personas, el que ha vigilado las erratas y su traductor.
La culpa no es de los editores, ni de los escritores.
La culpa es del sistema educativo que no forma a nuestros lectores en una competencia lectora que facilita el acceso, sin embolias mentales, a cualquier tipo de obra, de hoy, de ayer y de siempre.
Sin formación literaria no es posible la existencia de buenos lectores [...] Lo que, ciertamente, no exime de responsabilidad a la crítica actual por haber alimentado un modelo de literatura y un modelo de lector, nada literaria y nada buen lector, respectivamente.
La crítica tendría que delimitar sin miedo alguno dónde se encuentra lo literario y qué novelas lo alcanzan, y qué libros son meramente mecanismos placenteros narrativos. Sin menoscabo de considerar tan legítimo los primeros como los segundos. No todos los lectores están llamados a ser Roland Barthes.
La mayoría de los libros que se leen se comprenden, pero no se interpretan. Y no se interpretan, no sólo porque el libro no presente niveles complejos literarios para realizar dicho proceso lector, sino porque el lector tampoco dispone de aquellas herramientas o estrategias que se lo posibiliten.
Si se aspira a un modelo de lector literario, intertextual, capaz de valorar y enjuiciar el poder cognitivo, metafórico y original de una obra, no se pueden poner como modelos de máxima realización literaria las obras de Brown, de Larsson, de Maruja Torres o de Pérez Reverte.
La crítica literaria debería ser exponente de un modo de leer distinto. Y tampoco lo es. Inmersa en una inconsciencia, analizable siguiendo su pésima plasmación lingüística, es difícil que se decida a poner los puntos sobre las íes y reconozca públicamente que lo literario es hoy día un terreno vedado a muchas obras que ella presenta como tales. Mientras tanto, hasta bien podríamos pasar sin crítica literaria. No notaríamos su ausencia. O, ¿quizás, sí? Seguro, pero para bien.
Víctor Moreno. Cómo hacer lectores competentes. Guía práctica: reflexiones y propuestas. Pamiela, 2011.

divendres, 14 de desembre del 2012

ressenyar traduccions


UNAS CUANTAS IDEAS PARA QUIENES RESEÑAN TRADUCCIONES LITERARIAS
Una traducción debería reseñarse como cualquier otro libro, pero deberían ustedes tener presente que toda traducción está escrita dos veces: primero, por el autor; después, por el traductor. La obra en traducción representa una confluencia de sensibilidades, la fusión de dos fuerzas creadoras.
Por ello, consideramos crucial que, a la hora de la valorar un libro, la crítica reconozca los logros del traductor con algo más que un comentario al paso, del estilo «traducido con acierto». Como sabemos que discutir y evaluar traducciones es tarea difícil, quisiéramos sugerir unos cuantos puntos que la crítica, a nuestro juicio, debería tener en cuenta en el momento de reseñarlas.
• Incluyan siempre el nombre del traductor, tanto en la primera mención del libro como en el apartado bibliográfico.
• Si la traducción destaca por su elegancia, su viveza, o por la audaz elección de su vocabulario, no dejen de decirlo. Si rechina o cojea, también merece señalarse, sobre todo si el crítico puede respaldar sus conclusiones con ejemplos.
•  Si el traductor incluye una nota donde describe el enfoque de su traducción, puede ser útil resumir los criterios mencionados en ella, así como indicar si el traductor ha cumplido sus objetivos.
• Cuando existan traducciones anteriores de la obra, compárense pasajes paralelos para resaltar las aportaciones de la nueva versión.
• Si se encomia la obra del autor original por razón de sus particulares cualidades literarias, al lector le será útil saber si dichas cualidades se perciben en la traducción.
• Lo más importante que debe preguntarse el crítico es lo siguiente: ¿contribuye la obra traducida a la vitalidad literaria de la lengua receptora, a su habla, arte y sensibilidad? En otras palabras, independientemente de si la obra es en poesía o en prosa, ¿supone la traducción una ampliación de las fronteras de la práctica literaria en la lengua meta, introduce nuevas técnicas narrativas, formas poéticas o modos de narrar una historia?
He aquí dos ejemplos de reseñas que, desde nuestro punto de vista, logran integrar con éxito el examen de la traducción con la valoración del libro reseñado: la crítica de Michael Dirda de El tambor de hojalata de Günter Grass, traducido del alemán al inglés por Breon Mitchell (aquí), y la reseña de James Wood de Guerra y paz, de Lev Tolstói, traducida del ruso al inglés por Richard Pevear y Larissa Volokhonsky (aquí).
Los reseñistas desempeñan un papel importante como guías para que los lectores aprecien las obras literarias. La doble autoría de las traducciones representa tanto un desafío para los críticos que las evalúan como una dimensión añadida para el disfrute del lector. La escritura del traductor –lo mismo que la interpretación de un actor o un músico– merece ser reconocida en atención a su esencial mérito artístico.
Firman:

Llegit a Malapartiana, de davidoffberlin.