Un dels articles canònics de la història del cinema es titula Dickens, Griffith y el cine en la actualidad i fou escrit per Sergei Eisenstein l’any 1944. No l’he trobat sencer a la xarxa, però en copio un tros:
La gente hablaba como si antes de Wagner no hubiera habido música dramàtica o descriptiva; como si antes de Whistler no hubiera habido pintura impresionista; en tanto que yo, estaba encontrando que el camino más seguro para producir un efecto de osada innovación y originalidad era revivir la antigua atracción por los discursos largos y retóricos; apegarse estrechamente a los métodos de Molière; levantar en peso a los personajes de las páginas de Charles Dickens.
George Bernard Shaw, Back to Mehuselah, London,1921.
“La olla lo empezó...”
Así abre Dickens su El grillo del hogar.
“La olla lo empezó...”
¡Nada podría estar más lejos de las películas! Trenes, vaqueros, persecuciones... ¿y El grillo del hogar? “¡La olla lo empezó!”. Aunque, por extraño que parezca, también las películas estaban hirviendo en esa olla. A partir de aquí, de Dickens, de la novela victoriana, brotan las primeras tomas de la estética fílmica norteamericana, ligada para siempre al nombre de David Wark Griffith.
Aunque a primera vista esto no parezca sorprendente, resultaría incompatible con nuestros conceptos tradicionales de cinematografía, en particular con aquellos asociados en nuestra mente con el cine norteamericano. Pero, de hecho, esta relación es orgánica, y la línea “genética” de descendientes es bastante congruente.
Antes que nada veamos la tierra en donde el cine tal vez no naciera, pero ciertamente era el terreno en donde crecería hasta dimensiones inimaginadas y sin precedentes.
Sabemos de dónde vino el cine por primera vez como fenómeno mundial. Conocemos el lazo inseparable entre el cine y el desarrollo industrial de Norteamérica. Sabemos cómo la producción, el arte y la literatura reflejan el aliento capitalista y la construcción de los Estados Unidos de América. Y también sabemos que el capitalismo encuentra su reflejo más agudo y expresivo en el cine norteamericano.
Pero ¿qué identidad posible existe entre este Moloch de la industria moderna, con su tempo embriagante de ciudades y metros, su rugido de competencia, su huracán de transacciones en la Bolsa, por un lado, y... las novelas apacibles, patriarcales del Londres victoriano de Dickens, por el otro?
Comencemos con este “tempo embriagante”, este “huracán” y este “rugido”. Son los términos que utilizan para describir a Estados Unidos las personas que sólo conocen el país a través de libros –libros limitados en cantidad, y no seleccionados demasiado cuidadosamente.
Quienes visitan la ciudad de Nueva York se recobran pronto de su asombro ante este mar de luces (que realmente es inmenso), este torbellino de la Bolsa (algo semejante, en realidad, no hay en ninguna parte), y todo este rugido (suficiente casi para ensordecerlo a uno).
Sergei Eisenstein. La forma del cine. Siglo veintiuno editores, 1986
Això de citar en Sergei sí que són paraules majors. I per cert, un fragment molt interessant. He de buscar aquest llibre i si no el trobo ja pujaré a Vic.
ResponEliminalluís, aquest llibre no és de la bilioteca, és propietat privada, però si vols et puc fotocopiar l'article, o bé quan pugis te'l deixo, tot i que això darrer, nosénosé...
ResponEliminatots els altres articles són molt interessants per exemple una aproximació dialéctica a la forma del cine...salut.