El 29 de juliol de 1955 William Faulkner va emprendre un viatge al Japó programat pel Ministeri d’Assumptes Exteriors que el mantindria un mes al continent asiàtic. Els primers dies d’estança entre nipons no van resultar gaire reeixits, no es trobava còmode enlloc, a les entrevistes responia amb lacònics monosíl·labs i a les aparicions públiques hi arribava amb aire desmenjat i absent. En una ocasió no es va presentar a una roda de premsa i a l’excusa de l’ambaixador: “el Sr Faulkner no pot venir perquè ha patit una indisposició”, un periodista va preguntar: “de quina mena, d’ampolla o de llauna?”. Els diplomàtics pensaven que la visita seria un fracàs i van estar a punt d’enviar-lo de tornada a casa seva, però l’autor de Sanctuary els va dir que no els fallaria i a partir d’aquí tot va canviar. Les trobades posteriors amb diplomàtics, estudiants i escriptors van ser agradables i deixaren en els seus interlocutors la imatge d’algú compromès i atent a la peculiar cultura i forma de ser japoneses, fins i tot qual li preguntaven sobre els seus llibres es mostrava atent i procurava complaure a tothom. A Tòquio…”el problema empezó a resolverse solo. El sábado por la noche Faulkner se reunió con un grupo de ciento cincuenta profesores y estudiantes japoneses. Parecía cansado, pero en cuanto los jóvenes empezaron a preguntar sobre la idea de una “generación perdida” y sobre problemas contemporáneos se animó más. Después, cuando salía hacia el coche con Picon dijo: “Ya sé cuál es el problema. Todo me es muy familiar”. Al día siguiente mecanografió un mensaje de novecientas palabras que tituló: “A la juventud del Japón”. Había dicho algo de aquello antes. Cien años atrás, empezaba, el Sur había sufrido una ocupación y una guerra peores que las que habían conocido los japoneses. Pero ahora todo el país era más fuerte debido a aquella angustia. La gente joven del Sur podría haber formulado entonces las preguntas que estaban haciendo ahora los jóvenes japoneses sobre un futuro sin esperanza. La respuesta era que el hombre es suficientemente duro para prevalecer y los escritores japoneses expresarán como fruto de su experiencia “no una verdad japonesa sino una verdad universal”. Terminaba con el tema con el que había terminado “Sobre la intimidad”: el convencimiento de que la esperanza del hombre tenía que expresarse en libertad. La democracia era un método torpe de progreso social, pero serviría hasta que no se hallase otro mejor, “puesto que el hombre es más fuerte y más duro y más reistente de lo que lo son incluso sus errores y sus fallos”
L’equip que l’envoltava va afirmar: “podría decirse que el señor Faulkner trabajó más duro aún y, aunque es insociable por naturaleza, se convirtió en el estadounidense más sociable del seminario, frenando todo el tiempo la mayor parte de las cualidades impredecibles de su perversa personalidad” i “Excéntrico y paradójico, Faulkner dejó al público desconcertado, pero lleno de admiración. Las respuestas automáticas a todas las preguntas que le plantearon, que parecían fruto de una meditación profunda y brotaban sin embargo como ráfagas de fuego rápido, resultaban tan poderosamente convincentes que los oyentes se quedaban boquiabiertos por el asombro”.
El Departament d’Estat dels Estats Units va arribar a la conclusió que la missió havia fet més per millorar les relacions culturals entre els dos païssos que qualsevol altre programa del departament
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