dijous, 20 de desembre del 2012

família i altres animals



Tolstoi, en 1909, con su amigo y confidente Vladímir Grigorievich Chertkov.
Se habían conocido en 1883, cuando este joven de la sociedad aristocrática de San Petersburgo, oficial de la Guardia Imperial, se convirtió súbitamente -iluminado como un converso- en apóstol del escritor. Desde esa fecha, abandonó el Ejército y adoptó las teorías tolstoianas populistas y antimilitaristas con una ferocidad íntegra, sectaria y dogmática. Se atrevía incluso a llamarle la atención a Tolstoi cuando, en cualquier detalle, consideraba que el maestro no era suficientemente estricto y coherente con su propia doctrina.
En la casa, lo llamaban «el ídolo», porque era distante, autoritario y orgulloso. Pero Sofía, especialmente, le miraba con extrema desconfianza y llegó a tener unos celos enfermizos de este discípulo de su marido. Le consideraba un «espíritu maligno» y, durante veinte años, vivió obsesionada con este hombre a quien acusaba de ejercer una influencia perniciosa sobre Tolstoi.
Atribuía a la conspiración de Chertkov los proyectos de su propio marido para renunciar a sus propiedades y derechos. La pobre Sofía -que veía seriamente amenazada la herencia de sus hijos- multiplicaba los peligros reales con delirios y fantasías que la llevaban al borde de la locura.
La guerra de celos entre Sofía y este discípulo llegó a su máximo cuando ella se enteró de que él se había llevado una gran parte de los manuscritos de Tolstoi para revisarlos y guardarlos en su casa. A partir de ese momento, la familia quedó dividida en dos bandos: los hijos varones con su madre, en uno de los frentes; y las hijas con su padre en el lado contrario.
A esta división contribuía el hecho de que Tolstoi no se llevaba bien con sus hijos varones, especialmente con León, al que consideraba un pintor pretencioso y un escultor mediocre -mantenido por la fama paterna-, pero tampoco se entendía con Iliá, a quien juzgaba superficial, ni con Andrei que le parecía un inútil y que además bebía demasiado. Sólo los dos hijos mayores, Sergio y Tatiana, procuraban mantener cierto equilibrio. Las disputas entre el viejo y el joven León eran especialmente feroces y desagradables, ya que el hijo trataba a su padre con absoluta falta de respeto, convencido de que era un viejo loco.
En el bando opuesto, Alexandra estuvo siempre de acuerdo con su padre y defendió enérgicamente a Chertkov, a quien nadie puede negar que se mantuvo fiel a Tolstoi y que, incluso cuando se exilió a Inglaterra, fue el mejor propagandista de las obras de su maestro.
En medio de la batalla, el pobre viejo se vio envuelto hasta el último día en estas disputas familiares, espiado y psíquicamente acosado por su mujer, juzgado por sus hijos varones y perseguido por los abogados que le obligaban a cambiar sus testamentos.
Muchas veces -antes de su huida-, su familia y sus amigos le vieron pedir paz con lágrimas en los ojos.

Mauricio Wiesenthal. El viejo León. Tolstoi, un retrato literario. Edhasa, 2010. P. 246-247.



1 comentari:

  1. Hi ha una peli, de tot això. The last station (2009), es titula. Christopher Plummer i Hellen Mirren.

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