dijous, 17 de gener del 2013

la ironia de la gent sensible

A M. Vilardell, agraida.

Y pienso en Tolstoi. No puedo vencer la sospecha de que en la vida de aquel gran poeta se deslizara algo falso, groseramente artificial. Al principio, acaso no hubo por su parte más que indecisión. Aquel hombre tan robusto, necesitaba entregarse por completo a algo, y como había agotado los placeres del mundo, cayó con su pesadez natural sobre la santurronería religiosa. Debió entregarse por distracción, al principio, pero era demasiado vigoroso para dejar el juego; después se convirtió en hábito, acaso en segunda naturaleza. Es peligroso empezar un juego...
Henrik Ibsen había empezado a representar la esfinge, durante muchos años, a una hora fija, en tal silla de tal café de Munich. Después tuvo que continuar; por todas partes donde iba, se veía obligado a representar la esfinge ante el pueblo, a hora fija y clavado en una silla designada. Porque el pueblo contaba ya con ello. Acaso, a veces, le fuera terriblemente molesto, pero era demasiado vigoroso para cesar. ¡Qué solidos ambos, Tolstoi e Ibsen! Otros no hubieran podido sostener el papel ni una semana. Y los dos habrían podido demostrar una fuerza mayor si hubiesen cesado a tiempo. Ahora despiertan, desgraciadamente, mi ironía y la de las gentes sensibles. Afortunadamente, eran bastante grandes para poder soportarla. También se burlan de nosotros. Pero si hubieran sido un poco más geniales, no lo hubieran tomado tan en serio. Se habrían sonreído algo de sus años de ridículo. Haciendo creer a los demás y persuadiéndose ellos mismos, finalmente, de que aquella representación era una necesidad, revelan en su personalidad un defecto que los empequeñece, que los rebaja. Necesitarían una obra poética entera para reparar aquel desastre.
Afectación es mantenerse sobre una pierna sola; la postura natural es mantenerse sobre las dos piernas, sin hacer gestos.
Guerra y paz, Ana Karenina...Nadie ha creado en su género obras poéticas de mayor altura. Y no es asombroso que un colega de gran sensibilidad la cultive hasta en el lecho de muerte. 
Y pienso en todo ello, sentado en esta salita, y comprendo fácilmente, y perdono a Tolstoi su aversión a hacer literatura para los hombres, aunque fuese la más admirable.
[...] Lo que me disgusta en el gran poeta es el deseo de filosofar, de pensar. Esto es lo que falsea su posición hasta darle apariencia de afectación. Comparte la suerte de Ibsen. Ninguno de ellos es un pensador, pero los dos se sostienen sobre un solo pie, con la pretensión de ser lo que no son. Por este hecho se creen más ricos de contenido, se encuentran más desconcertantes. Y he aquí que nosotros somos bastante pequeños para burlarnos de ellos y ellos bastante grandes para poder soportarlo.

Knut Hamsun. En el país de los cuentos. Traducció de Pedro Camacho. Plaza & Janés, 1979. P. 131-133.


5 comentaris:

  1. Miquel Vilardell17/1/13 17:58

    De res, Matilde (m'has fet posar vermell i tot per la dedicatòria )!
    Justament la setmana que ve recuperaré aquest llibre, una edició preciosa dels anys quaranta, llegat patern, que he deixat a un amic, amant de la literatura de viatges (jo el tinc per una joia del gènere). Però fa tans anys que no l'he tornat a llegir, que m'ha sorprès molt el fragment que has posat, ja que no recordava que el salvés gaire a Tòlstoi. Més aviat em semblava recordar que feia massa la dicotomia DOSTOIEVSKI/Tòlstoi, a favor del primer sempre.


    nia deixat a un amic

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    1. M'ha costat molt trobar-lo (a la xarxa de la dipu de Barna no el té ningú) i, finalment, ha vingut de Girona. És una edició infecta, de butxaca, i amb un paper tan xungo que fa cosa passar les fulles i tot.
      S'estalvia la ja cèlebre dicotomia Dosto/Tolstoi, però queda molt clar que ell era de Dostoievski.

      Dostoievski actuaba como fanático, como loco, como espiritu genial. Estaba tan descentrado como su personaje. Su eslavofilismo era tal vez excesivamente histérico para que fuese profundo; era la terquedad irascible de un genio enfermo, lo gritaba, lo vociferaba. Su fe en el Dios de Rusia no era acaso más firme que la de Turgueniev en el Dios de Europa, es decir, que la fe de ambos era semejante a los granos de mostaza. Cuando quiere ser filósofo (como en Los hermanos Karamazov) demuestra una confusión singular. Habla, conversa, escribe con una brocha. Hasta que vuelve a coger con la mano la aguja: la pluma. Jamás la complejidad humana fue tan desenmarañada como en sus escritos; su sentido psicológico es aplastante, visionario. Nos falta la medida para apreciarlo; es único. Sus contemporáneos quisieron calibrarlo, pero no lo consiguieron; es demasiado grande: desborda.

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    2. I m'ha fet gràcia llegir això de perdono a Tolstoi su aversión a hacer literatura para los hombres. No vull tornar al tema aquell que ja vam tocar, abastament, en parlar de Céline. Qui més qui menys, tots tenim coses a fer-nos perdonar; passa que alguns desastres demanen més penitència. I paro aquí, que se m'està despertant la ironia.

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    3. I gràcies, un cop més, per aixecar la llebre Hamsun, Miquel.

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  2. Miquel Vilardell18/1/13 17:19

    De res, altra vegada, Matilde.
    El segon fragment que has posat ja em quadra més amb el meu record de la lectura ; sé que quan ho vaig llegir vaig pensar que si les crítiques de llibres i les històries de la literatura fossin sempre tan viscerals i originals com aquesta - hi estiguis o no d'acord - i no tan "tècniques" ,es podrien posar al mateix nivell que les grans obres.
    Sobre això de "perdonar-li" a Tòlstoi el no voler escriure per als homes, té la seva conya venint de qui ve.

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