dimecres, 2 de gener del 2013

un parell d'idealistes


Dos escritores unidos por los valores idealistas del humanismo. Uno, León Tolstoi, era un terrateniente, hijo de aristócratas, nacido en un ambiente conservador, educado y seguro. El otro, Máximo Gorki, era hijo del pueblo más sencillo y había vivido una juventud vagabunda y miserable. Y, sin embargo, los dos se profesaban una mutua admiración, porque compartían los mismos ideales humanistas y revolucionarios.

A Gorki le vigilaba estrechamente la policía, porque sus ideas le hacían peligroso para el régimen autoritario del zar. Y a Tolstoi le veían, sencillamente, como un hereje loco que, con los años, iba convirtiéndose en un profeta molesto. Su figura era realmente incómoda, porque predicaba una filosofia utópica, fundamentada en la no violencia y en la desobediencia al Estado, a los tribunales y a los poderes burocráticos; incluyendo la objeción al servicio militar.
En el otro extremo, Gorki no creía en este pacifismo campesino, sino que era partidario de la lucha armada y de la revolución obrera. Pero lo curioso es que Gorki intentaba que el viejo León aceptase sus doctrinas marxistas y racionalistas. Y Tolstoi soñaba con que su joven amigo se convirtiese a su fe romántica y mística. De esa contradicción nació una bella, limpia y duradera amistad. Porque los dos compartían la idea fundamental de que un escritor debe ser, ante todo, un «educador» y «una autoridad espiritual» para su pueblo. La diferencia de edad entre los dos -cuarenta años- les distanciaba en muchas ideas. Y Tolstoi era duro con el estilo literario de Gorki cuando le acusaba de ser «un gallo de pelea» y de utilizar un lenguaje demasiado agresivo y falto de sencillez. Gorki tenía entonces la sospecha de que el viejo León era un actor que interpretaba el papel de «campesino». Pero, al pasar los años, fue comprendiendo que hay contradicciones insalvables en todas las vidas. Y él mismo -después de haber sido un revolucionario romántico- vivió en una villa de Capri, mantenido por el dinero que le enviaba Lenin. Cuando, en sus últimos años, aceptó la gloria oficial en la Unión Soviética, ya no era capaz de ocultar su vergüenza y su sufrimiento interior. Pero a Gorki se le ahorró la fuga hasta la última estación. Stalin se encargó de enviarle sus bombones envenenados: unos médicos que le trataron un enfriamiento con remedios muy sospechosos. Sólo las «autoridades morales» incomodan al poder y depiertan el odio de los tiranos.

Mauricio Wiesenthal. El viejo León. Tolstoi, un retrato literario. Edhasa, 2010. P.

3 comentaris:

  1. Per què no poses els gadgets de poder compartir els apunts amb la resta? Molts de dies m'encantaria "sharejar-los" en el meu Glugle+ :)

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    1. Ai, Clidi, jo no me poso els gadgets si no m'ho autoritza el meu confessor!!
      [Pa mi que jo no tinc d'això; bé, la veritat és que he arribat fins a "mostra els botons d'ús compartit", a format, i ho he activat i això s'ha quedat igual, aquí no surt res. Deu ser d'ells, m'he dit.]

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  2. raru raru raru raru :(

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