dilluns, 4 de febrer del 2013

hi havia una vegada amèrica

Desaparecidas las figuras colosales de John Updike y Norman Mailer, ¿quiénes son los novelistas norteamericanos vivos más importantes? La unanimidad es imposible, pero un cierto consenso entre quienes tienen autoridad en estos asuntos apunta a que, por la envergadura y peso de sus trayectorias, los narradores estadounidenses más relevantes de nuestro tiempo son Philip Roth, Cormac McCarthy, Don DeLillo y Thomas Pynchon. El hecho de que todos hayan nacido en un intervalo de apenas cuatro años (Roth y McCarthy en 1933, DeLillo en 1936, y Pynchon en 1937) los afianza como los más claros representantes de varias maneras divergentes de entender el arte de la ficción. La lista no resultaría reductiva ni arbitraria, de no ser porque en ella no figura el nombre de una sola mujer. No es un caso aislado. En 2006, The New York Times recabó la opinión de 200 expertos, entre los que figuraba un nutrido número de novelistas, pidiéndoles que identificaran los títulos de las obras de ficción más importantes publicadas en Estados Unidos durante los 25 años anteriores. La novela que obtuvo más votos fue Beloved, de Toni Morrison, seguida de Submundo, de Don DeLillo. Además del de Morrison, la lista incluía tan sólo el nombre de otra escritora, Marilynne Robinson. En cuanto al número de títulos por autor, los tres primeros puestos los ocuparon respectivamente Philip Roth con seis (La contravida, Operación Shylock, El teatro de Sabbath, Pastoral Americana, La mancha humana y La conjura contra América), Cormac McCarthy con cuatro (Meridiano de sangre, más la Trilogía de la frontera) y Don DeLillo con tres (Ruido de fondo y Libra, además de Submundo).
[...] Situemos todo esto en una perspectiva histórica. En Tolstói o Dostoievski, su primer libro, George Steiner avanzó la hipótesis de que con el declive de las potencias europeas el testigo de la gran novela pasó a manos de los imperios emergentes de Rusia y los EE UU. Independientemente de que Europa siguió produciendo novelistas de gran envergadura durante mucho tiempo, había algo rabiosamente novedoso en el despertar narrativo de la joven nación norteamericana. A mediados del XIX, una nueva manera de entender el cuento y la novela echan a andar de la mano de Edgar Allan Poe, Herman Melville y Nathaniel Hawthorne, con obras como La letra escarlata y Moby Dick. En el lustro comprendido entre 1850 y 1855 surgen los nombres de Emerson y Thoreau en el ensayo, y Walt Whitman en la poesía. Pocas veces en la historia de la literatura han tenido lugar explosiones de talento de semejante calibre. A lo largo de la centuria siguiente el canon se refuerza con los nombres de Mark Twain y Henry James. Una breve escala en 1925 permite constatar que entre los autores que publicaron aquel año figuraban Hemingway, Faulkner, Scott Fitzgerald y Dos Passos.
Lo que más interesa destacar de estos insólitos estallidos de genio colectivo es la persistencia de una serie de tensiones históricas que mueven el arte de la ficción en direcciones antagónicas (Twain: la voz del pueblo, como Whitman; James: la novela cerebral que se investiga a sí misma como medio; Hemingway, cultivador de una prosa de una claridad rayana en lo imposible frente a la extraordinaria opacidad impregnada de poesía de Faulkner).
Cormac McCarthy prorroga la lección de Faulkner, de cuyas obras fue editor hasta su muerte; Roth es heredero de un linaje que incluye nombres como Saul Bellow o Bernard Malamud. La mayor colisión entre pulsiones narrativas de signo antagónico probablemente tuvo lugar en la década de los cincuenta del siglo pasado. En 1951 se publica El guardián entre el centeno, de J. D. Salinger, la novela más vendida de la historia de la literatura estadounidense, y en 1955, Los reconocimientos, de William Gaddis, probablemente la menos leída. Esta última es, no obstante, una obra fundamental, sin la que no resulta posible entender ni a Pynchon ni a Foster Wallace. También en 1955 vio la luz Lolita, de Vladimir Nabokov, uno de cuyos segmentos (el recorrido de motel en motel por el corazón del paisaje americano efectuado por la ninfa y su seductor) es una de las dos mejores novelas de carretera de todos los tiempos. La otra es En el camino, de Jack Kerouac, publicada dos años después.
[...] Las letras estadounidenses siguen sin perder un ápice de vitalidad. El problema mayor a la hora de elaborar una lista de de nombres de interés, es lo que deja fuera. Así las cosas, proclamo que el interés de Richard Powers, Denis Johnson, A. M. Homes y George Saunders obedece a que la audacia de sus innovaciones no ahoga el milagro de su prosa; Chimamanda Adichie y Teju Cole interesan por su visión novelística, no por su raza negra; Jennifer Egan, Colum McCann, Dave Eggers y Jeffrey Eugenides interesan por la potencia de sus narraciones, no por ser blancos; Junot Díaz por su dominio del relato corto, no por ser hispano; la prosa de Thea Obreht cautiva por su vivacidad, no por su jovencísima edad. Por último, confieso que mi admiración por los nativos americanos Louise Erdrich y Sherman Alexie se deriva del hecho de que ambos han sabido preservar en sus historias la voz auténtica de sus tribus.

Eduardo Lago. «Una tensión narrativa que no palidece». El País | 23 diciembre 2012.


5 comentaris:

  1. Dr. Vilardekyll4/2/13 19:26

    Com article de resum històric i per les dades generals que aporta és molt bo, ara com a analisi el trobo tòpic i que cau en el rotllo patatero que ja em carrega, i creia superat, d'englobar literatures o moviments com si la influència vingués de naixements en un mateix país o de narrar sobre mons similars. Jo sóc el primer que m'agrada molt la literatura nord-americana, però també sóc el primer a dir que hi ha tot un seguit d'autors d'allà, sobretot del segle XX, que se'ls té en compte perquè ja hi ha una inèrcia (a)crítica amb tot el que ve d'Estats Units, i com que, en general, són de lectura agraïda i solen tenir molt bon ofici, ja semblen qui sap què. És el mateix que passava amb tots els autors russos, fins als anys trenta, que feia l'efecte que tots eren dostoievskis, tolstois o txèjovs. I no. O, a la inversa, quan menystenim la literatura catalana, perquè Rodoreda o Sales o Montcada sembla que no siguin suficients per donar-li entitat.

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    1. Bé, la idea era, justament, oferir una vista panoràmica de la qüestió, abans d'atacar Roth en exclusiva.
      I de tots els noms que cita al final, haig de dir que tinc moltes, moltes, moltes ganes de llegir Danses de guerra de Sherman Alexie, de qui sóc fan des d' Indian killer. Aquí, un que me n'ha fet venir més ganes, encara.

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    2. Algú dels presents ha llegit Los reconocimientos de Gaddis? Gràcies d'avantbraç.

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  2. Dr. Vilardekyll4/2/13 19:38

    I sense que serveixi de precedent : encara que sigui una discussió tòpica, estèril i de xerrameca de porteres, pot ser curiós investigar sobre la rivalitat entre Updike i Roth, més per part del primer que del segon. Són gairebé vides paral.leles - tots dos van néixer pel març, un l'any 32 i l'altre el 33, van començar a publicar gairebé al mateix temps i es van comprar una casa molt a prop, a la costa -, però amb ideologies contraposades i estils diferents, però amb un enfoc semblant, amb humor crític, sobre la societat nord-americana d'abans i després del Vietnam. Es veu que el personatge de Bech, creat per Updike, és una caricatura de Roth. Per altra banda, durant temps tots dos sortien a les travesses de possibles guanyadors del Nobel, fins que Updike va morir. En fi...sic transit gloria mundi

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    1. Em sembla que he llegit alguna cosa sobre això a Lecturas de mí mismo. Després ho buscaré, que el tinc a la feina. Ara me'n vaig a cal dentista, que les genives, del mal que em fan, m'estan recordant lo refotudament viva que estic. Sé que quan surti d'allà -convenientment alleugerida, espero- seré profundament feliç. Ni que sigui els primers cinc minuts. En fi.

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