dilluns, 18 de febrer del 2013

patrimonio segons portnoy


Patrimonio, una historia verdadera
, de Philip Roth, roza, como ninguna otra obra del autor estadounidense, esa tenue frontera entre la realidad y la ficción, tanto que, a pesar de su subtítulo de «verdadera», la Philip Roth Society la enmarca entre sus obras de ficción, como ya vimos en su bibliografía.


Personalmente me irritan ese tipo de subtítulos y al principio pensé que era un añadido de su edición española. Tan acostumbrados estamos a este tipo de tropelías que ya aceptamos resignadamente, que nada puede sorprendernos. Sin embargo ese es el título original de la obra, Patrimony: A True Story (sin descartar que los de Simon and Schuster decidieran incorporar el añadido de A true story por su cuenta, lo cual no sería de extrañar.)

Resumiendo ni Patrimonio es una historia verdadera, ni es una obra de ficción. De la misma manera que la mayoría de las novelas de Roth no son historias reales, aunque anclen en la realidad sus cimientos, creando cierto tipo de complaciente confusión que nos empuja irremediablemente a la mitificación como objeto de la memoria, tesis que postula Roth. Tras Patrimonio escribió Operación Shylock en la que nuevamente Philip Roth es el protagonista (por cierto, en todas las ediciones en español de la novela olvidan, por extrañas razones, el subtítulo original de Operación Shylock; Una confesión).
El caso es que Roth siempre ha jugado a confundir a sus lectores con esa mezcla de ficción autobiográfica y narración literaria, hasta el punto que sus personajes, sobre todo el recurrente Nathan Zuckerman, llega a confundirse con la personalidad del propio autor. En Patrimonio, donde los protagonistas son Hermann y Philip Roth, padre e hijo respectivamente, se alcanza un grado de simetría especular casi perfecta entre la realidad y la ficción. No se trata de Nathan Zuckerman y su padre, cuyas diferencias y convergencias no conoceremos cronológicamente hasta más adelante (en Me casé con un comunista, por ejemplo) pero no se trata, sobre todo no se trata, de Jack y Alexander Portnoy.
Es precisamente en El lamento de Portnoy, en la que Roth sacude visceralmente a la institución familiar, donde se pueden rastrear, evitando lo histriónico y desmesurado del protagonista principal, las coincidencias entre la ficción y la realidad, o de que manera la realidad es para Roth un excelente campo en la que desarrollar sus particulares ficciones.

Más que en descubrir el terrible Patrimonio al que hace referencia el título del libro, un Patrimonio que resulta prácticamente una venganza después de la despiadada crueldad con la que Alexander Portnoy se refiere al estreñimiento de su padre (y este detalle sólo lo pueden captar quienes hayan leído Patrimonio, quienes sepan cuál es el Patrimonio que lega al escritor su padre), más que en ese recordatorio morboso, quisiera detenerme en Operación Shylock, (que, según dicen, tiene su origen a partir de las llamadas telefónicas que recibía el padre de Roth) en un fragmento del inicio de esta también inclasificable novela, en ese momento en que el padre del escritor se muestra como la persona que mejor le conoce y le puede ayudar.

La foto, me recuerda la que ilustra la portada de Patrimonio y que es también analizada en la obra. La imagen, fundamento de la memoria y de la historia:

Era una fotografía de 7 x 5 pulgadas, con marco, tomada hacía cuarenta y cinco años por el fotógrafo de Metropolitan Life, con ocasión de que mi padre obtuviera uno de los muy codiciados premios que la compañía otorgaba a los mejores agentes de cada zona. Ahí estaba, como apenas si alcanzaba a recordarlo ahora: el agente de seguros, luchador incansable, de la época de mis primeros años colegiales, con ese aspecto impasible que imponía el estilo norteamericano de tiempos de la Gran Depresión: corbata muy formal, impecablemente anudada; traje oscuro cruzado; pelo empezando a escasear, muy recortado; mirada firme y al frente; sonrisa acogedora, sobria, contenida. El hombre que el jefe quiere tener en su equipo, el hombre en cuya ponderación y equilibrio pueden confiar los clientes; miembro del cupo del mundo cotidiano, con su tarjeta por delante. “Confíe usted en mí”, proclamaba la foto. “Póngame a prueba. Asciéndame. No le defraudaré.

Philip Roth; Operación Shylock

Pienso que más que el Herman Roth incontinente de Patrimonio, que no es ciertamente el padre de Roth, si no un hombre presionado por la enfermedad y la muerte, y mucho más que el Jack Portnoy que despertaba una hora antes cada día para dar «una oportunidad a sus tripas», el verdadero padre de Philip Roth está grabado en esa fotografía y, sobre todo, en las palabras de admiración de su hijo.

El resto es literatura.

(Muy buena, por cierto)
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P.S.: Per si no queda clara la cosa, aquest apunt ha set respectuosament pispat de El lamento de Portnoy, el blog de Javier Avilés, un admirador entregat de Roth.


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