dilluns, 1 de setembre del 2014

una maleta a berlín






Hay una canción de Marlene Dietrich tan famosa como la archifamosa ‘Lili Marlene’. Se trata de 'Ich hab’noch einen Koffer in Berlin', algo así como 'Todavía tengo una maleta en Berlín', en la que una berlinesa tan auténtica, Marlene, en plena capacidad interpretativa, nos advierte que, por tanto, debe volver allí, a Berlín, no sin antes recordarnos la belleza de París (su residencia desde hace tantos años) y Roma. Sin embargo, según la canción, hay que volver a Berlín porque tenemos una maleta allí. Algo que hay que recordar al trazar el mapa de capitales de la Europa de entreguerras. París, sin duda, fue una de ellas o fue “una” capital, en especial auspiciada por la generación perdida norteamericana y la eterna fiesta hemingwayana, que, con frecuencia, nos ha hecho olvidar Londres o Berlín o, incluso, la Viena al doblar el siglo, pero éste ya es otro asunto. La capitalidad europea de entreguerras de Berlín tal vez se refresque con la reciente aparición de la versión catalana de Una princesa a Berlín, de Arthur R.G. Solmssen (Columna, traducción de Eulàlia Presas, y de la que ya existía versión castellana: Tusquets, 1982), un norteamericano que también parece haber dejado una maleta en el Berlín de su infancia, transcurrida en la ciudad, para sumarse con esta novela (con copyright de 1980) a la saga de cantores extranjeros de la ciudad, entre los cuales hay un decano indudable, el británico de cuna y norteamericano de adopción Christopher Isherwood (1904-1986) y sus inolvidables Mr. Morris Changes Trains y Goodbye to Berlin (1939; versión castellana de 1963 de Jaime Gil de Biedma), tan esplendorosamente fusionadas en el filme de los años setenta Cabaret.
Berlín, no obstante, no precisaba de bardos foráneos porque Alfred Döblin (1886-1957) con su Berlin Alexanderplatz ya había conseguido convertir la ciudad en la gran protagonista de su novela posexpresionista, aunque tuviera que repartirse planos con el Franz Biheskopf, el pobre diablo que actúa de personaje central. Tampoco era necesario que, para empezar, Isherwood o herr Issyvoo se dedicara a ser “una cámara con el obturador abierto, pasiva, minuciosa, incapaz de pensar” porque ya lo había hecho un cineasta, Walter Ruttmann, con su “Berlín sinfonía de una gran ciudad”, una joya para cinéfilos y público en general a la que Pegasus, una formación musical catalana, le puso excelente música hace pocos años. Tanto Berlin Alexanderplatz como el filme de Ruttmann eran creaciones de 1929, curiosamente el año del estreno de una de las obras más conocidas de Bertolt Brecht, Die Dreigroschen Opor, una obra teatral que, muy pronto, Hitler prohibiría no sólo en Berlín sino en toda Alemania. Berlín, en 1933, sería la capital del Reich y una de las de Europa, una ciudad destrozada en 1945 y donde el primer día de la llegada de las tropas aliadas de representaría, a pesar del frío y de precariedades diversas, precisamente, la genial pieza de Brecht... 

Marta Pessarrodona. «Una maleta de cultura literaria: Berlín. Algunas recreaciones de la capital europea de entreguerras». La Vanguardia. 27 febrer 1990.




1 comentari:

  1. Rigor mortis (esmena): el documental de Walter Ruttmann, Berlin: Die Sinfonie der Großstadt, és de l'any 27.

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