dissabte, 25 d’abril del 2015

les bibliotecàries també maten


Com cada Sant Jordi, rebo un correu de la Montse Clavé —dit així semblem íntimes, però la veritat és que només formo part de la llista de distribució de la llibreria Negra y criminal—, on la llibretera recomana, de cara a la diada, llibres de la seva especialitat, és a dir, de lladres i serenos. I, d'entre totes les propostes, trio —de seguida entendreu el perquè— aquesta:

Ingrid Noll es una gamberra. En sus novelas practica  la ironía y el sarcasmo. Eso sí negros, muy negros. A mí me gusta mucho esta autora. La considero una rara avis dentro del panorama adocenado que nos suele invadir.
A Ingrid Noll le gusta destacar las vivencias negativas de sus personajes que les marcan la vida en el presente  y que tendrán una influencia clave en su futuro y en las decisiones que tomaran. Sus personajes femeninos suelen ser amorales, conviven con la muerte y el crimen de una manera natural y,  generalmente, es gracias a sus acciones criminales que suelen mejorar su situación económica y cambiar de vida. Los personajes masculinos en cambio no suelen salir muy bien parados, las más de las veces observan sorprendidos lo que sucede a su alrededor y son incapaces de controlar el curso de los acontecimientos.
En Bienes y codicia, vemos que, al igual que yo, Ingrid Noll, no adora a las bibliotecarias y menos a las bibliotecarias jubiladas.  Carla es una de ellas,  ha soñado a menudo en su futura existencia como pensionista. Al cumplir los sesenta años, abandona su puesto en la biblioteca municipal y se jubila. Con alguno de sus compañeros de trabajo sigue manteniendo un contacto esporádico, pero todo cambiará después de recibir una invitación que tendrá para ella importantes consecuencias.
Espero que os hayan interesado mis sugerencias para comprar, regalar, leer, en este día del libro, 23 de abril del 2015.
Montse Clavé/ librera 

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Durante sus años de bibliotecaria, Carla ha soñado a menudo en su futura existencia como pensionista: pasará por fin a ejercer como lectora, dedicando –como siempre ha deseado– largas horas a esa actividad, cómodamente apoltronada en su butaca y sin que nadie la moleste. Finalmente ve llegado ese momento cuando, al cumplir los sesenta años, abandona su puesto en la biblioteca municipal y se jubila. Con alguno de sus compañeros de trabajo sigue manteniendo un contacto esporádico, pero todo cambiará después de recibir una invitación que tendrá para ella importantes consecuencias. En el transcurso de un «desayuno de tenedor», Wolfram, un antiguo colega de la biblioteca, viudo sin descendencia y enfermo terminal de cáncer, le plantea una insólita oferta que no deja de resultar bastante tentadora: si Carla accede a ocuparse del entierro y de que en su lápida figure una inscripción, heredará una cuarta parte de su patrimonio. Si además se compromete a cuidar de él hasta el momento de su muerte, le corresponderán la mitad de sus bienes. Sin embargo, no acaba ahí su atrevida propuesta: si ella le “liquida” de acuerdo con sus deseos cuando Wolfram lo solicite heredará toda su fortuna, incluida una mansión de tres plantas en Weinheim...Eso acabará definitivamente con la tranquilidad que tanto anhelaba la bibliotecaria. [De l'editorial Circe].


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