dilluns, 30 de novembre del 2015

carta a un neòfit castellà, sobre literatura catalana


18 febrero 58.
Querido José María:
No es por pereza que te dije el otro día que apenas me veía con fuerzas para trazarte el prometido esquema de la literatura catalana. Realmente no hay casi material para llenar ni dos cuartillas. Pero, en fin, voy a hacer lo que pueda, y el día que tengamos una charla ya me pedirás que complemente lo que haga falta.
Ya sabes que, según dicen, los fundadores de la prosa catalana moderna son Pin y Soler y Narcís Oller. A Pin y Soler no lo he leído ni pienso hacerlo: parece que es una especie de Fernán Caballero en más chiquito todavía. Es en todo caso el introductor de la peste ruralista entre los novelistas catalanes. Sobre Oller te adjunto unas notas que tomé este verano, cuando releí sus cosas principales. Nada malo puede decirse de Oller, pero tampoco nada bueno. Era de intenciones civilizadas, pero no tenía talento: en todo caso, se lee todavía sin esfuerzo, y sin duda es mucho mejor que Ignacio Agustí, que le plagia descaradamente. En los últimos años, Cruset se ha dedicado a hinchar la importancia de Vayreda, sobre cuya novela principal, La punyalada (sólo tiene otra, Sang nua), verás ahí también una nota. Vayreda es otro ruralista, y francamente malo, aunque tiene lo que podríamos llamar una vitalidad animal superior a la de Oller. Sus recuerdos de la guerra carlista están escritos en una lengua de perro pero se leen bien, cosa que no ocurre con sus novelas. Para ahorrarte la consulta del Espasa, añado que Mariano Vayreda es el hermano menor de Joaquín, el inventor de la pintura olotina, y que él fue también pintor y que a menudo ponía las figuritas de los paisajes de su hermano. El otro novelista de la época que a veces se recuerda todavía es Raimon Casellas. Era un buen crítico de arte, pero sus novelas y cuentos son grotescos. En uno de los papeles adjuntos encontrarás copiada la primera frase de Els sots feréstecs: este estilo absurdo se mantiene durante todo el libro.(1)
Y eso, o sea nada, constituye toda la prosa catalana de la Reinaxença, aparte de Ruyra y Víctor Català, que son lo único con cierta envergadura. De los demás, no sólo es difícil decir algo para caracterizarles individualmente, sino que ni siquiera forman propiamente una literatura, una escuela con cierta unidad: no son más que unos cuantos pequeños aficionados provincianos, que se dedican a imitar lo que está de moda en Madrid o París.
De Ruyra y Víctor Català no te digo nada, porque a éstos hay que leerlos, por lo menos en parte. Hay que leer Solitud, y probablemente nada más de Víctor Català, cuya flauta realmente parece haber sonado una vez por casualidad. Te adjunto unos pasajes de una interviu con ella, que indican el horripilante mundo de donde salió. Es también, con pocas diferencias, el mundo de Ruyra: era terrateniente en Blanes, y allí pasó toda su vida. Lo que creo hay que leer de él es el cuento La parada, que me parece muy superior al resto de su obra, y casi lo único que hace de Ruyra algo más que un Pereda menor. Lo que verás en la primera página que leas de Ruyra es que era realmente un gran prosista, con nervio y número y vigor idiomático: y es el único de quien puede decirse que realmente escribía en catalán.
Después de toda esta gente empezó la literatura. No quiero decir que empezara la buena literatura. Aparte la cuestión de la calidad, lo que en este país inventaron Carner y Ors fue el literato como tipo social: antes, no había habido más que aficionados, y el hecho de que Maragall o los mallorquines o Ruyra realmente tengan valor no hubiera bastado para impedir lo que parecía lógico: que la literatura catalana, pasado el fervor ruralista y regionalista, terminara como el felibrige. A Carner y Ors, junto con Fabra, les corresponde el mérito o la culpa de que las cosas fueran de otro modo. No te digo nada de su obra, que ya conoces o conocerás, ni tampoco de la de Guerau de Liost y Riba. En cambio, lo que puedes perfectamente ahorrarte es la lectura de López-Picó, que no vale nada, aunque cuarenta años atrás impresionara a muchos, porque realmente tiene una especie de genio: el genio del galimatías. Para caracterizarle de algún modo, diré que parece estar en el camino que lleva desde los teutones del tipo de Däubler o Dehmel hasta los vahos españoles actuales, de Bousoño por ejemplo.
López-Picó, de todos modos, tiene el pequeño valor histórico de haber sido el primer catalán que hizo literatura vanguardista, de estilo parisién o muniqués. Los primeros que le siguieron en esto fueron Salvat-Papasseit y Foix. A Foix ya lo conoces. Salvat no es malo, pero es tan pequeño que casi no se le ve: es una especie de León Felipe con menos prolijidad y menos vitalidad. Tiene una cierta gracia espontánea, pero le falta calidad: es laxo y a veces vulgar.
De 1910 a 1930, la prosa da mucho menos todavía que en la época de la Reinaxença. Hay un tipo de novelistas socialistas y anarquistas, que constituyen lo que podríamos llamar la literatura de la Barcelona de las bombas. El único de ellos que tenía talento es Joan Puig i Ferreter: desgraciadamente su incultura era tan fabulosa, que no permite casi que el talento se manifieste. Una incultura en el nivel más bajo, el de las faltas de gramática por ejemplo. De todos modos, Puig es casi la única posibilidad de gran novelista que ha apuntado hasta ahora por el país, y aunque se frustrara, no es posible olvidarla. Te recomiendo que leas Camins de França, que son sus memorias, y que tiene pasajes estupendos. El otro tipo de novelista que daba el país es el pequeño imitador de los franceses: Soldevila que deriva de Duvernois o Maurois, Llor que deriva de Mauriac. Nada de ellos merece ser leído, salvo las memorias de Soldevila, que son uno de los pocos libros informativos sobre este país. En esta época apareció también Pla, que hizo en la literatura catalana una entrada de caballo siciliano (en 1925, con Coses vistes), gracias a una fantasía verbal y a una independencia de espíritu muy superiores a las que tiene el literato de este pueblo. Luego Pla se ha ido deshinchando, sobre todo porque su lengua, en vez de mejorar, se ha estropeado de un modo lamentable: lo que antes era fantasía es ahora una especie de diarrea. Pero lee El carrer estret, probablemente su mejor libro; y en todo caso Pla no es aburrido.
Hacia 1930 apareció un segundo grupo de escritores de vanguardia y con cierta calidad, al que llamaron grupo de Sabadell, y que era tan pequeño que en la práctica sólo lo componían Joan Oliver (ya sabes que firma sus poesías Pere Quart) y Francesc Trabal. Son los dos muy pequeños, pero su literatura es civilizada. Oliver es una especie de Christian Morgenstern menor. Trabal tiene dos buenos libros: Judita, una historia de amor surrealista, y Vals, un intento de novela seria, fallido como tal, pero que todos los aprendices de novelista en catalán hemos leído y releído hasta la náusea: es la única novela catalana realmente bien escrita; algo así como Carner puesto en prosa.
Y llegamos ya al fin: a Rosselló-Pòrcel, que no fue un gran poeta porque no tuvo tiempo, pero que tal vez lo hubiera sido: su lengua tiene calidad y eso es tan raro en Cataluña que casi parece un milagro. A Espriu ya le conoces: en mi opinión, lo único que tiene bueno es su Esther; su poesía me parece floja: opaca y sin vuelo. Inferiores a Rosselló y Espriu son sus compañeros de «generación»: Rosa Leveroni, que escribe bien pero no tiene gran cosa que decir, y Vinyoli, que acaso tenga algo que decir pero no sabe escribir.
No te digo nada de los aparecidos después de la guerra, porque casi no los conozco.
Y eso es todo. Siento que sea tan poco, pero realmente no es culpa mía —en cuanto al fondo. Pero no estoy seguro de que estas notas sean exactamente lo que puede resultarte útil. En fin, ya me pedirás lo que te parezca.
No sé si te veré esta noche. Si es así, te daré yo mismo estas notas, si no, te las mandaré. Tuyo,

Gabriel Ferrater

Gabriel Ferrater. «Carta a un neòfit castellà, sobre literatura catalana, seguida de cinc anotacions de diari, sobre Oller i Vayreda». A: Sobre literatura. Assaigs, articles i altres textos: 1951-1971. Edicions 62, 1979. P. 127-131.

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(1) De Els sots feréstecs:
A on reira de bet deuen haver anat a raure els ossos corcats d'aquell jaio del dimoni?
Era tan xaruc, xaruc, que, mentre els uns deien que tenia més de noranta anys, d'altres juraven que havia passat dels cent, i no mancava qui fes posta sobre que en duia a l'esquena més de cent quinze o de cent vint.


4 comentaris:

  1. Una mica txulo en les seves consideracions, no trobes? No va pensar, l'imprudent, que algun dia ell també seria farro de filòlegs?

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    1. Mètode iconoclasta. Jo ric molt, amb en Ferrater, sobretot perquè no em toca el rebre, és clar. Té una manera molt curiosa de dir que l'Albert és bona. Hay que leerla i després, tret al genoll. Però Hay que leerla. No se m'acut elogi més gran.

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  2. Quanta metralla, el paio !!! Feia temps que no havia llegit ningú tan contundent. Jo també hi ric, encara que exageri i es passi de rosca. El que em sorpren més és que es fiqui tant amb exigències lingüístiques quan Ferrater venia de formació castellana i els primers escrits seus en català eren molt deficients (m'ho explicà un conegut personatge del món literari osonenc que el va conèixer)
    Dr.Vilardekyll

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    1. Però de ben segur que el va dominar de seguida. El català, vull dir. Diuen que tenia una facilitat per les llengües impressionant. Conta la llegenda que va aprendre polonès per llegir Gombrowicz, que era un dels seus autors favorits.

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