dissabte, 7 de gener del 2017

biblioteca en flames


Pocas cosas hay más dramáticas para un amante de los libros que ver cómo el objeto de su devoción se echa a perder. Eso es lo que debieron de sentir los empleados de la Biblioteca Estatal de Lansing, en Michigan, cuando un día a principios de febrero de 1951 descubrieron que el edificio en el que trabajaban estaba en llamas. El equipo de bomberos se trasladó rápidamente al lugar del incendio, pero no logró extinguir el fuego hasta dos días después. Tras intensas jornadas de trabajo y casi cien millones de litros de agua vertida, los bibliotecarios entraron en el edificio y descubrieron que el fuego no había sido lo que más había deteriorado los libros. En su intento por salvarlos de las llamas, los bomberos habían empapado, salpicado o congelado la mayor parte de los más de 500.000 libros y publicaciones periódicas que formaban parte de los fondos de la biblioteca.
Unos 25.000 libros estaban completamente destrozados y eran irrecuperables, y otros 30.000 estaban gravemente dañados pero se podían salvar. Ahora bien, había que actuar con rapidez porque con el paso de los días el moho amenazaba con dejarlos insalvables. El desastre era tal, que cuatro semanas después del incendio seguían apareciendo unos doscientos libros mohosos al día.
Para secarlos, tanto los bibliotecarios como los voluntarios llevaron gran parte de los libros más dañados a una escuela próxima y los colocaron uno a uno en las gradas de un gimnasio. El secado se aceleró instalando ventiladores de aire caliente, que también fueron colocados en la biblioteca para tratar de reducir la humedad del ambiente. Muchos de los documentos llegaron incluso a plancharse para tratar de recuperarlos. Un problema añadido es que el agua con el que se había apagado el incendio estaba tan fría que había estantes que se habían congelado con los libros en ellos y para desincrustarlos hubo que usar palancas. Fue difícil conocer la verdadera magnitud del desastre, ya que los inventarios que había no estaban lo suficientemente completos ni detallados.
Tiempo después se supo que el incendio había sido provocado por un joven de 19 años llamado Richard C. Shay, que temía ser enviado a la guerra en Corea y que para evitar que le llamaran a filas provocó un pequeño incendio que le habría eximido de hacer el servicio militar pero que se le fue de las manos. Algunas de las fotos de la tragedia fueron recogidas por la revista Life, que le dedicó un artículo.

Alejandro Gamero. Así se recuperan los libros de una biblioteca incendiada. La piedra de Sísifo. 22|11|2016.




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