diumenge, 28 de novembre del 2021

enquist parla del metge de cambra


TULIO DEMICHELI
Per Olov Enquist: «Los intelectuales carecen de ductilidad para ejercer el poder»
Abc Cultura
3|11|2002
«La visita del médico de cámara», que acaba de publicarse en español, narra el periodo en el que Johann Friedrich Struensee -un médico alemán de la Ilustración- intentó introducir reformas políticas y sociales en Dinamarca durante el reinado del adolescente rey loco Cristian VII

El escritor sueco Per Olov Enquist, considerado como uno de los más importantes novelistas escandinavos, además es guionista de televisión y cine (a él se debe «Pelle, el conquistador», galardonada en su día con el Oscar a la mejor película de habla no inglesa). Enquist presenta ahora en español «La visita del médico de cámara» (Destino), un relato histórico.

El paradigma medieval de la monarquía es Macbeth, la ambición pura y dura. ¿Es la locura, como infección del pensamiento y del lenguaje, su paradigma moderno, con reyes locos como el británico Jorge III o Luis II de Baviera?

En Dinamarca, la monarquía iba a la locura por degeneración, de una manera tan concreta que hubo que cambiar la dinastía avanzado el siglo XIX: aquellos monarcas se volvían locos, estaban alcoholizados o eran estériles. La concepción teocrática de la monarquía, según la cual el soberano recibía el carisma de Dios, empezaba a chocar en la época de Cristian VII, protagonista de la novela, con otras concepciones políticas e ideológicas, como las de la Ilustración.

¿Qué enfermedad sufría el rey?

Se trata de un síndrome que ha sido descrito hace sólo 20 años: el Minor Brain Damage Desease (enfermedad del pequeño daño cerebral) y que se causa en el parto. Es bastante común. Se manifiesta en niños y adolescentes de notable inteligencia, muy inquietos, con episodios de gran agresividad. Así, Cristian en ocasiones se comporta como un intelectual que mantiene correspondencia con Voltaire, pero también sufre arrebatos y se lía a romper muebles, como una estrella de rock.

El modelo de educación de los reyes daneses implicaba su total doblegamiento.

Me he servido de un libro que escribió Elia Salomon François Reverdil, el preceptor de Cristian VII, para documentarme. Francamente, no era difícil volverse paranoico. El rey era el elegido de Dios, cierto, pero su educación estaba dirigida a romper su voluntad, a doblegarlo, para que traspasara el poder efectivo a otros: a la burocracia de la Corte, al Consejo o a validos. Lo paradójico es que cuando ascendió al Trono y tenía que hacer ese traspaso, se coló de rondón este joven médico de ideas avanzadas.

El lenguaje desempeña un papel muy importante en la novela.

En efecto, y tiene que ver con un modelo de aprendizaje que no contemplaba la comprensión, sino la memorización. Así, Cristian VII memorizaba las líneas de un guión como si aprendiera un papel de teatro. La realidad existía, estaba ahí, pero el joven soberano no podía asumirla, porque su visión del mundo era irreal. Por su parte, Struensee, que no sólo era un intelectual ilustrado, sino además un médico que había ejercido en la beneficencia y que, por lo tanto, sabía mucho de la realidad, era un pésimo estratega.

Usted detalla los errores que le llevarían al patíbulo.

Las reformas que Struensee pretendió introducir en los dos años en los que ejerció el poder (la reducción del presupuesto de la Armada, o la suspensión de los aranceles de aduana en el paso de Sunt, que servían para financiar a la Corte) perjudicaban directamente los intereses del partido de la nobleza; su falta de visión política inmediata le resultó fatal. Los intelectuales a veces ceden a la tentación del poder; conocen las respuestas pero carecen de la ductilidad necesaria para llevar adelante sus propósitos. Hoy Struensee sería un gobernante impensable. La democracia funciona gracias a continuas negociaciones y pactos, lo que es algo muy fatigoso.

Dos mujeres (la reina Carolina-Matilde y la cortesana Storlete-Catarine) son fundamentales en esta tragedia.

La reina, que tenía 13 años cuando se casó con Cristian VII, no era un personaje interesante al principio. Sin embargo, cuando Gustavo III de Suecia visita Dinamarca sólo seis meses antes de que se ponga en marcha el proceso contra el médico, dice que ella era la protagonista y Struensee, «el silencioso». Su apoyo a las reformas de Struensee le cuestan el exilio y luego, muy probablemente, la vida: muere asesinada a los 23 años, en el norte de Alemania. En cuanto a Storlete-Catarine, la única mujer que contentaba y calmaba al rey, la historia nos cuenta que también albergaba ambiciones políticas, por lo que hubo de exiliarse algunos años.

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