divendres, 21 de gener del 2022

el judici de nabokov (II)


¿Por qué mata Raskólnikov? La motivación es sumamente confusa.

Raskólnikov era, si hemos de creer lo que Dostoyevski, con bastante optimismo, quiere hacernos creer, un muchacho bueno, leal a su familia, por una parte, y a elevados ideales por otra, capaz de abnegación, amable, generoso y trabajador, aunque muy vanidoso y orgulloso, incluso hasta el punto de replegarse por completo en su mundo interior sin sentir la necesidad de las relaciones humanas de corazón a corazón. Este muchacho tan bueno, tan generoso y tan orgulloso es lamentablemente bastante pobre.

¿Por qué asesina Raskólnikov a la vieja prestamista y a la hermana de ésta?

Aparentemente, para sacar a su familia de la miseria, para salvar a su hermana, que, por ayudarle a continuar sus estudios, estaba a punto de casarse con un hombre adinerado pero bestial.

Pero también comete ese asesinato para probarse a sí mismo que no es un hombre vulgar, sujeto a las leyes morales dictadas por otros, sino capaz de dictarse su propia ley y cargar con el tremendo peso espiritual de la responsabilidad, de soportar los remordimientos y servirse de ese medio malo (el asesinato) para lograr un propósito bueno (la ayuda a su familia, su educación, que le permitirá llegar a ser un benefactor de la especie humana), sin perjuicio alguno de su equilibrio interior y su vida virtuosa.

Y también comete ese asesinato porque una de las ideas predilectas de Dostoyevski era que la propagación de las ideas materialistas forzosamente destruye los criterios morales en los jóvenes, y puede convertir en asesino incluso a un joven bueno en el fondo, a quien una desdichada coincidencia de circunstancias fácilmente podría empujar a cometer un crimen. Nótense las ideas curiosamente fascistas que Raskólnikov desarrolla en un «artículo», a saber, que la humanidad se compone de dos partes, el rebaño y los superhombres; la mayoría debe someterse a las leyes morales vigentes, pero los pocos que están por encima de la mayoría deben ser libres de dictarse su propia ley. Así, Raskólnikov empezaba afirmando que Newton y otros grandes descubridores no deberían haber vacilado en sacrificar a docenas o cientos de vidas individuales si esas vidas les hubieran estorbado en su proyecto de dar a la humanidad el beneficio de sus descubrimientos. Más tarde, sin que sepamos por qué, se olvida de esos benefactores de la humanidad y se centra en un ideal totalmente distinto. Toda su ambición se condensa de pronto en Napoleón, en quien ve, típicamente, al hombre fuerte que gobierna a las masas gracias a su osadía para  «recoger» un poder que estaba ahí, esperando al que «se atreva». Es una transición veloz ésta del ambicioso benefactor del mundo al tirano ambicioso de su propio poder. Transformación que merece un análisis psicológico más detenido que el que Dostoyevski, con las prisas, se puede permitir.

La siguiente idea predilecta de nuestro autor resulta ser la de que el delito acarrea, para el hombre que lo comete, ese infierno interior que es la suerte inevitable de los malos. Sin embargo, no se sabe por qué ese sufrimiento solitario interior no conduce a la redención. Lo que sí trae la redención es el sufrimiento real abiertamente aceptado, el sufrimiento en público, el rebajamiento y la humillación deliberados ante los otros; de este modo, el que sufre puede lograr la absolución de su crimen, la redención, una nueva vida, etcétera. Ésa será, en efecto, la senda que siga Raskólnikov, pero es imposible afirmar que no vuelva a asesinar. Y, por último, está la idea del libre albedrío, la del crimen que se comete por el hecho en sí de cometerlo...


Vladimir Nabokov. Curso de literatura rusa. Traducció de María Luisa Balseiro. RBA, 2010. P. 189-191.

 

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