divendres, 10 de maig del 2024

welty, de jackson


ROBERT SALADRIGAS
Welty, de Jackson
Cultura|s La Vanguardia
30|9|2009


Este año se cumple el centenario del nacimiento de Eudora Welty (Jackson, Misisipi, 1909-2001), la narradora que junto a Flannery O'Connor fue —sigue siendo— gran maestra del relato norteamericano y referente femenino del llamado gótico sureño. La vida de la señorita Welty transcurrió entera —a excepción de los años de estudiante en Columbia— en la casona estilo Tudor que su familia, —blanca, protestante y puritana— había levantado en Jackson, la capital del Estado. En ella, la joven Eudora recibió una carta estimulante de Faulkner, su amigo y faro —el otro fue Katherine Anne Porter—, que lacónicamente decía: "Lo estás haciendo bien". Era suficiente para que Welty supiera que transitaba por la senda adecuada. Así que escribió medio centenar de cuentos y cuatro o cinco novelas (entre ellas Boda en el Delta), un libro autobiográfico y uno de fotografías, su otra pasión después de la literatura.

Magnífica idea la de presentar en un volumen sus Cuentos completos y una de sus novelas, La hija del optimista (The optimist daughter), por la que obtuvo el Pulitzer de 1973. Resulta muy interesante hacer ahora una relectura de ambos libros y verificar que, pese a la indudable calidad de las novelas, fueron los cuentos los que consagraron muy pronto a Eudora Welty. Faulkner lanzó la peregrina teoría según la cual "probablemente todo novelista primero quiere escribir poesía, se da cuenta de que no lo consigue, y entonces prueba con el cuento, que es la forma más exigente después de la poesía. Cuando ve que ahí también fracasa, entonces, sólo entonces, se dedica a escribir novelas". Eso le sucedió a él, que quiso ser poeta —su narrativa es la más poética de la literatura americana—, probó con el cuento, donde no puede decirse que fracasara, y acabó creando novelas imperecederas. Por su parte Welty conquistó el sol con sus dos primerizos libros de relatos y, en mi opinión, las novelas que vinieron luego no son superiores sino complementarias de los relatos breves.

Las mujeres de Welty, oprimidas en el hogar o agobiadas por la presión social, suelen avanzar por el filo de la normalidad y la paranoia. En ocasiones resuelven los conflictos explotando su vena grotesca o simplemente optan por la huida liberadora. Laurel, la protagonista viuda de La hija del optimista, vuelve a Mount Salus (Clinton desde 1823) para asistir a la agonía y muerte de su padre, el juez McKelva, que se ha casado de nuevo con una mujer más joven de clase inferior. Los enfrentamientos con esta, la soledad frente a los cotilleos de sus viejas amigas —formidable la recreación del coro de voces— y los recuerdos de infancia le aconsejan regresar a Chicago, es probable que para siempre.

Welty fue una estilista de vigoroso talento. Se dotó de un lenguaje metafórico técnicamente complejo, de amplios registros (vean con qué endemoniada destreza lo utiliza en algunos de los cuentos más ilustrativos de sus fantasías góticas como Clytie o La lluvia de oro), que siempre da la impresión de ser claro, todo lo contrario de Flannery O'Connor o Carson McCullers, cuyas psiques atormentadas se reflejan en la escritura. Sólo echo en falta el relato Por qué vivo en la oficina de correos, que dio el nombre de la autora a un servicio de correo por internet. Justo homenaje global a su maestría narrativa.


Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada