Las mejores copias ponen en entredicho la calidad del modelo. Según la leyenda, en 1921 Charles Chaplin se presentó a un concurso de imitadores de Chaplin. En forma absurda, quedó en segundo lugar (un periódico australiano incluso lo ubicó en el puesto 27 entre 40 participantes). El cómico ya era mundialmente famoso, pero pocos lo habían visto a todo color. En persona, el célebre Charlot ofrecía una pálida versión de sí mismo.
¿De qué sirve ser auténtico si no lo pareces?
Juan Villoro. No soy un robot. La lectura y la sociedad digital. Anagrama, 2024. P. 57.
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