MIQUI OTERO
Perderse con Tallón
elPeriódico
8|2|2022
Perder cosas es humano y encontrarlas, divino. Buscarlas puede ser una vocación.
En la novela 'L’home que es va perdre', de 1929, Francesc Trabal plantea una idea aparentemente descabellada: Lluís Frederic olvida en un café de Gràcia una pitillera de oro que le había regalado Sílvia, su ex. Espoleado por la angustia de perder el último vestigio de su amor, organiza una enorme campaña para encontrarla. Después de tres meses de búsqueda obsesiva, entregado a esa única causa y sintonizando por primera vez en su vida un objetivo nítido, la encuentra. La primera pregunta es: ¿Y ahora qué? La segunda: ¿Y si la volviera a perder? Y luego: ¿Y si perdiera otra cosa? “Qué felicidad vivir y vivir encontrando y perdiendo cosas”. Con el tiempo, planea emigrar a América, donde valorarían su audacia: un emprendedor de la idea de perder: “Podemos perder cosas estupendas, sensacionales. Podemos perder casas, monumentos, trenes, muertos…”.
Me habría encantado haberle contado en su día este argumento a Juan Tallón. Solo nos hemos visto en persona una vez, cuando me presentó mi anterior novela en Santiago, y en esa ocasión comprobé su talento, su gracia y también su magnética relación con la pérdida. Después de una noche de copas, fui yo quien perdí el tren a primera hora del día siguiente.
Si esa noche hubiera conocido la historia que ya entonces tramaba, podría haberle hablado del hombre que se perdió. Lo habría hecho justo después de que me planteara el argumento del fascinante y logradísimo libro que ahora, después de años de buscarle sentido y estructura, publica con el título 'Obra maestra' (Anagrama): “Desaparece una escultura de acero, una obra maestra del minimalismo, de 38 toneladas de peso”.
La obra había sido encargada por el museo para la inauguración del Reina Sofía. Luego esos cuatro bloques de acero, ideados por Richard Serra, fueron trasladados a una nave en Arganda del Rey, en 1990. Cuando, quince años después, el centro quiso recuperar la obra, simplemente se había perdido.
La dificultad para mover sin dejar rastro algo de esas dimensiones aquilata el enigma. Sería casi creíble que la hubiera perdido Lluís Frederic, un personaje de ficción, o que hubiera acabado como monolito de la realidad prehistórica de la película '2001'. Algo absurdo exige una solución absurda. Y esto es absurdo por varias razones.
La primera es que lo que se perdió fue una obra maestra. Si se fijan, siempre pierde uno el mechero que enciende, el bolígrafo que aún pinta, la persona a la que se quiere. Siempre se van los mejores. Y eso es porque solo sentimos que se ha perdido lo que sentimos perder.
Lo segundo es que lo que se perdió fue una obra maestra. Y que, como se dice en el libro: “La obra maestra es robar la escultura de Richard Serra, no hacerla”. Una frase que recuerda poderosamente a aquella de Brecht: “¿Qué es robar un banco comparado con fundarlo?”.
Así que Tallón entrevista al vigilante que comía un bocadillo de sardinas, a la jefa de comunicación del Ministerio de Cultura, a César Aira, a taxistas, chatarreros, miembros de la Interpol. Y los organiza con los recursos de composición y estilo de la novela de ficción y dentro del subgénero del reportaje de citas. Dibujando un retrato del artista, del escritor, de nuestra supuesta entrada en la modernidad y de la evolución del arte institucional. Y lo que consigue es lo que el título promete: una obra maestra. En concreto, de la literatura factual de este país. Cuando te empeñas en buscar una cosa, siempre aparece otra.
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