Carrer de Paris en un dia de pluja, 1877. 212x276 cm Art Institute de Chicago |
El título del cuadro alude a una sola calle parisina, pero se ven varias. La que discurre desde el primer término hasta el fondo del cuadro es la rue de Turin; de izquierda a derecha la atraviesa la rue de Moscou, a la que va a parar desde atrás la rue Clapeyron. El cruce entre estas calles se llama actualmente plaza de Dublín y se encuentra cerca de la estación ferroviaria de Saint-Lazare.
La familia de Caillebotte cuenta que el pintor realizó los primeros esbozos desde un ómnibus, un medio de transporte de grandes dimensiones tirado por caballos. Allí estaba protegido de la lluvia y del frío por los cristales. A pesar de todo, según afirmaba Degas, "incluso en la naturaleza hay que componer". Por lo tanto, Caillebotte eligió un ángulo visual que le permitió realizar una pintura casi geométrica. En el centro del cuadro se levanta una farola de gas de hierro colado, prolongada mediante su sombra sobre el suelo mojado. En su condición de mueble urbano de fabricación industrial, la farola daba ritmo a la concepción urbana de Haussmann. Caillebotte también la utiliza, en este caso como un elemento distribuidor para dividir la superficie del cuadro.
Horizontalmente, la pintura está dividida por una línea que une casi todas las cabezas. Se origina así una composición simétrica en ángulo que se acerca mucho a los gustos estéticos de Haussmann. Sin embargo esta división se disimula de muchas maneras: mediante la acentuación de la perspectiva con unos viandantes cada vez más pequeños, la mirada se dirige hacia el fondo. Los arcos de los imponentes paraguas contrastan con la verticalidad de las personas y las fachadas. El hombre con el paraguas cuya imagen aparece cortada por el margen derecho del cuadro crea la impresión de una instantánea, de un detalle elegido al azar, y no de una pintura concebida con minuciosidad.
[...] La perla que adorna la oreja de la mujer aparece como un punto luminoso, el único de este cuadro, y brilla mucho más que la pechera blanca del hombre situado junto a ella. A pesar de todo, Caillebotte difumina la cara de la persona a la que realza con la joya, con el fin de transmitir distancia y discreción.
Ambos protagonistas avanzan hacia el observador casi a tamaño natural. Sus facciones son claramente individuales. Ello hace suponer que son retratos, aunque no se sabe de quién. En uno de los esbozos, el pintor anotó el nombre de Clotilde, pero ¿quién era Clotilde?
El hombre lleva una chaqueta de paseo y sombrero de copa; la mujer, en cambio, luce un vestido guarnecido de piel, con un corte y una combinación de colores que sorprendieron en 1877 a un crítico, quien los definió "de modernos; como yo digo, a la última moda". Dicho crítico añadía que parece como si la dama hubiera comprado su paraguas en una de las nuevas tiendas. Hacía sólo tres años que Samuel Fox los había inventado en la ciudad inglesa de Sheffield. Caillebotte aspiraba a ser tan moderno como los demás impresionistas, por lo que no quería pintar nada del pasado, sino reflejar la época en que vivía, incluso en detalles como el del paraguas.
Es característico del cuadro y del pintor el hecho de que los dos personajes principales miren de reojo, en lugar de observar al hombre que les sale al encuentro, el cual casi no puede evitar que su paraguas se acerque peligrosamente al de ellos. La mirada directa se le niega incluso al observador de la pintura. Casi todas las personas caminan ensimismadas y a toda prisa por las calles: los paraguas protegen tanto de la lluvia como de la persona más cercana.
También Caillebotte protegió su vida privada, de tal manera que apenas se sabe nada de él.
Hagen, Rose-Marie i Rainer. "Bajo el paraguas reina la soledad" A: Los secretos de las obras de arte. Vol. 2. Taschen, 2003. P.400-405.
Als germans Hagen (com la Nina) els diria que qui té temps pentina el gat. Tot això que han vist al quadre em sembla estupendo, però jo hi veig una altra cosa: un bon dia, els habitants de Paris van decidir sortir al carrer tots amb el mateix model i marca de paraigua, malgrat que no plovia (podem observar els carrers molls, però els paraigües completament secs). Sempre m'ha fascinat aquesta gent ociosa capaç d'escriure llargs textos sobre pintura. Podria ser un text infinit, començant a imaginar la història de cadascun dels personatges,on van i què fan,i quines relacions hi ha entre ells. Dubto que el pintor pensés en tot això: normalment, penses en la composició, el color i aquestes coses. Mira! Se m'ha contagiat la verborrea...!
ResponEliminaPostdata: quan vulguis comencem a veure si ens recordem d'un tal senyor Joan Perucho.
ResponEliminaEl que més m'ha sorprès és que el paraigües faci quatre dies que està inventat.
ResponEliminaAquest quadre sempre em recorda els escrits de Walter Benjamin sobre París, que són uns textos fonamentals per entendre la construcció de les ciutats modernes.
ResponEliminaSalut!