divendres, 24 de febrer del 2012

bend it like messi

A Josep G., àlies 'es buhO', ara al servei del rei d'Anglaterra.
Bohumil Hrabal soñaba con ser futbolista. De pequeño era un fenómeno en el campo, y en 1929 entró en el equipo juvenil del Polaban Nymburk.
[...] Hrabal era muy tímido, y en los partidos se sentía observado por los espectadores, se ruborizaba, y no sabía muy bien qué hacer con los brazos y con las piernas. En suma, se bloqueaba. Durante un partido entró en el campo como suplente y se rompió el codo derecho. Y hacía poco que se había fracturado la clavícula en un accidente de moto con su padre y su hermano (iban, evidentemente, en sidecar). Así que su carrera futbolística quedó aparcada (y más desde que, en una riña, durante un baile, se le cayeron encima sus enemigos, en tromba, y se destrozó el otro brazo). No está mal, porque mientras tanto entró en su vida el tío Pepin, inocente y genial fabulador, al que usaban en la familia y en las posadas como televisión (la gente se reunía en torno al magnetófono, y todos juntos escuchaban las grabaciones de sus hilarantes historias; dado el caso, él podía repetirlas al natural sin cambiar una sola palabra). El tío Pepin llegó a Nymburk de visita, y se quedó durante catorce años, trabajando en la cervecería del padrastro de Hrabal.
[...] Un día regalará a Bohumil el libro que constituiría su "segunda universidad", Gargantua y Pantagruel, la carnavalesca novela de Rabelais. Y sería su segunda y no la primera porque, sin tener gran interés por los estudios, Hrabal se había matriculado en la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad Carlos V de Praga...

Daria Galateria. "Bohumil Hrabal" A: Trabajos forzados: los otros oficios de los escritores. Traducció de Félix Romeo. Impedimenta, 2011. P. 161-162.


1 comentari:

  1. Qui més qui menys té un tiet (ho sento, sóc incapaç de dir oncle espontàniament); els escriptors també. Sempre m'he interessat molt pel paper que juguen alguns tiets en la història de la literatura universal. Per no parlar de les vídues i les secretàries.

    El meu tiet predilecte és un de Juan Rulfo, el tío Celerino. Com sabeu, Rulfo va escriure Pedro Páramo i El llano en llamas i després va callar per sempre. Resulta que un dia (va ser a Caracas, el 1974) algú li va demanar com és que havia abandonat la literatura. Rulfo va respondre:

    Es que se me murió el tío Celerino, que era el que me contaba las historias.

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