dimarts, 27 de març del 2012

skaði, huttunen, passilinna & cia.



Yo también quisiera aullar en las noches tristes, o en las no tristes, pero aullar como Gunnar Huttunen en su molino, aullar porque sí y no por las mejores mentes de mi generación, esas mentes perdidas, porque de donde no hay no podrá sacarse nunca, y a estas alturas qué quieres, qué mentes, ahí las tienes queriendo ladrar y no pueden, queriendo ser ¿quién? ¿quién van a ser si no vivieron guerras ni exilios, si sus padres ya eran ateos, si llevaban pañales cuando las carreteras valencianas se llenaban madrugadas y noches de coches llenos de éxtasis y cocaína? Yo no quiero aullar por ellos, yo sólo quiero ser como Gunnar Huttunen y comprarme un molino y aullar y que me dejen en paz. Quizá todavía anda Gunnar por los bosques junto a Portimo, quizá aún podamos correr junto a ellos y los lobos. Quizá saltando de árbol en árbol dejaron atrás Laponia y llegaron a  Karelia donde Huttunen hizo la guerra.

Ahora que en los lagos del sur bañarse es lo único que una puede hacer para combatir este calor sofocante, pienso en los días no tan lejanos del final del invierno, cuando antes de entrar a tomar un chocolate caliente en Äkäsmylly nos asomábamos al que había sido el antiguo molino, sobre las aguas del Äkäsjoki, y aquel hombre que no era molinero pero podría haberlo sido nos daba la bienvenida, y nunca nos cobraba el precio que tenía escrito en la pizarra, a veces incluso no nos cobraba nada, echaba el cacao en polvo first prize en la taza y nos la daba y decía que ya sabíamos dónde estaban el agua caliente y la leche, y en salir siempre me quedaba mirando su skidoo y me entraba miedo por él, porque un día con aquel trasto no podría llegar a su casa, aunque nunca supe dónde vivía. Luego dejé de ir por allí, con las sendas de esquí de fondo abiertas era difícil llegar y encontrar sitio donde sentarse en la única mesa, sitio en el que dejar apoyados los esquís, tiempo para hablar con aquel hombre del que no recuerdo el nombre, sólo el rostro, y luego se me olvidó decirle adiós hasta el invierno siguiente o el otro o el otro o el otro o quién sabe cuándo, quizá hasta nunca.




A principios de este mayo pasé por el molino de nuevo, pero allí ya no había nadie. La mayor parte de la nieve de las sendas para esquí de fondo había desaparecido. Lo mismo con las rutas para las skidoos. Sólo quedaban estúpidas señales entre los árboles, mis cachorros de perro de osos de Karelia se dieron un buen baño en las aguas heladas del Äkäsjoki, no conseguimos pescar nada para cenar. Pensé entonces en todo lo que había pasado desde que llegara a la estación de tren de Kolari meses atrás, en ese invierno que ya había acabado y en el verano que no quería que viniera, pensé en nosotros, en los molineros finlandeses que ya no existían, en la vida que íbamos a tener, o la vida que no tendríamos, y en Arto Paasilinna escribiendo sobre todo aquello, nos vi personajes de cualquiera de sus historias y me reí de las tragedias y de la oscuridad y de los grandes desastres acontecidos durante la temporada, y todo pareció menos grave, mucho menos serio.

Cuando a finales del año pasado compré el billete de avión a Kittilä recordé que Arto Paasilinna era de allí. Finalmente, mi vuelo fue cancelado porque los trabajadores de Finnair estaban en huelga, y tuve que coger un tren desde Helsinki hasta Kolari, la estación más al norte del país. Me acerqué a Kittilä días después, en un transfer con clientes al aeropuerto en que aproveché para llenar la despensa, y durante el resto de temporada fui sólo cuando era necesario porque lo cierto es que Kittilä es un pueblito horrible, y si no hubiera sido por los supermercados y por una pequeña pastelería en la que hacían una excelente tarta de queso, lo habría evitado al máximo. Pero Aarto Paasilinna había nacido Kittikä, y eso hacía de aquel lugar algo especial... y además, siempre preferí comprar el Koskenkorva en la Alko de allí que en la de Äkäslompolo, porque en Äkäslompolo era mucho más fácil coincidir con algún cliente y entendí que no se sintieran muy seguros en manos de alguien que se servía como agua aquel brebaje del 60%.




¡Qué lástima que yo nunca me encontrara la destilería clandestina de Piittisjärvi el cartero de Suukoski en El molinero aullador! Habríamos hecho buenos tratos.


4 comentaris:

  1. Ui! Has recuperat un gran moment en la història dels blogs.

    ResponElimina
    Respostes
    1. Jo ja no sé quants blocs li he conegut a l'Àgueda (o a la Comtessa d'Angeville o a l'Skaði, que bé a ser el mateix): he perdut el compte.
      "Jo no aprofite per tindre blog", va dir fa poc, en abandonar un altre. És ben bé que no sap el que diu.

      Elimina
  2. L'Skaði va publicar aquest apunt al seu bloc Meta incognita l'onze de maig de 2011. Llavors currava per a uns que oferien "vida salvatge" a gent de pasta. No sé si va arribar mai a fer de musher, el que sí em va quedar clar és que es cuidava dels gossos en una mena de campament xiripitiflàutic, allà, al cul del món. I que se'n feia farts de recollir merda. Ara és una sami que viu a l'Alqueria d'Asnar, el Comtat, Alacant.

    ResponElimina
  3. Recordatori: Avui a les vuit ens trobarem per a parlar d'El moliner udolaire. Dirigirà l'orquestra en Pasqual Bernat.

    ResponElimina