diumenge, 25 de novembre del 2012

atles


EL DESCUBRIMIENTO (y la fascinación) de la literatura llegó con la adolescencia gracias a un libro «mágico» que para mí sigue siendo mágico, La isla del tesoro. La editorial se llamaba Giunti-Marzocco y tenía una preciosa colección de libros para jóvenes. Aquel libro me transportó hacia océanos fabulosos, era un viento que no hinchaba sólo las velas del bajel que había zarpado en busca del tesoro, sino que agitaba sobre todo las alas de la imaginación. Siguiendo la fantasía, pero confiando en el principio de realidad, buscaba aquella isla en mi atlas, que fue otro libro «mágico». Era el atlas De Agostini.
[...] Sigo conservando ese atlas y recientemente he tenido ocasión de hojearlo. Es curioso: resulta completamente inutilizable, como un horario caducado de ferrocarriles; si se quisiese usar como guía sería como tomar un tren para ir a una ciudad y llegar a otra.
¿Para qué conservar, pues, ese atlas? No por nostalgia, desde luego. [...] Lo guardo para mis nietos, al objeto de que no crean, como yo creía entonces, que el mundo será siempre el que ellos conocen.
Antonio Tabucchi. Viajes y otros viajes. Edició de Paolo Di Paolo. Traducció de Carlos Gumpert.  Anagrama, 2012.


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