divendres, 8 de març del 2013

el perquè de tot plegat



¿Por qué una historia sobre la vejez?
Quería hacer una historia sobre la vejez, porque llegado a una edad te planteas qué será de ti cuando seas viejo. Siempre he tenido claro que las personas mayores somos nosotros mismos. Cuando ves que una persona mayor se enfada en la cola de la panadería o trata de colarse, intento comprender por qué actúa así. Pienso en cómo me sentiría yo en esa misma situación.
Una vez leí que, cuando llegas a la edad de unos setenta años ya no te meten en la cárcel. Te pueden internar en algún tipo de institución, pero no vas a la cárcel. Eres mayor incluso para eso. Creí que podría haber una buena historia en todo aquello y se me ocurrió una idea sobre una pandilla de ancianos -uno con Parkinson, otro con Alzheimer, otro con un andador...- que, aburridos de la vida en la residencia, planean el asalto a un casino en una visita organizada por la residencia. Era algo así como Ocean's Eleven, pero con ancianos. Una idea algo disparatada, pero que me parecía que podría funcionar.
Un día, a través de un amigo conocí a un chico que trabajaba en una residencia de ancianos y le pregunté si podría pasarme por allí para documentarme. Desde el primer día que llegué allí, me di cuenta de lo absurda que era esa idea que tenía. La verdadera historia que quería contar estaba allí mismo y no hacía falta inventar nada: la soledad, las limitaciones físicas y mentales...Esa era la historia. Y así nació el proyecto de Arrugas tal y como lo conocemos.
¿De dónde surge la idea de centrarse en el Alzheimer?
La historia del personaje central de Arrugas está basada en el padre de mi amigo MacDiego, al que conocía desde hace muchos años, y me parecía una persona muy culta e inteligente. Siempre lo veía leyendo junto a su enorme biblioteca abarrotada de libros, escuchando música. Él era un ejemplo de lo que me gustaría ser a su edad, llegada la jubilación. Por eso fue un duro golpe ver la degeneración que fue sufriendo debido al Alzheimer. Su decadencia fue muy rápida, muy fuerte. Un día me contó mi amigo una anécdota que me pareció terrible. Resulta que una noche escuchó el ruido de la máquina de afeitar, así que fue al baño y se encontró a su padre, totalmente vestido, afeitándose delante del espejo. Cuando le preguntó qué estaba haciendo, su padre le dijo: Pues qué voy a hacer, me afeito para irme a trabajar. Mi amigo le respondió: Pero papá, son las tres de la mañana y tú hace diez años que estás jubilado. Dice mi amigo que su padre tuvo un momento de lucidez y que se miró en el espejo. Imagino el miedo que debe sentir una persona al mirarse en el espejo y no reconocerse, al darse cuenta de que se le está yendo irremediablemente la cabeza para siempre. Somos todo lo que hemos vivido a lo largo de nuestras vidas, todos esos sentimientos acumulados, las conversaciones con nuestros amigos, todo lo que hemos aprendido y el Alzheimer es una enfermedad que es capaz de borrar todas esas cosas de la cabeza. Es capaz de borrar el yo.
También me dí cuenta de que la vejez es un tema que apenas ha sido tratado de una forma directa, no sólo en los cómics, sino tampoco en la literatura o en el cine. Leí una entrevista a Michael Caine en la que decía que, llegado a cierta edad, sólo podías aspirar a actor secundario, que no había papeles para personas mayores en el cine. Creo que incluso en la vida real tampoco hay papeles principales para personas mayores.
Empecé haciendo una pequeña estructura de por dónde quería que fuese la historia. No quería caer en tópicos, quería contar cómo era la vida en una residencia de ancianos y cómo se sentía una persona mayor allí. Estuve hablando con los médicos, con los enfermeros, con los ancianos mismos y con sus familiares. Todos ellos me contaron historias que perfilaban muy bien esa vida. También recopilé historias de padres de amigos con Alzheimer o que vivían en residencias. Sí, por ejemplo, alguien me contaba algo de la fase terminal del Alzheimer, como que de repente se cagaba en un cajón, pensaba: eso lo voy a usar para el final de Emilio. Son todas historias reales, pero sacadas de contexto y aplicadas a los personajes. En una de las residencias que visité, me presentaron a una mujer mayor, pequeñita y encantadora, que iba en silla de ruedas. No hacía ningún caso al mundo exterior, tan sólo miraba sonriendo por la ventana donde todos los días la colocaban los enfermeros. La señora pensaba que viajaba en un tren infinito. Los enfermeros le seguían el juego a la hora de comer, diciéndole que se la llevaban al vagón comedor. Ver estas cosas te hace pensar si la fantasía no es una vía de escape ante una realidad que ya no nos gusta y de la que no hay escaparoria posible. De hecho, en Arrugas la fantasía está muy presente.
A la hora de hilar busqué una estructura muy clásica, casi de aventuras. Tenía dudas de si funcionaria, de si habría un público para un álbum sobre ancianos y Alzheimer. A fin de cuentas, iba a contar una historia sobre la monotonía y el aburrimiento. Dicho de este modo no parece el álbum más interesante del mundo, por eso busqué una estructura de género, para hacer interesante lo aburrido. Además, quería darle un punto optimista al cómic, no quería que fuese algo demasiado triste. Cuando estuve viendo enfermos con Alzheimer me di cuenta de que podían haber perdido toda la personalidad y no reconocer a su familia, pero cuando la mujer, el hijo o una persona conocida los trataba con cariño o los acariciaba, parecía que en cierta forma eso les hacía reaccionar positivamente.
Arrugas finalmente trata sobre la soledad. Ves cómo la sociedad aparta a las personas mayores en una especie de guettos, las desarraiga de su entorno y las relega a un lugar en donde sólo están con otros ancianos. Me encontré con una gran falta de sueños y de esperanza. Hay personas que pasan en la residencia hasta quince o veinte años, casi esperando la muerte. Es como una especie de pausa en la que ya no hay ilusión prácticamente por nada.
La doble página del reloj sería el resumen de la vida en una residencia. Un día allí se hace duro, de una monotonía increíble. Estuve como espectador y pude analizar las cosas desde fuera y pienso que todos deberíamos pasar un tiempo en una de ellas, como una especie de trabajo social o algo así, porque esa experiencia te permite valorar y comprender una serie de situaciones que antes ni te planteabas.


Encontrar el tono adecuado para contar la historia fue uno de los puntos complicados en Arrugas. Tenía que ser real y duro, pero optimista y con el humor justo para hacer digerible la historia, siendo siempre respetuoso con todas esas personas que había conocido. De hecho, encontré historias muy duras, de suicidios, de ancianos que se aprovechaban sexualmente de mujeres con demencia, de personas con escaras por no ser movidas lo suficiente. Hay una enorme cantidad de aspectos sórdidos en las residencias, pero me parecía que eso era ya salirse de tono. No eran necesarios para lo que quería contar. También intenté evitar que fuese una historia excesivamente sensiblera y, ante el miedo a poder pasarme, preferí que pudiese quedar algo frío.
Koldo Azpitarte. Senderos. Una retrospectiva de la obra de Paco Roca. Laukatu, 2009. P.157- 160.


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