dimarts, 23 de febrer del 2016

ursa major


Ursa major, Hevelius.
Se sentía tierna, serena. Recordó sus noches sentada ante el fuego con la cabeza del oso en el regazo. Recordó la noche en la que llovieron estrellas ardientes sobre su cuerpo. Recordó la culpabilidad y el sueño en el que su madre le hacía escribir cartas de disculpa a los indios por haberse liado con un oso, y recordó la zarpa que había curado esa culpabilidad. Se sentía fuerte y pura.
[...] Condujo toda la noche hacia el sur por el trayecto más largo. Llevaba un jersey grueso y viajó con las ventanas abiertas hasta que el olor de la tierra dejó de ser el del agua y los árboles para convertirse en ciudades y polución. Era una noche brillante, resplandecían las estrellas y, allá arriba, la Osa Mayor y sus treinta y siete mil vírgenes le hacían compañía.

Marian Engel. Oso. Traducció de Magdalena Palmer. Impedimenta, 2015. P 171.





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