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Tuve la fortuna, hace unos meses, de visitar las naves que la Biblioteca Nacional de España tiene en Alcalá de Henares: 6 torres que albergan más de 250 kilómetros de estantes —llegarían, puestos en línea, desde Madrid hasta Zamora— en los que se almacenan más de treinta millones de documentos, folletos, mapas, carteles y, por supuesto, libros. En uno de los silos, automatizado, un robot se encarga de gestionar algo más de dos millones y medio de títulos, colocados en más de 17.000 enormes bandejas, que localiza en virtud de un inquietante sistema conocido como 'ordenación caótica': cada libro ocupa un lugar en una de las bandejas en la que, al ser solicitado, se coloca otro libro del mismo o parecido tamaño. Los libros nunca vuelven a la bandeja donde originariamente estaban, sino a cualquier otra donde haya un hueco de su tamaño, o parecido.
El robot graba la signatura del libro y lo vincula al código de la bandeja en la que lo ha colocado, y así lo localiza la siguiente vez que es solicitado. Y resulta prodigioso ver cómo se mueve con esa eficiencia precisa y decidida de la tecnología, recogiendo y depositando bandejas en ese escenario futurista —un poco a lo Blade Runner— de estanterías tan altas como un edificio de seis plantas.
Jesús Marchamalo. Tocar los libros. Cátedra, 2020.P. 55.
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