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dissabte, 24 de novembre del 2012

sebald i el traductor


-¿Cuál fue su primer contacto con la literatura de Sebald?
-La primera vez que llegó a mis manos un libro de Sebald fue a principios de los noventa, concretamente, Die Ausgewanderten (Los emigrados). En aquella época solía hacer informes de lectura para la editorial Alfaguara y mi juicio al respecto fue claro: era un libro interesante, curioso y muy bien escrito, pero del que, en español, no se vendería más de una veintena de ejemplares...
-¿Pensó entonces que le interesaría traducirlo?
-No, porque, sencillamente, su publicación no me parecía viable.
-Efectivamente, cuando Debate introduce a Sebald no tiene mayor repercusión. Hasta el cambio de siglo no cambia el contexto de recepción y su obra se torna "imprescindible". ¿A qué atribuye ese cambio?
-Se lo atribuyo a Susan Sontag. Ella hizo de Sebald un autor de culto, no sólo en los Estados Unidos sino en el mundo entero.
[...]
-¿Cómo le llegó el encargo de traducir Austerlitz? ¿Cómo definiría la experiencia de hacerlo?
-Me lo propuso la editorial Anagrama y me envió el libro. Lo leí e inmediatamente decidí que quería traducirlo. Todavía hoy Austerlitz me sigue pareciendo la obra más perfecta y característica de Sebald, la que hay que recomendar a quien quiera conocerlo. En cuanto a la experiencia de traducirla, fue muy satisfactoria, pero traducir a Sebald es un desafío también, en muchos sentidos. Además del problema de las numerosas investigaciones necesarias, estaba el de la prosa sebaldiana en sí, tan bernhardiana a veces que estaba seguro de que me acusarían de traducir a todo el mundo igual. Sin embargo, los traductores, que tantas veces cometemos delitos impunemente, estamos acostumbrados también a cargar con culpas que no son tales.
-¿En qué consistió exactamente esa investigación?
-Habría que hablar más bien de investigaciones, en plural. Sebald era un hombre tan culto y de tal variedad de intereses que traducirlo puede volver loco a quien no tenga cierto espíritu científico. Nada más empezar Austerlitz, lleva al lector al Nocturama del zoológico de Amberes (lo que no plantea muchas dificultades, porque distinguir entre jerbos, zarigüeyas, lirones y lémures está al alcance de cualquiera), pero enseguida compara el Nocturama con la vecina Central Station. Yo, por casualidad, conocía ambos lugares, y además las fotografías siempre ayudan. Sin embargo, un par de páginas más tarde estaba ya con fortificaciones militares, y la terminología no era nada habitual. Más que el Google ("San Google" para el traductor) me ayudó el Vocabulario Militar de 1849 del Brigadier D. Luis Corsini, para poder introducir con desparpajo términos como escarpa y falsabraga, glacis o revellín, etc. El traductor de Sebald puede encontrarse hablando de mariposas que llevan el bonito nombre de feosias trémulas, catocalas negras, vespertilias, partenias o hepiálidas, como si las conociera de toda la vida, o bien adentrarse en la cartografía lunar (Riccioli, Casini, Tobias Mayer...), y ¡ay de él si confunde, lo que no es difícil, a Hevelius con Helvéticus!
Entrevista a Miguel Sáenz, per Jorge Carrión. A: Dossier Sebald, Quimera, núm. 274, set. 2006, p.33-35.

dimarts, 13 de novembre del 2012

a ta mare vas que dius catàbasi


La estructura y la intención de Die Ringe des Saturn. Eine englische Wallfahrt (Los anillos de Saturno. Una peregrinación inglesa), de 1995, habían sido anunciados en Vértigo: «Ocupado con apuntes esporádicos, pero sobre todo con mis reflexiones que discurrían en círculos en parte cada vez más amplios y en parte cada vez más estrechos» (56). Pero, como siempre en el continuo sebaldiano, la explicación no es única. Hay detrás de ese título, entre otras sospechas, el título de un trabajo de Benjamin, «Der Saturning oder Erwas vom Eisenbau» (Leone 2004:98), y los círculos dantescos del Infierno. En ese sentido, más que catábasis puntuales en la obra sebaldiana, hay que observar el conjunto, con Dante de soslayo, como un continuo descenso a los infiernos de la historia humana por parte del narrador anti-mesiánico Sebald. Un epígrafe de Conrad señala el vínculo entre peregrinación y horror, idea que Sebald recoge en la primera página de su libro, donde habla tanto de la libertad e independencia que brinda el viaje a pie como del «horror paralizante que varias veces me había asaltado contemplando las huellas de la destrucción» (Los anillos, 13). Una cita inicial de enciclopedia señala que los anillos tal vez se formaron por la desintegración de una luna anterior: dinámica natural de creación/destrucción que constituye una obsesión sebaldiana.
El trayecto real por la costa del condado de Suffolk hacia el sudoeste, entre Lowertroft y Orfordness, es de unas treinta millas, por tanto, relativamente breve. Al contrario que con sus otros libros, que se pueden llegar a resumir argumentalmente con cierta solvencia, Los anillos...no se puede sintetizar. En algún momento se habla de él como de un «informe», obviamente disperso. Despliega multitud de temas, historias y digresiones, todos ellos relacionados de un modo u otro con las constantes sebaldianas, a saber: incendios, transformaciones entomológicas, destierros, migraciones, darkness, maquetas, mapas, enfermedad, viejos hoteles de lujo...Entre los hilos más notables están los de Sir Thomas Browne y Borges, que aparecen de un modo u otro, intermitentemente, como lo hace Nabokov en Los emigrados.
Jorge Carrión. Viaje contra espacio. Juan Goytisolo y W.G. Sebald. Iberoamericana, 2009. P. 106-107.



dilluns, 5 de novembre del 2012

metaviatgers


Por un lado, las manifestaciones más interesantes de narrativas del viaje en nuestra época se dan desde una conciencia de que el viajero no descubre un lugar, no ya para el mundo, sino ni siquiera para sí mismo. El metaviajero de nuestra posmodernidad última no va, regresa (así hay que entender los libros del cambio de siglo de W.G. Sebald, Juan Goytisolo o Cees Nooteboom), o cuando va por primera vez, es tal  la información previa acumulada, que hay en su experiencia menos conocimiento que reconocimiento (los reportajes de Martín Caparrós o de David Foster Wallace, por ejemplo). El viaje se da en paralelo al de los viajeros precedentes, como ha ocurrido siempre; pero por vez primera el marco semiótico está sobresaturado de textos y de lenguajes, de modo que la distancia irónica, tanto respecto a los precursores como a la misma posibilidad de entender la realidad que se visita, se convierte en una premisa inevitable de la inteligencia en movimiento.
Los filtros se problematizan. Se explicitan el testimonio, la lectura, el intérprete, la lengua franca (el inglés, por lo general) o los factores del contexto. En el fondo, como horizonte de todo el arte de viaje de nuestra época, se muestra de un modo u otro la dificultad añadida por la globalización.
Por el otro lado, la experimentación con lo real ha encontrado en los desplazamientos un campo de prácticas inagotable. Si en literatura aún existe una hegemonía del relato tal como lo practicó Bruce Chatwin (es decir, enunciado por un yo más o menos romántico, que respeta las unidades de espacio y de tiempo e hilvana experiencias personales y digresiones históricas), en otras formas artísticas, en cambio, los experimentos con argumentos que, surgidos de la realidad, se relacionan con el desplazamiento, rehuyen las unidades aristotélicas y multiplican su capacidad de sorprender y de comunicar fuera de patrones preestablecidos. Monólogos teatrales interpretados por inmigrantes reales, cómic-documental en primera persona, (video) instalaciones que fragmentan la experiencia de la vuelta al mundo de un “travel artist”, youtube y blogs que se llenan de auto-documentales que buscan formas no trilladas de narrar el movimiento.
Jorge Carrión. «Del viaje: penúltimas tendencias». Al dossier «Metaviajeros»; Quimera, (Núm.  284/5, juliol-agost 2007). P. 33.