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dimecres, 25 de maig del 2016

(més) a propòsit dels oms de la rambla hospital


Foto: Toni Coromina.

Allò de l'altre dia a la rambla Hospital de Vic, la tala dels oms, vull dir, m'ha fet pensar en un llibre que vam llegir ja fa uns quants anys al club de lectura, Los anillos de Saturno, d'en Sebald, i me l'ha fet recordar perquè, si no vaig errada, en parlava, d'oms, i d'una greu malaltia que els afecta. Es diu grafiosi, també coneguda com 'malaltia holandesa'. Unes soques molt agressives del fong que provoca la malaltia, el Ceratocystis ulmi, van fer la seva aparició a Anglaterra l'any 1970 i van aniquilar la pràctica totalitat d'oms en un sant moment. Posteriorment, aquestes soques virulentes es van anar estenent per tota Europa, així que, com aquell qui diu, els oms són cars de veure i, per tant, si allò de l'altre dia a la rambla Hospital de Vic hagués set una tala indiscriminada (ho dic en condicional perquè no tinc prou informació, la veritat, tret d'haver contemplat en directe les soques, dites ara en el sentit de 'part inferior del tronc, que resta a terra amb les arrels quan es talla l’arbre', i assegurar-vos que, en general, llueixen un aspecte immillorable, exceptuant-ne un parell, que fan mala ganya), la cosa, deia, prendria proporcions de bestiesa descomunal. Barbàrie pura i dura. Soques en el sentit pejoratiu del terme, que el té.
He anat a buscar el llibre d'en Sebald. No anava errada; ho recordava perfectament bé, gràcies. Cap al final de tot. Encara és allà: l'extinció dels oms anglesos i, ja posats, la Gran Tempesta del 1987, no sé si la teniu present, una mena de cicló que va afectar el Regne Unit i que va deixar 18 morts i 15 milions d'arbres caiguts. Una autèntica escabetxada.

*  *  *

«Aproximadamente desde la mitad de los años setenta, la disminución del número de árboles se ha acelerado a ojos vistas y, de forma especial, entre los tipos de árboles más frecuentes en Inglaterra, su número se ha reducido considerablemente llegando incluso a un exterminio casi absoluto. Alrededor de 1975, la enfermedad holandesa de los olmos, que había partido de la costa sur, había alcanzado Norfolk, y apenas habían pasado dos, tres veranos, cuando en nuestro entorno ya no quedaba un olmo vivo. Los seis olmos que cubrían con sus sombras el estanque de nuestro jardín se secaron en junio de 1978, al cabo de pocas semanas de haber desarrollado su maravilloso verde claro por última vez. Con una rapidez increíble, los virus recorrían las raíces de avenidas enteras y desencadenaban la contracción de los vasos capilares que en el plazo más corto de tiempo conduce al agostamiento de los árboles. Los escarabajos voladores que extendían la enfermedad lograron descubrir incluso los ejemplares aislados con una seguridad infalible. Uno de los árboles más perfectos que he visto nunca era un olmo de casi doscientos años que se elevaba solitario en un descampado, no lejos de nuestra casa. Ocupaba un espacio aéreo verdaderamente enorme. Recuerdo, cuando la mayoría de los olmos de la región habían sucumbido a la enfermedad, que él movía en la brisa sus incontables hojas, levemente asimétricas y finamente dentadas, como si la epidemia que había acabado con todo su género tuviera que pasar de largo por él sin dejar huellas, y recuerdo que después de apenas catorce días todas estas hojas al parecer invulnerables eran marrones y estaban retorcidas, y que antes de que llegara el otoño se habían diluido en polvo.
[...] En otoño de 1987, el país fue atravesado por una tormenta como aquí nadie había vivido jamás y a la que, según estimaciones oficiales, rindieron sacrificio más de catorce millones de árboles adultos, por no hablar del bosque bajo. Fue la noche del 16 al 17 de octubre. Sin previo aviso vino la tormenta desde el golfo de Vizcaya ascendiendo por la costa occidental francesa, cruzó el canal de la Mancha y, pasando por las regiones surorientales de las islas, se dirigió hacia el mar del Norte. Me desperté alrededor de las tres de la mañana, no tanto a causa del bramido creciente como por el calor en aumento y la presión atmosférica ascendente en mi habitación. A diferencia de otras tormentas equinocciales que he vivido aquí, ésta no llegaba en ráfagas intermitentes, sino en un único empellón de una persistencia regular, pero, por lo que parecía, cada vez más fuerte. 
[...] En cualquier caso aún recuerdo que no confiaba en mis ojos cuando volví a mirar hacia fuera y allí donde antes chocaban ondas de aire contra la masa negra de los árboles, ahora no veía más que un horizonte vacío, macilento. Me parecía como si alguien hubiera abierto una cortina y yo estuviese mirando fijamente una escena amorfa que daba paso al infierno. En el mismo momento en que me percaté de la inhabitual claridad nocturna sobre el parque, supe que allí estaba todo destruido. Y sin embargo, confiaba en que el espeluznante vacío pudiera ser atribuido a otra causa, pues con el bramido de la tormenta no había percibido la más mínima alusión de aquel estampido que conocía de la tala de la madera. No me di cuenta hasta más tarde  de que los árboles que se sostienen por sus raíces caían al suelo lentamente, y que durante tal imperativo de la caída, las coronas, que se habían enredado entre sí, no se destrozaban sino que permanecían casi intactas. Así es como secciones enteras de bosque han sido aplastadas como campos de cereales. Fue al amanecer, una vez que la tormenta, en cierta medida, se hubo apaciguado, cuando me atreví a salir al jardín. Estuve largo tiempo con un nudo en la garganta, en medio de la destrucción.
[...] Tan silenciosa fue aquella noche resplandeciente después de la tormenta, como penetrante la manera en que silbaron las sierras durante los meses de invierno. Hasta bien entrado marzo siempre había cuatro o cinco trabajadores ocupados en cortar el ramaje, quemar el sámago y arrastrar y cargar los troncos. Por último, una excavadora cavó grandes agujeros hacia donde empujaron las raíces principales, algunas de la dimensión de una carga de un carro de heno. De esta forma, en una verdadera revolución lo de abajo pasó a la parte de arriba. El suelo del bosque, en el que en primavera crecían eléboros, violetas y anémonas entre los heléchos y almohadones de musgo, estaba ahora cubierto de una capa de pesado barro. Sólo hierba pantanosa, cuyas semillas habrán estado en la profundidad quién sabe cuánto tiempo, salía a mechones de la tierra pronto completamente dura. La irradiación del sol, a la que ya no detenía nada, destrozó en un plazo brevísimo de tiempo toda la vegetación umbría del jardín, y con el tiempo la sensación de estar viviendo al borde de una estepa era cada vez mayor. Donde hacía poco tiempo al despertar el día los pájaros eran tan numerosos y cantaban tan alto, que a veces había que cerrar las ventanas del dormitorio, donde las alondras se alzaban por la mañana sobre los campos y donde en las horas del atardecer había momentos en que incluso se oía cantar a un ruiseñor desde la espesura, ahora apenas se percibía un sonido vivo».

W. G. Sebald. Los anillos de Saturno. Una peregrinación inglesa. Traducció de Carmen Gómez García i Georg Pichler. Anagrama, 2008.



dilluns, 26 de novembre del 2012

anular i saturn



Se m'acut de fer un càlcul peregrí a més no poder.
Aplico la fórmula ( Lr x nrp x np ) a Los anillos de Saturno i el seu resultat, (10 x 33 x 310 = 102.000 cms ), em sembla del tot fascinant.
És a dir, que si alineéssim amb continuïtat el text del Sebald aquest s'estendria un quilòmetre...
I un quilòmetre és el gruix estimat d'aquell tel fabulós que són els anells de Saturn.
Pel que el conec, diria que en Sebald no li faria fàstics a aquesta coincidència d'escala còsmica i que la incorporaria com una de tantes bones metàfores possibles de la literatura: quelcom que pràcticament no té gruix però meravellós si ens ho mirem amb atenció des d'un pla adequat.
(Tinc la fortuna d'haver observat, llargament, Saturn per la ullera d'un bon telescopi i  puc recordar-lo, al 2009, despullat d'anells pel fet de la seva absoluta perpendicularitat.
És una efemèride que s'ha repetit una trentena de vegades des que Galileu el va descobrir i que, si som pacients, podrem tornar a veure al 2025.)
En una breu cita que encapçala l'obra, un retall d'enciclopèdia sobre el probable origen dels anells de Saturn, Sebald ens dóna indicis del títol astronòmic del seu escrit. Que la desintegració d'una lluna massa propera al planeta acabés formant la bella corona dels anells li deuria semblar ben adient als seus propòsits...
Tanmateix, els avenços astronòmics dels darrers vint anys -d'ençà 1992 quan ell caminava aquest relat-, qüestionen la teoria de la destrucció creativa. Ara, sobretot després que la sonda Cassini s'ho mirés de prop, va prenent cos la hipòtesi d'un origen anular en els vistosos guèisers que s'eleven d'Encèlad; l'activa i fascinant lluna saturniana.
Tampoc és que amb aquestes puntualitzacions pretengui esmenar-li la plana al Sebald. I menys encara quan, en aquests anys, la sobrepesca ha seguit delmant les moles d'arengs, la llista de papallones a punt d'extinció no para de créixer, i l'encontre amb un dels darrers oms és motiu suficient per a entonar el so primordial del mantra Om. I com d'allargassada n'arriba a ser l'estela de la seva "m" darrera, la de la mort i la destrucció!

dimecres, 21 de novembre del 2012

saturn i la malenconia


Obra clásica, casi legendaria, en el campo de los estudios humanísticos, Saturno y la melancolía representa el fruto de casi cincuenta años de trabajo de tres figuras capitales de nuestro siglo para la historiografía de las artes visuales, Raymond Klibansky, Erwin Panofsky y Fritz Saxl, continuadores de la obra iniciada por Aby Warburg. Sus orígenes se remontan a 1923 con la publicación de un estudio de Panofsky y Fritz Saxl sobre el grabado Melencolia I de Durero. Agotada la obra, se decidió preparar una nueva edición, revisada y ampliada, en la que se describiría detalladamente el desarrollo de la doctrina de los temperamentos y se haría la historia de «Saturno, Señor de la Melancolía», hasta los umbrales de la época moderna. Con el tiempo, la extensión del objeto de la investigación obligó a abandonar el esquema de la monografía sobre el mencionado grabado, y con la incorporación de Klibansky surgió el proyecto de un libro nuevo. Este modélico estudio resulta hoy de imprescindible lectura para los interesados en disciplinas tan variadas como la filosofía, la literatura, la medicina, la astrología o, naturalmente, el arte. Dividido en cuatro partes, la primera trata de la noción de la melancolía y su evolución histórica durante la Antigüedad y la Edad Media, mientras que la segunda se centra en el estudio de Saturno, astro de la melancolía, en el contexto tanto de la tradición literaria como de la tradición pictórica antigua y medieval; la tercera estudia la «melancolía poética» en la poesía postmedieval así como la glorificación de la melancolía y de Saturno en el neoplatonismo florentino y el origen de la idea moderna de genio. Finalmente, la cuarta parte está dedicada al grabado Melencolia I de Durero, obra singular que ha dado origen a un gran número de complejas interpretaciones de carácter astrológico, psicoanalítico, sociológico, teológico o filosófico. [De la contracoberta].

dimarts, 20 de novembre del 2012

malenconia I



«El último lugar de trabajo de Janine fue un sillón más o menos emplazado hacia el centro del cuarto, en el que se la veía sentada al pasar por delante de su puerta, abierta constantemente, inclinada hacia delante garabateando sobre una carpeta que sostenía en las rodillas o bien recostada y sumida en sus pensamientos. En una ocasión, cuando le dije que entre sus papeles se parecía al ángel de la Melancolía de Durero, resistiendo inmóvil entre los instrumentos de la destrucción, me contestó que el aparente caos de sus cosas representaba en realidad algo así como un orden perfecto o que aspiraba a la perfección. Y, en efecto, por lo general podía encontrar al instante cualquier cosa que buscara en sus papeles, en sus libros o en su cabeza.»
W.G. Sebald. Los anillos de Saturno. Una peregrinación inglesa. Traducció de Carmen Gómez García i Georg Pichler. Anagrama, 2008. P. 17-18.

dilluns, 19 de novembre del 2012

el col·leccionista accidental


Aquesta pàgina és d' Austerlitz, consti.

-¿Y qué nos explica todo esto? Porque cuando hojeamos sus libros, vemos fotografías, recortes, billetes de “ferry”, vemos un montón de cosas asociadas con una cotidianidad normal y corriente. Y, a pesar de ello, por debajo hay un texto muy sutil que intenta dotar de sentido todos esos detalles. 
Sí, pero no estoy demasiado seguro de ser capaz de dotar de sentido cuanto encuentro, en absoluto. En todo caso, sólo está el intento de dejar constancia. A pesar de ello, será ante todo un sentido estético. Y me doy cuenta de que construir un formato decente, en prosa, con todo aquello con que me encuentro de forma casual es una preocupación que, en cierto modo, no tiene más ambición que el recuperar durante un breve instante algo de la riada de la historia que cae  a toda velocidad. Por eso, entre otras razones, incluyo fotografías en el texto. Porque la fotografía representa una especie de paradigma de todo esto. La fotografía está destinada a perderse en el fondo de una caja o en el desván. 
Es un objeto nómada con pocas probabilidades de sobrevivir, y me parece que todos hemos experimentado esa sensación al encontrar accidentalmente un documento fotográfico de algún familiar fallecido o de algún desconocido. Sentimos entonces una especie de atracción por el hecho de haberla encontrado al cabo de unas cuantas décadas. De pronto vuelve, cruza el umbral y dice: “Eh, un momento, yo también existí, por favor, ocupaos de mí durante un rato”. Hace un par de meses rescaté de una caja de estampas una tarjeta que tenía un trozo de liquen seco y debajo una inscripción con muy buena letra: “Recogido en la tumba del mariscal Ney. París, 7 de julio de 1833”. Son las cosas así, sin valor en sí mismas, las que  no  sé  cómo me impulsan  a trabajar. 
[...]
-Hemos comentado hasta qué punto era fortuita su existencia. Todo parece ocurrir por casualidad. Encuentra recortes de periódico que encajan perfectamente en la historia. ¿Es el escritor que organiza de forma inteligente todo ese material o sólo una persona afortunada que siempre encuentra el periódico adecuado? 
Bueno, de vez en cuando pasan cosas muy extrañas. 
-Pero parece tener usted un don coleccionando recortes de prensa. 
Sí, sí, me parece que sí. Me los encuentro en las manos. 
-Un don innato. 
Debe de ser eso. Y más que desconcertarme, me reconforta, porque creo que Adorno, a quien todavía aprecio muchísimo, dijo en una ocasión: “Si vas por buen camino, la citas aparecen solas y se te ofrecen, no hace falta que salgas a buscarlas”. 

Michaël Zeeman. «Sebald, género literario». Entrevista publicada a La Vanguardia, Cultura|s, 16 de juliol de 2003.


dijous, 15 de novembre del 2012

patience (after sebald)



Cuando apareció, Los anillos de Saturno consolidó al alemán W. G. Sebald como uno de los autores europeos más originales e interesantes de finales del siglo XX. Bajo la apariencia de una caminata por el condado de Suffolk, su hogar durante 20 años, Sebald explora el pasado pastoral e imperial de Inglaterra, alternando encuentros con los extraños habitantes del presente y la compañía espectral de autores como Thomas Browne, Conrad y Borges. Ahora, once años después de su prematura muerte, un documental le rinde el mejor de los homenajes: filma el libro desde los ojos de su autor, contemplando un paisaje tan melancólico y hermoso como los anillos de Saturno, hechos de fragmentos de lunas destruidas.
Ariel Magnus. Las lunas de Albion. Página|12. 15 abril 2012.

---> Patience (after Sebald), dirigit per Grant Gee. La música és de James Leyland Kirby, "The Caretaker". Aquí, una entrevista a Grant Gee, a The White Review.


dimarts, 13 de novembre del 2012

a ta mare vas que dius catàbasi


La estructura y la intención de Die Ringe des Saturn. Eine englische Wallfahrt (Los anillos de Saturno. Una peregrinación inglesa), de 1995, habían sido anunciados en Vértigo: «Ocupado con apuntes esporádicos, pero sobre todo con mis reflexiones que discurrían en círculos en parte cada vez más amplios y en parte cada vez más estrechos» (56). Pero, como siempre en el continuo sebaldiano, la explicación no es única. Hay detrás de ese título, entre otras sospechas, el título de un trabajo de Benjamin, «Der Saturning oder Erwas vom Eisenbau» (Leone 2004:98), y los círculos dantescos del Infierno. En ese sentido, más que catábasis puntuales en la obra sebaldiana, hay que observar el conjunto, con Dante de soslayo, como un continuo descenso a los infiernos de la historia humana por parte del narrador anti-mesiánico Sebald. Un epígrafe de Conrad señala el vínculo entre peregrinación y horror, idea que Sebald recoge en la primera página de su libro, donde habla tanto de la libertad e independencia que brinda el viaje a pie como del «horror paralizante que varias veces me había asaltado contemplando las huellas de la destrucción» (Los anillos, 13). Una cita inicial de enciclopedia señala que los anillos tal vez se formaron por la desintegración de una luna anterior: dinámica natural de creación/destrucción que constituye una obsesión sebaldiana.
El trayecto real por la costa del condado de Suffolk hacia el sudoeste, entre Lowertroft y Orfordness, es de unas treinta millas, por tanto, relativamente breve. Al contrario que con sus otros libros, que se pueden llegar a resumir argumentalmente con cierta solvencia, Los anillos...no se puede sintetizar. En algún momento se habla de él como de un «informe», obviamente disperso. Despliega multitud de temas, historias y digresiones, todos ellos relacionados de un modo u otro con las constantes sebaldianas, a saber: incendios, transformaciones entomológicas, destierros, migraciones, darkness, maquetas, mapas, enfermedad, viejos hoteles de lujo...Entre los hilos más notables están los de Sir Thomas Browne y Borges, que aparecen de un modo u otro, intermitentemente, como lo hace Nabokov en Los emigrados.
Jorge Carrión. Viaje contra espacio. Juan Goytisolo y W.G. Sebald. Iberoamericana, 2009. P. 106-107.



divendres, 9 de novembre del 2012

menystenir la mort



dijous, 8 de novembre del 2012

un tapís


Ayer, dominado por mi paréntesis y dolor de cabeza, y mientras aguardaba la llegada de mi mujer para incorporar autobiografía a esta conferencia, se me ocurrió leer la contracubierta de Danubio de Claudio Magris. Encontré unas líneas que podrían haberse escrito perfectamente para la contracubierta de Los anillos de Saturno de Sebald: «El libro es un recorrido laberíntico, en la búsqueda del sentido de la vida y de la historia; el viaje, antiguo y a la vez abierto a la más fugitiva realidad de nuestros días, se convierte en una metáfora de la existencia y una aventura en la crisis contemporánea; una odisea de la identidad y un atlas de la vieja Europa y de nuestro presente».
Debajo de estas frases encontradas en la contracubierta de Danubio, añadí: «Sí. Un tapiz que se dispara en muchas direcciones».
Después recordé unas antiguas palabras de Tabucchi, unas palabras dichas en una entrevista, dichas en los días en que él comenzaba a ser conocido por su libro Dama de Porto Pim, modelo de tapiz que se dispara en muchas direcciones. «El conocimiento actual es más fragmentado, más frágil y, por tanto, posiblemente, la narración se adapte mejor a él. Yo he escrito dos novelas pero son un tanto extrañas porque participan de otros materiales literarios que no son sólo los de la novela. Novelas de muchas historias, como un mosaico o como un tapiz. No sería capaz de escribir una novela de caracter tradicional».
Enrique Vila-Matas. «Un tapiz que se dispara en muchas direcciones». A: Una vida absolutamente maravillosa. Debolsillo, 2011. P. 140. (clic)

dilluns, 5 de novembre del 2012

metaviatgers


Por un lado, las manifestaciones más interesantes de narrativas del viaje en nuestra época se dan desde una conciencia de que el viajero no descubre un lugar, no ya para el mundo, sino ni siquiera para sí mismo. El metaviajero de nuestra posmodernidad última no va, regresa (así hay que entender los libros del cambio de siglo de W.G. Sebald, Juan Goytisolo o Cees Nooteboom), o cuando va por primera vez, es tal  la información previa acumulada, que hay en su experiencia menos conocimiento que reconocimiento (los reportajes de Martín Caparrós o de David Foster Wallace, por ejemplo). El viaje se da en paralelo al de los viajeros precedentes, como ha ocurrido siempre; pero por vez primera el marco semiótico está sobresaturado de textos y de lenguajes, de modo que la distancia irónica, tanto respecto a los precursores como a la misma posibilidad de entender la realidad que se visita, se convierte en una premisa inevitable de la inteligencia en movimiento.
Los filtros se problematizan. Se explicitan el testimonio, la lectura, el intérprete, la lengua franca (el inglés, por lo general) o los factores del contexto. En el fondo, como horizonte de todo el arte de viaje de nuestra época, se muestra de un modo u otro la dificultad añadida por la globalización.
Por el otro lado, la experimentación con lo real ha encontrado en los desplazamientos un campo de prácticas inagotable. Si en literatura aún existe una hegemonía del relato tal como lo practicó Bruce Chatwin (es decir, enunciado por un yo más o menos romántico, que respeta las unidades de espacio y de tiempo e hilvana experiencias personales y digresiones históricas), en otras formas artísticas, en cambio, los experimentos con argumentos que, surgidos de la realidad, se relacionan con el desplazamiento, rehuyen las unidades aristotélicas y multiplican su capacidad de sorprender y de comunicar fuera de patrones preestablecidos. Monólogos teatrales interpretados por inmigrantes reales, cómic-documental en primera persona, (video) instalaciones que fragmentan la experiencia de la vuelta al mundo de un “travel artist”, youtube y blogs que se llenan de auto-documentales que buscan formas no trilladas de narrar el movimiento.
Jorge Carrión. «Del viaje: penúltimas tendencias». Al dossier «Metaviajeros»; Quimera, (Núm.  284/5, juliol-agost 2007). P. 33.

divendres, 2 de novembre del 2012

max sebald



W.G. Sebald es uno de los autores en lengua alemana que mayor proyección internacional ha alcanzado en los últimos años. La singularidad de su obra estriba en la forma novedosa en la que enlaza el relato ficcional con el ensayo y la investigación histórica, convirtiendo conexiones originales y aparentemente arbitrarias en motor de su prosa. El propósito de Sebald es llevar a cabo una «arqueología privada» que saque a la luz lo que la memoria oculta y para ello confía en la creatividad que surge de lo imprevisible y azaroso. Sebald comienza acumulando objetos e informaciones heterogéneas que, a partir de un momento determinado, decide relacionar entre sí. En una entrevista, Sebald comparaba la tarea del escritor, tal como él la entendía, con la operación que realiza un perro cuando, en medio de un descampado, es asaltado por un olor que le conduce a algo desconocido y que empieza a buscar desesperadamente por caminos de lo más erráticos. En este sentido cabría decir que el recurso principal de W.G. Sebald al escribir, junto con la libre asociación de ideas es, por un lado, la digresión y, por otro, el catálogo, esto es, la acumulación variopinta.
Teresa Vinardell. W.G. Sebald. A: 100 escritores del siglo XX. Ámbito internacional. P. 647.