MARCOS PEREDA‘Obra maestra’, de Juan Tallón: Qué es arte moderno, dices mientras clavas en mi pupila etcéteraJot Down
Març 2022Desde el mismo título juega a varios niveles epistemológicos la última obra de Juan Tallón. Porque ponerle a una novela Obra Maestra (Anagrama, 2022) revela una intencionalidad gamberra, provocadora y hasta algo naíf que se agradece bastante. Igual que el resto. Y eso que servidor es muy bruto, y todos estos asuntos de conquistar el espacio a través de la creación bidireccional emisor/receptor, epatar deconstruyendo dimensiones y, en definitiva, exponer cosas incomprensibles en ferias con asistentes cool… pues como que no. Yo soy mucho más llano, y más garrulo. Me puedo permitir excentricidades inofensivas, como poner epistomológicos al principio de una reseña sin tener muy claro lo que significa la palabreja, pero solo eso.¿La trama? Bueno, que ha desaparecido una obra de arte. De arte contemporáneo. En fin, cosas que pasan, un descuido, un me fui a por café. Ocurre que no, o no solo. Que aquí lo que no encontramos (y hemos mirado en todos los sitios… en armarios, en cajones, hasta en la papelera de reciclaje) es Equall-Parallel/Gernika-Bengasi, escultura de Richard Serra. Escultura de hierro hecha por Richard Sierra. Escultura de hierro hecha por Richard Serra que anda en torno a las treinta y ocho toneladas de peso (kilo arriba o abajo, que a estas alturas importa regular). Vamos, que jodido de mover. Hechos reales, estos, aunque no puedan creerlos. Como la misma Obra maestra, que se mueve a mitad de camino entre el reportaje y la ficción, entre registro e inventar. Es especialista Juan en estos artilugios, también les digo. El rey de las citas imaginarias que esconden citas verdaderas, de las anécdotas reales que uno sospecha invenciones. Aquí se mueve a sus anchas.En el fondo todo acaba comportándose como reflexión sobre los límites del arte. Del arte contemporáneo, por más señas. ¿Hasta qué punto es original una obra cuando quien la copia y data es el mismo autor? ¿Cómo construyen el mundo circundante las esculturas? Y, sobre todo, ¿esto es una puta broma, o qué? A veces lo parece, y no pasa nada por reconocerlo. Cuando se nos habla de todos los colaboradores que necesita Serra (arquitectos, ingenieros, gruistas, operarios). Cuando se cita el peligro intrínseco que tiene el traslado, colocación e incluso mantenimiento de sus esculturas, con fatales consecuencias esporádicas (lo que no hace sino aumentar la sensación de extrañeza frente a ese arte mortal pero incomprensible para la mayoría). Cuando rellenamos el vacío posmoderno con creaciones que bien pudieran representar el triunfo de la Revolución Industrial (que nadie en su sano juicio definiría como posmoderna). Todo eso. Pero con más gracia, claro.
Es, también, meditar sobre la vacuidad del presente. Sobre tipos que mantienen escondidas obras que adquirieron, a la espera de una revalorización que quizá nunca llegue (esa imagen del puerto franco de Ginebra es poderosísima). Otros que gastan a espuertas solo por el placer de gastar, porque pueden, porque deben. O los de más allá, esos que ven su barrio adornado con algo nuevo y aparentemente incomprensible. Los que, incapaces de disfrutar orgánicamente el embrujo de estas manifestaciones artísticas, se limitan a apreciarlas y quererlas como parte de su universo cercano, como ese cuñado que todos tenemos y nos saca de nuestras casillas pero, joder, qué le vas a hacer, si es que él es así…
Destaca el esquema de la obra. Que uno ya no sabe ni cómo llamarla, si novela, non fiction, falso ensayo o lo que más quiera el autor. Yo encantado con el nombre que le asignen ustedes, no vamos a pelearnos por eso. Destaca, decía, el esquema del asunto (mira, asunto cuadra bien), porque permite trabajar a varias capas, planteando continuos saltos temporales y visiones contrapuestas (casi) sobre los hechos. La polifonía directa, basada en intervenciones relativamente breves de (muchos) personajes reales o ficticios es aspecto a favor. Narrativamente, dijimos, porque plantea miradas como capas de cebolla, y las cebollas enriquecen cualquier plato. Y después está la veracidad de esas voces. Que es grande, y variada. Cada cual habla a su manera, con sus giros y expresiones propias, que son distintas a las de los otros (y a las del propio autor, quien aparece como trasunto personajil hablando por boca de las letras, que nunca es lo mismo que hacerlo directamente). Aquí destacan, por libertinas, declaraciones de quienes más lejos están de todo el negocio «artístico» (al menos en su plano meramente teórico, que para la pasta andan todos cerquita). El guarda de seguridad que se pone a ver la tele mientras pasan madrugadas, el transportista que divide los traslados de obras maestras según cuántos cafés debe tomarse para llegar a destino, ese chamarilero que expone cuitas y puñaladas de sociedad (es muy difícil meter la palabra «chamarilero» en una reseña literaria, con lo bonita que suena). Vuela alto Tallón, porque son monólogos frescos, porque tiene ritmo dibujando melismas en cada aparte, porque conserva colmillo afilado para contrastar visiones entre «ellos» (que siempre son algunos) y «nosotros» (que habremos de ser los más).
(Disfruten, también, las palabras que no dice César Aira… mientras escribo esta reseña él ha publicado dos o tres libros nuevos).
Brilla con fuerza, también, la ironía de Tallón, que es una de sus cualidades cuando se pone a lo de escribir. La propia estructura de la novela, esa polifonía que vimos antes, ayuda al asunto, porque permite contar y descontar sin miedo. Vamos, que balbucean otros en boca ajena. Me pasa a veces con Juan lo mismo que cuando leo a Chuck Klosterman (y mira que tienen poco en común), y es que no sé hasta dónde llega el juego de espejos irónicos, qué se dice de forma grave y qué debe ser leído con la ceja enarcada, qué es sí y qué es no. Yo a veces leo una página del gallego y no tengo ni idea de si sube o baja, para entendernos. Lo que es satisfactorio, ojo, porque exige esfuerzo para aprehender y reconstruir, y eso es una de las cosas más ricas en literatura.
Aquí ocurre mucho, y el narrador (los narradores) caminan por esa línea estrechísima entre admiración y burla para con el objeto narrado (el arte contemporáneo, para entendernos). Vamos, que te quedas con ganas de contextualizar visualmente, de buscar ese centelleo en las corneas, ese fruncir (rápido, apenas entrevisto) en la sonrisa, que se nos pone cuando hacemos pasar por seriedad lo que no es sino befa subterránea. Tampoco importa demasiado, porque el no conocer siempre resulta, creo, experiencia válida de conocimiento.
Al margen quedan los hallazgos habituales que tiene Tallón en su estilo. Esos disfrazados a veces de chisporroteos lingüísticos, otras de reflexiones profundas, las de más allá, incluso, de hacernos clavar los ojos en el extraño fantástico que es la vida (el mismo que habitamos cada día y, por eso, casi ni nos sorprende). El estilo de las personas que llevan manos metidas en los bolsillos del pantalón (y su coincidencia con una lectura reciente de quien narra, porque para Juan lo vivido es solo espejo de aquello que lees), ese fatalista (e irónico, por contexto) «cuando siembras, asumes que quizá le tocará recolectar a otro», o la imagen casi irreal de un artista en ciernes salpimentando la pared con plomo fundido, como si fueran constelaciones de ideas sobre fondo blanco.
En definitiva, que no tengo muy claro cómo definir el libro (y tampoco si Obra maestra es lo que diría yo ante algo de Richard Serra), pero sé que es disfrutable. Muy disfrutable, y desde varios puntos de vista. Y eso es lo primero que debe alcanzar la literatura.
dimecres, 22 de gener del 2025
què és l'art modern, preguntes, mentre claves en la meva pupil·la, etcètera
dimarts, 21 de gener del 2025
llegir millor
«Quan li preguntaven per què corregia els seus textos fins a la nàusea, Salvador Espriu s’enfilava per les parets: «Perquè en sé més», «perquè en sé més», «perquè en sé més», repetia amb una veu de gralla que feia pensar en el corb del seu estimat Edgar Allan Poe. Malgrat el que afirma una admirable tuitaire, no tots millorem constantment la capacitat lectoescripora. Aquesta capacitat, que la de llegir i escriure és una i no són dues, de manera que en això estem d’acord, queda congelada a partir del moment que deixem d’esforçar-nos, no per llegir o escriure més, sinó per fer-ho millor.
La natura ja ha fet molt per preparar els sàpiens per garlar, i fins i tot parlar, més que cap altra espècie. També per comptar amb els dits i una mica més enllà. Ara bé, calcular, llegir i escriure (llàstima que no existeix el verb ‘lectoescriure’) són productes de la cultura que requereixen anys d’aprenentatge, que per si algú no ho recorda és el títol de l’obra completa d’Espriu. I així com la immensa majoria hem desaprès a calcular gràcies o per culpa de les maquinetes que ho fan per nosaltres, i ja no sabem ni fer sumes mentals com les àvies i els avis menys instruïts, també es pot predicar del 'bestsellerisme' que tendeix a disminuir la competència dels lectoescriptors que es gronxen en aquestes fullaraques.
Conclusió refermada: el llibre que no planteja un repte al lector, que no li exigeix esforç de penetració, no li millora les connexions neurals i per tant no mereix que les administracions públiques dediquin un sol euro a promocionar-lo. ¿Oi que ens semblarien absurdes unes suposades campanyes a favor de les apps que sumen, divideixen i així emmandreixen el cervell? Doncs això, això mateix per a les campanyes a favor de la lectura, de les quals es beneficien els llibres que ho donen tot pastat i empasten, per no dir empastifen, el terrat. Per expressar-nos millor no es tracta de llegir més, sinó més bé».
Xavier Bru de Sala. Llegir millor. El Periódico. 12|6|2017.
dilluns, 20 de gener del 2025
biografia d'una escultura
BEATRIZ CASTROCómo escribir una auténtica Obra Maestra, por el periodista y escritor gallego Juan TallónEl español12|2|2022
Juan Tallón Salgado, nacido en Vilardevós (Ourense), está curtido en el mundo periodístico y cuenta con una extensa trayectoria como escritor tras la publicación de libros como Mientras haya bares, El váter de Onetti, Salvaje Oeste o Rewind, entre otros.
En su nueva novela, Obra Maestra, Tallón sitúa a los lectores alrededor del escándalo artístico que sacudió al Museo Reina Sofía en el año 1990: la desaparición de la escultura Equall-Parallel/Gernica-Bengasi, creada por Richard Serra.
A ritmo idas y venidas cronológicas, Juan Tallón cuenta la historia de la escultura a través de los testimonios de 73 voces dispares, como la fundadora del museo, sus directores, policías, periodistas, coleccionistas, un coreógrafo que danzó alrededor de la escultura e incluso una terrorista.
A través de estas declaraciones el lector va obteniendo información, llegando a conocer una especie de biografía de la escultura. “Las voces cuentan la historia desde que era tan solo una idea en la cabeza del artista hasta la búsqueda desesperada de la obra tras su desaparición”, aclara el escritor, “pasando también por las fases de ejecución, exhibición y almacenamiento de la misma”.
A lo largo de las más de 300 páginas nos topamos con testimonios reales de personas entrevistadas por el escritor y también con personajes que, a pesar de ser de ficción, se mantienen fieles a la autenticidad de las figuras a las que representan. “Se trata de un hecho real, tratado y trabajado con las herramientas propias de la ficción”, aclara Juan, “desde el momento en el que mezclamos realidad y ficción, no se puede ni se debe desligar, porque todo pasa a ser lo mismo”. Todas estas voces tienen un papel decisivo a la hora de montar el engranaje que enriquece el curso de la trama, pues cada personaje añade detalles e información que complementa cada una de las declaraciones anteriores.
En cuanto al proceso de escritura de esta novela, Juan explica que el punto de partida era el qué, a diferencia de su anterior novela, Rewind, donde primero llegó la inspiración de cómo contar una historia, y después se gestó qué historia contar. “En Obra Maestra tenía clara la historia que quería escribir, me faltaba mucha información sí, pero tenía el punto de partida”.
El escándalo de la desaparición de la obra sedujo a Tallón hasta tal punto que el deseo de querer escribir un libro basado en ese suceso se llegó a convertir en obsesión. “En los momentos mas febriles, llegué a soñar con la novela”, confiesa; “soñaba que iba a visitar la réplica de la obra al Reina Sofía y al apoyarme en ella, tiraba una de las piezas”. La dificultad burocrática de acceder a los testimonios y fuentes documentales, sumó complejidad al proceso de crear esta obra, llegando incluso a plantearse su abandono.
En el proceso de documentación previo a la escritura, Juan tuvo que echar mano de un campo del que no solo es conocedor, sino un profesional: el periodismo. “Hay una fase de recogida de testimonios, bibliografía, hemeroteca… que está sometida a las reglas del periodismo”, explica, “en el proceso de la escritura se mezcla con el enfoque ficticio y entonces todo pasa a ser ficción”.
El trabajo que hay tras esta obra maestra es innegable, pero también la paciencia del escritor, que le permitió insistir, resistir y, sin duda, vencer. Muestra de esa victoria: Obra Maestra.
Los que conocemos el estilo narrativo de Tallón, sabemos que su prosa está compuesta por construcciones muy detalladas, que siempre tienen un peso importante sobre el transcurso de las historias. “Eso define mi modo de mirar el mundo, por eso en el plano narrativo también funciono así”, explica; “yo me suelo fijar en lo que esta delante de mí, trabajo por acumulación de detalles al poner el foco en algo próximo, real, que suele pasar desapercibido”.
En el año 2009 se da por cerrada la investigación y cae en el olvido de la mayor parte de la sociedad. Como refleja una de las frases del libro “Un escándalo nuevo siempre viene al rescate de un escándalo anterior”. Ahora, trece años después de que se cerrase la investigación, Obra Maestra revive la historia. “Yo creo que funcionara como un acto de memoria, a modo de novela histórica, aunque ficcionada”, afirma el escritor.
Puesto que en su día el Museo encargó al artista una réplica de la obra aun desaparecida, si ahora apareciese habría dos esculturas totalmente iguales. Entonces cabría preguntarse ¿es posible que dos piezas exactamente iguales puedan convivir en un mismo mundo? Tal vez habría que destruir una, pero, ¿cuál?. La hipótesis más arraigada es la de que la primera escultura se destruyó, se fundió y se reencarnó en en multitud de pequeños objetos de hierro. Tallón tiene clara su postura al respeto: "deseo que allá donde esté, dé felicidad a quienes disfruten de ella”.
Por último, tomen nota de uno de los detalles más llamativos de libro: en las transiciones entre cada una de las cuatro partes que lo componen hay una especie de puzzle a través de un diálogo entre los miembros de la familia del autor. Su madre (Claudia), su hija (Helena), su mujer (Marta) y su padre (Ramón), enriquecen, aun más si cabe, esta lectura. "Es como un juego metafórico entre las distintas fases de eso que todos perseguimos a lo largo de nuestra vida: la búsqueda, aunque a veces no sepamos ni qué es lo que buscamos", concluye Tallón.
diumenge, 19 de gener del 2025
apropiació indeguda, representa
Cabe la posibilidad también de tomar un libro prestado de la biblioteca pública. Y que ese libro en cuestión sea tan extraordinario, y tan difícil de conseguir en una librería, que no tengas más remedio que apropiártelo. Es lícito, aunque duro. Estás entre la espada y la pared. No recomiendo hacerlo, por supuesto. No. Nada ni nunca. Jamás de los jamases. Aunque yo lo he hecho. Y volvería a hacerlo. Un día entré en una biblioteca municipal, metí Juicio Universal, de Giovanni Papini, debajo del jersey, y me fui discretamente embarazado. Aquella joya estaba descatalogada. Y en aquella biblioteca se moría de tristeza lentamente, qué agonía. Nadie le prestaba atención. Le hice un favor. En cambio, ahora, en mi casa, descansa en una peana, a su vez formada por libros...
Juan Tallón. «Instrucciones para tratar con un libro». A: Mientras haya bares. Círculo de tiza, 2016. P. 256.
dissabte, 18 de gener del 2025
divendres, 17 de gener del 2025
per primer cop
Los grandes lectores, quizá con un poco de pedantería, echan de menos sus «primeras veces». Dicen «Ojalá pudiera experimentar el placer de leer por primera vez Madame Bovary». O Lolita. O El idiota. O Cien años de soledad. O La canción del verdugo. O Memorias póstumas de Brás Cubas. O Poeta en Nueva York. Cada quien se define con la selección de sus viajes iniciáticos y sus lecciones inaugurales. Los grandes lectores le dicen al lector joven «No sabes cuánto te envidio». Pero no hace falta tener veinte años para sorprenderse y sentirse trémulo como una hoja, porque esa sensación de descubrimiento, esa conciencia de vivir un instante que causa gozo y consigue que nuestra cabeza funcione a gran velocidad, puede producirse también en la edad madura...
Marta Sanz. «Mi primera vez con Kate Chopin». A: Enciclopedia secreta. Lecturas en el espejo feminista. Contraseña, 2022. P. 530.
dijous, 16 de gener del 2025
merda d'artista
L'any 1961, Agostino Bonalumi i Piero Manzoni van fer una exposició a Milà juntament amb un tercer artista, Enrico Castellani. Va ser un fracàs. Després d'intentar vendre, sense èxit, una peça a un col·leccionista, Manzoni va exclamar: Aquests imbècils de burgesos milanesos només volen merda. Mesos més tard, va presentar la seva nova obra: una llauna que contenia, en teoria, 30 grams dels seus excrements. En total va produir 90 llaunes, que després van anar a parar a museus com la Tate Modern de Londres. S'han arribat a pagar 124.000 euros per llauna.
Bonalumi va publicar un article al diari Corriere della Sera, l'onze de juny de 2007, on assegurava que dins de les llaunes no hi ha matèria orgànica, perquè si fos així el metall ja s'hauria fet malbé. Puc afirmar tranquil·lament que només hi ha guix, va escriure.
* * * *
También había oído a menudo que en arte lo importante es la idea. «¿Sabías que en los sesenta hubo un artista que enlató su propia mierda en noventa recipientes de metal, los etiquetó, numeró y los firmó con vistas a venderlos? Lo hizo todo él mismo. Es decir, no se limitó a cagar y que después un subalterno acabase el trabajo. Quizá ya no quedaban subalternos así. Cada lata pesaba treinta gramos, y se vendía al precio que en ese momento tenía el grano de oro.» «Te lo estás inventando, ¿verdad?» «Hablo en serio. No recuerdo cómo se llamaba el tipo. Las latas se titulaban "Mierda de artista", y se suponía que eran una crítica al mercado del arte, que empezaba a volverse tal locura que la simple firma de un artista hacía que la obra, aunque fuese eso, típica mierda de culo, disparase su precio. Me suena que el año pasado todavía alguien pagó 120.000 euros por una de esas latas de mierda envasada al natural.»
Juan Tallón. Obra maestra. 3a ed. Anagrama, 2022. P. 261.
dimecres, 15 de gener del 2025
la bovary al metro
JUAN JOSÉ MILLÁS
Un suceso increíble
El País
10|1|2025
Hoy le cedí el asiento en el metro a una chica. No a una chica con problemas de movilidad, sino a una chica en perfecto estado de salud que se sentó prácticamente sin mirarme. ¿Por qué lo hice? Porque iba leyendo de pie, con problemas de equilibrio, Madame Bovary. Supuse que era la única joven del mundo que en esos instantes leía en el metro a Flaubert. De hecho, hice un repaso mental a toda la red subterránea de Nueva York y a toda la de París y a toda la de Berlín y a toda la de Londres (tengo esa facultad: la de adivinar a distancia qué pasa en las redes de metro) y no descubrí a ningún adolescente con ese libro entre las manos, tampoco a ninguna persona mayor, para decirlo todo. Me pareció una singularidad que se merecía un gesto como el mío. La extraña lectora ni siquiera se había dado cuenta de que quien le cedía el asiento era un viejo. Iba tan embobada o embebida en la lectura que se limitó a musitar un "gracias" casi inaudible antes de sentarse.
Yo di unos pasos hacia atrás para evitar las miradas de las que estábamos siendo objeto y desde allí continué observándola. ¡Ah, Flaubert, Flaubert! ¡Cuánto tiempo sin recaer en él! En esto, la chica cerró el volumen y permaneció ensimismada unos instantes. Miraba sin ver hasta que algo se despertó en su interior. Entonces volvió los ojos, reparó en mi presencia e hizo el gesto de cederme el asiento. Yo negué con la cabeza, pero ella insistió y no tuve otro remedio que aceptarlo. Acababa de dar la vuelta al mundo para volver al mismo sitio.
La muchacha continuó la lectura del volumen en el pasillo del vagón, sosteniéndolo con una mano mientras se sujetaba a la barra con la otra. Al poco, estaba completamente sumergida de nuevo en ese texto extraordinario. Todos íbamos dentro de un vehículo menos ella, que iba dentro de un libro. Yo he llegado a todas partes dentro de un libro, pero a veces lo olvido y me empeño en llegar de otros modos.
dimarts, 14 de gener del 2025
l'home salvat pels llibres
SARA MUÑOZ
L'home salvat pels llibres
El PuntAvui
6|5|2025
Si s’inventés un premi per reconèixer la persona que passa més hores en aquella biblioteca, que ningú no dubti que el guanyaria de totes passades. Arriba cada matí, o per ser més exactes cada matí que la instal·lació obre les portes, i a primera hora ja apareix. La rutina es repeteix amb la precisió amb què qualsevol que ha passat per l’escola recita les taules de multiplicar. Primer diposita els seus estris personals en un racó del jardinet exterior, com qui deixa la jaqueta al guarda-robes, però sense perxes ni personal que el vigili. Després es dirigeix a la cadira que sap que no li pertany, perquè allà tot és col·lectiu i no hi ha res que dugui nom i cognoms, però ell li ha agafat estima, a aquell racó, així que procura plantar sempre les natges al mateix lloc. Potser li recorda un vell espai de treball, o de descans, que li proporcionava una certa calma i que formava part d’una vida endreçada que un dia, de cop i volta, va fer un gir aterrador i inesperat. A la biblioteca llegeix obres molt variades, o si més no es passeja per seccions molt divergents abans de fer la tria del dia. Mai recorre al servei de préstec per endur-se una obra a casa. A quina llar se l’hauria d’emportar? Hi ha gent que se’l mira, estranyada, i d’altra que es deu haver acostumat a la seva presència i ja no hi para atenció, malgrat que té un aspecte que no passa desapercebut i desprèn l’olor de la gent a qui la vida li ha fet la traveta i no s’ha pogut aixecar. La biblioteca és el seu cau. Allà s’estalvia el fred de l’hivern, les altes temperatures de l’estiu, i també pot fer ús del vàter. Quants cops li deuen haver negat l’entrada a un lavabo públic. Quan l’equipament tanca, recull les seves pertinences i torna al carrer, l’espai hostil on malviu durant les nits i on s’exposa a les agressions de la gent amb la qual difícilment coincidirà a la biblioteca. I espera pacient que l’equipament torni a obrir.
dilluns, 13 de gener del 2025
el misteri de l'escultura perduda
NADAL SUAU'Obra maestra': el misterio de la escultura perdidaEl español21|2|2022Obra maestra parte de un hecho tan absurdo como real: a mediados de la primera década de los dos mil, se descubrió que el Museo Reina Sofía había perdido una escultura de Richard Serra. Concretemos: una escultura de acero que pesaba casi cuarenta toneladas. Más allá de la clásica invitación a la bajona nacional que implica semejante despropósito, no es menos cierto que su naturaleza entre trágica y bufa resulta fascinante. Y es curioso que, de los muchos personajes convocados por Juan Tallón (Vilardevós, 1975) en estas páginas, sea César Aira, quizás el ser humano más imprevisible del mundo, quien pronuncie la frase más previsible: “Aquí hay una novela, ¿no te parece?”. Es abril de 2009 (no sabemos si solo en la ficción o también en la realidad) y el interlocutor de Aira es Tallón, quien empezará a concebir una novela alrededor de la noticia: hablamos de Obra maestra.
Sin embargo, en esa escena Aira y Tallón caen en un equívoco frecuente: tener una anécdota no significa necesariamente tener un libro. La dificultad inicial del proyecto que nos ocupa reside en que no se sabe nada del destino que tuvo la escultura: sin culpables conocidos, sin una investigación cerrada a la que atenerse y sin un nudo dramático claro, los hechos no colaboran con el novelista. De semejante problema nace el mayor logro del libro (su estructura), pero también su aspecto quizás más discutible (el tratamiento de las fronteras entre dato y especulación).
Desde luego, la estructura es inteligente y muy eficaz. Obra maestra se construye como un mosaico de voces, unas setenta, que enfocan el tema central desde infinidad de puntos de vista: escuchamos a Serra, a ministros y técnicos, a empleados de seguridad y taxistas, a críticos y comisarios de arte… La primera lectura que sugiere el recurso es casi un cliché: frente a la imposibilidad de la Verdad se contraponen una miríada de verdades. Y funciona. Cierto que el lenguaje no alcanza la flexibilidad necesaria para ofrecer un efecto polifónico, pero a cambio el lector asiste a una elaborada fragmentación del ampuloso concepto “Obra” en centenares de pequeños condicionantes: instituciones, mercado, discurso, relato, urbanismo, industria, materia, elitismo, legislación, biografía…
Una verdad sin pruebas
La gracia de fondo radica en que un objeto absolutamente monolítico como es la escultura de Serra ha propiciado este abordaje narrativo a la idea del arte como flujo (insisto: “narrativa”; el libro esquiva cualquier densidad teórica). Y es más gracioso todavía que Tallón ponga la clave del asunto en boca del propio Richard Serra cuando manifiesta su convicción de que la pieza desaparecida ya no existe: “Se fundiría, supongo, convirtiéndose en millones de pequeñas cosas diferentes, objetos cotidianos empleados para tareas rutinarias”. Y remata: “Tiene su gracia” (el lector me permitirá que utilice, deliberadamente, tres veces la misma palabra).
Dicho esto, Obra maestra también provoca algunas dudas. La primera la he mencionado: su prosa es limpia, abordable; pero quizás se añoren inflexiones que dieran mayor relieve a las diferentes voces. La segunda es una herencia del caso real, y el texto casi siempre logra vencerla: estamos ante un material narrativamente trunco, suspendido en la (casi) nada. La tercera es de tipo, digamos, deontológico: el autor confiesa que ha alternado documentación e imaginación, lo cual es una potestad novelística que me parece obvia, pero que aquí se concreta en límites tan inescrutables que habrá quien discuta su pertinencia.
En conjunto, Obra maestra halla el modo de explicar una historia que roza la condición de no-historia con agilidad e ingenio, y con mayor sencillez de lo que aparenta su carácter fragmentario.
diumenge, 12 de gener del 2025
dissabte, 11 de gener del 2025
llegir els subratllats d'altri
Me llaman mucho la atención los libros usados que he comprado y donde encuentro el subrayado de personas desconocidas: signos profundos o confusos o azarosos de una lectura al margen que intento comprender y me resulta imposible.
Recuerdo ahora lo que me sucedió con un libro de Emil Cioran, el de las tapas doradas, el de los párrafos sobre la amargura. Lo busqué afanosamente por un tiempo sin ninguna fortuna y lo encontré, de pronto, en una librería de viejo de la avenida Santa Fe en Buenos Aires, en la sección de poesía.
Durante unos días no le quité la funda que lo protegía hasta que al abrirlo advertí todo su interior subrayado, a veces con una línea, otras veces con una doble recta, intensa y aparentemente ofuscada. Había varias notas en los márgenes, sobre todo signos de admiración y de interrogación y, también, cortas palabras escritas con una letra que me impresionó por su redondez y prolijidad. En la primera página encontré la firma de quien subrayaba y escribía en toda la extensión del libro: su nombre era Diana; decidí entonces postergar la lectura de Cioran para otro momento y comenzar a leer todo aquello que había escrito Diana.
En términos del subrayado habrá mucho para contar; cada lector tendrá quizá su ética y su estética al respecto. Habrá quienes consideren que marcar un libro es un hábito de salvajismo y brutalidad, una injerencia, la ocupación de un espacio indebido; otros pensarán que de ello se trata justamente la lectura: de intervenir, de reaccionar, de dejar indicadas nuestras adhesiones o prevenciones o incomodidades en relación a aquello que leemos...
Carlos Skliar. La intútil lectura. Mármara, 2019. P. 241-242.
divendres, 10 de gener del 2025
broma maestra
CARLOS PARDO
Novela total y broma maestra de Juan Tallón sobre la escultura gigante perdida en el Reina Sofía
El País
5|2|2022
La noticia es de sobra conocida y saltó a la prensa en 2006: el Museo Reina Sofía había perdido la obra Equal-Parallel/Guernica-Bengasi, del artista norteamericano Richard Serra. Si perder una obra ya es un desastre, que ésta sea una escultura de 38 toneladas de acero roza el delirio humorístico. A partir de ahí se multiplican las hipótesis: la prestigiosa empresa Macarrón, SA, encargada de su almacenamiento en una nave de Arganda del Rey, había quebrado 10 años antes sin que ningún responsable del museo se hubiera preocupado por “recoger” los cuatro pesados bloques de aquella obra maestra del minimalismo, que permanecían junto al aparcamiento, a la intemperie. De hecho, Macarrón quebró por una macabra relación con las instituciones públicas. Resumiendo, aquella empresa dedicada desde hacía más de 100 años a la producción de materiales de Bellas Artes, así como al enmarcado y montaje de exposiciones, debía a la Seguridad Social los millones que el Ministerio de Cultura y otros ministerios no le habían pagado aún por algunos proyectos estelares de la Expo de Sevilla. A partir de ahí, la maquinaria siniestra: la Seguridad Social prohíbe que el Museo Reina Sofía y otros organismos públicos paguen a Macarrón una deuda que ya era millonaria, sin que por ello dejen de reclamársele nuevos servicios, que tampoco se le pagarán. Entonces Macarrón quiebra. Y la Seguridad Social embarga sus terrenos, sobre los que construye un archivo histórico. Entretanto, la obra de Serra ha desaparecido. ¿Se había vengado Macarrón llevándosela? ¿La desguazaron como chatarra? ¿La enterraron en los solares del nuevo archivo histórico de la Seguridad Social? El caso se sobreseyó sin que nadie haya podido explicar cómo se ha volatilizado la pesada obra maestra. Aunque quizá “la obra maestra”, como apunta el artista Isidoro Valcárcel Medina en esta novela, “es robar la escultura de Richard Serra, no hacerla”.
Con estos materiales algo caóticos e inabarcables (como mi enumeración), Juan Tallón (Vilardevós, 1975) ha escrito uno de los más brillantes frescos literarios de la España reciente, una moderna feria de las vanidades donde la política, la institución del arte y la judicatura muestran sus ruindades y torpezas. Pero también una sagaz disección de las relaciones de los artistas con el poder en nuestras sociedades “democráticas”, de las ambivalencias de eso que llamamos arte público: obras que nos enseñan a “activar el espacio”, pero también muros que parten plazas y deprimen a sus vecinos.
Tallón elige narrar esta historia con las perspectivas de más de 70 personajes, muchos de ellos conocidos artistas, críticos o políticos: Oriol Bohigas, Calvin Tomkins, Rosina Gómez-Baeza, Carlos Solchaga, Carmen Giménez o el mismo Richard Serra. Más de 70 “monólogos”, incluyendo vigilantes jurados, historiadores, galeristas, periodistas, directores de museo, escritores y un jubilado.
Pero debe quedar claro que Tallón no “entrevista”. Aunque Obra maestra es una exhaustiva investigación, el autor “inventa” unas voces. Que Tallón es un maestro en esta modulación de los personajes por sus propias palabras, por sus detalles humorísticos, su locuacidad fuera de lugar incluso en circunstancias dramáticas ya lo sabíamos por su maravillosa novela anterior, Rewind, pero en Obra maestra este método alcanza una destreza aún mayor. En primer lugar, porque buena parte de las voces de esta nueva novela pertenecen a “personas reales”, pero mientras leemos funcionan, sobre todo, como alucinantes creaciones literarias. Llevándolo a un plano estructural mayor, éste también es el secreto de Obra maestra, que todos sus materiales, reales o no, hayan desembocado en una gran creación “ficticia”. Y que a la vez esta obra “ficticia”, esta novela, se haya camuflado de material preliterario, de documentación periodística. Es un hermoso truco, entre la verosimilitud de la novela que quiere convertirse en el fresco de una sociedad y el disparate genial y extrañado de un parodista, un bromista trágico, más cercano a Nabokov que a Balzac. Y mientras avanzamos en los cuatro actos de esta especie de novela de detectives según los cánones poirotescos del Who did it, no nos importa conocer cuántos de estos fragmentos tienen su origen en entrevistas realizadas por el autor, artículos leídos o declaraciones captadas al azar durante los más de 10 años de escritura (fechas que sugiere otro de los monologantes locuaces de Obra maestra, el propio Juan Tallón, en uno de los fragmentos finales), sino cuáles serán los giros impertinentes de las vidas y las voces de estos personajes, cuáles los detalles que los elevarán como artificios de la imaginación. A un vigilante jurado lo recoge un coche fúnebre cada noche. La inspectora de la Brigada de Patrimonio sentencia: “El café que tomas a medida que te alejas de Madrid te recuerda que en Madrid, en general, no se bebe café sino otra cosa. Otra cosa que no tiene perdón. Ni nombre”. Por no hablar de dos personajes antagónicos que se reservan lugares principales en esta comedia: Ana Sucunza, subdirectora general de la Tesorería de la Seguridad Social, y Jesús Macarrón, empresario.
Pero Tallón no abusa de estos giros burlescos ni derrapa por ingenioso: antes bien, desde sus primeras palabras da profundidad y ternura a cada uno de estos personajes, conocido o no, cuidándolo con la sutil protección de la caricatura. Porque son muchos elementos los que están en juego: política, identidad nacional, fracaso y éxito, torpeza congénita, mala leche, innovación en la gramática del arte… Y de esta manera tan oblicua y prismática, tan cuidadosa en definitiva, Tallón ha escrito una novela “total”. Divertida, trágica y rotunda.
dijous, 9 de gener del 2025
la xarxa clientelar literària
MONTSERRAT DAMESON
La xarxa clientelar literària
El Nacional
14|12|2024
De vegades una té la sensació que el món dels premis literaris al nostre país funciona com una gran xarxa clientelar. Iniciant la columna amb aquesta sentència, el lector de seguida la farà sonar com una referència a la Nit de Santa Llúcia d’Òmnium Cultural. Sí i no. Va ser aquella posada en escena que m’hi va fer pensar, però aquest text no vol ser-ne una esmena a la totalitat. La part més important dels premis literaris és la que no es veu. Ni se sent. Cada vegada que s'atorguen premis, allò que un ha de sortir a buscar si vol entendre del tot què passa al món de les lletres, són els silencis. No és que hi hagi sempre dues converses —una d’oficial i una de privada en què es fa una crítica més fidel a la veritat—. És que els silencis també formen part de la conversa oficial. De fet, molts callen per poder continuar habitant certs espais, certes discussions, continuar rebent certes ofertes i continuar fent girar la roda dels premis, a veure si algun dia els toca.
Que tot plegat funciona com una xarxa clientelar ho escric perquè la Nit de Santa Llúcia m’hi va fer pensar, però aquesta desconfiança latent amb tot el que suposi un reconeixement públic de les lletres ve de lluny. Ve, de fet, d’haver vist com els silencis de la conversa pública oficial es tornaven crítiques descarnades als entorns privats. O d’haver endevinat com més o menys tothom acceptava prou cínicament que al jurat de tal premi hi havia l’editor —editora— del llibre premiat. O d’haver viscut com la tònica era dir meravelles d’una obra que, en realitat, la majoria sabia que no l’havia escrit sencera qui la signava. O d’haver sentit que a certs jurats s’havien vetat textos per motius estrictament personals. I pels mateixos motius se n’havien premiat. Com a qualsevol sector econòmic, els diners generen interessos que treballen sols.
Ni el bé, ni la bellesa, ni la veritat són el vector únic que fa que els engranatges del sistema es moguin, i entenc que seria injust de demanar que això, només per a aquest món literari que ens hem dat entre tots, fos així. De totes maneres, essent un país "petit", essent més fàcil que en entorns reduïts s’adobin certes envegetes —i, per tant, més fàcil ser titllat d’envejós—, i funcionant la crítica literària com un pacte de silenci que ningú acaba d’assenyalar del tot per por de semblar boig, costa molt no tenir la sensació que tot plegat està especialment pervertit. Bàsicament, perquè costa massa d’assenyalar les "perversions" més evidents, fins i tot aquelles que podríem considerar "necessàries" per no convertir el món literari en un voluntariat.
L’únic problema de fons d’aquest enviliment és que fent veure que no existeix, tapant-lo perquè continuï girant, formant-ne part per poder-ne arreplegar quatre engrunetes quan toqui, és impossible que el nivell de la literatura que premiem no se n’acabi ressentint. I és impossible que no esdevingui un escenari mort d’aplaudiments programats i protocols ideats perquè la tramoia no es desmunti. Fins i tot els autors agraeixen de tant en tant una mica d’honestedat per refrescar-se les idees. Els premis no tenen només la funció de repartir calés; per al català mitjà que es compra un parell de llibres l’any en funció d’allò que ha sentit a la ràdio i ha vist a la televisió, els premis són la brúixola del seu hàbit lector. I sense una conversa ventilada diligentment —fins i tot per admetre’ns i acceptar-nos obertament que el món de la literatura funciona tan interessadament com qualsevol altre—, es fa força difícil destriar un llibre consensuadament bo d’un editor sorneguer com una guilla. O el mal pinso d’una bona estratègia de màrqueting. Ara que ja hi ha prou programes i pòdcasts de llibres, potser convindria començar a xarbotar la literatura per aquí.