miller sobre rimbaud

¿Por qué, me pregunto, adoro a Rimbaud por encima de todos los escritores? No soy ningún cultor de la adolescencia ni pretendo que esté a la altura de otros escritores que podría enumerar. Pero hay algo en él que me conmueve como jamás me ha conmovido la obra de ningún otro. ¡Y he ido hacia él a través de las nieblas de un idioma que nunca he podido dominar! La verdad es que sólo cuando traté ingenuamente de traducirlo empecé a apreciar plenamente la fuerza y la belleza de su estilo. Me veo en él como en un espejo. Nada de cuanto dice me es ajeno, por salvaje, absurdo o arduo que parezca. Para comprender es necesario entregarse y recuerdo claramente haber accedido a esa rendición desde el primer día que eché un vistazo a su obra. Ese día, hace poco más de diez años, sólo leí unas pocas líneas y, temblando como una hoja, dejé el libro. Tenía la sensación en aquel entonces, y la sigo teniendo, de que había dicho todo cuanto se puede decir en nuestra época. Era como si hubiera puesto un techo al vacío. Es el único escritor a quien he leído y releído con el mismo júbilo y la misma excitación, descubriendo en cada lectura algo nuevo, conmovido profundamente cada vez por su pureza. Todo cuanto diga de él será siempre un balbuceo, apenas una aproximación, a lo sumo un aperçu. Es el único escritor cuyo genio envidio, los demás, por grandes que sean, no me producen envidia. ¡Y pensar que estaba acabado a los diecinueve años! De haber leído a Rimbaud en mi juventud, dudo de que hubiera escrito una línea. ¡Qué afortunada es a veces nuestra ignorancia!

Henry Miller. El tiempo de los asesinos. Alianza, 1983. p.83