dijous, 2 d’octubre del 2014

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Siempre usamos las mismas palabras para explicar a John Cheever: alcohol, homosexualidad, culpa. Podríamos añadir dos más: Cedar Lane, el camino del cedro, el lugar que Cheever eligió para vivir durante sus últimos 31 años, como si su residencia fuera la consecuencia lógica de sus relatos y de sus obsesiones. Hablar de John Cheever sin nombrar su calle es como acordarse de Lawrence Durrell y olvidar Alejandría.
Cedar Lane, 197, en la ciudad de Ossining, a una hora de Manhattan, es la dirección de una casa llamada 'Afterwhiles', que ha aparecido en el escaparate de las inmobiliarias locales. Su última ocupante murió en primavera y los hijos del escritor la venden. No quieren vivir allí. Piden 525.000 dólares (390.000 euros) aunque advierten de que el edificio requiere reformas. La propiedad incluye 24.000 metros cuadrados de finca y, atención, unas cuantas cajas de recuerdos de los anteriores dueños, el señor Cheever y su mujer Mary. Libros, fotografías, recortes... Su hija Susan ya ha explicado que todo lo que ella y sus hermanos querían llevarse del lugar ya está lejos de Ossining.

Luis Alemany. «Una casa, una copa, un tormento». El Mundo. 30|07|2014.

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Nos mudamos. La casa nueva está vacía y mucho después de que hayamos colocado las alfombras y los muebles, mucho después de que hayan aparecido los amigos con flores y vino y hayan vuelto a partir, después de colgar los cuadros, correr las cortinas y encender las luces, la imagen de la casa vacía, con olor a gato en el salón de la planta alta, la pintura manchada y descolorida, es mucho más persistente que los nuevos arreglos. La imagen del vacío es para mí una manifestación del horror. Las lámparas y las flores parecen transparentes. Los arreglos prosiguen durante el jueves y el viernes; el viernes por la tarde empieza una nevada que dura doce horas. La anciana señora L. dijo en cierta ocasión que no debería ser tan sensible, pero por lo visto no sé seguir su consejo. Mis sentimientos hacia las calderas están condicionados por el hecho de que en la casa vieja la caldera se estropeaba con frecuencia y una vez explotó. En el cuarto de huéspedes hay un escape. El quemador es muy caprichoso. A las ocho y media me he tomado una copa.
Más nieve. El autobús escolar de Ben llega con retraso y lo traigo a casa. Despejo la nieve, la bendita nieve, hasta las tres y media, después bebo demasiado y me quejo del ropero. Me despierto durante la noche, cuando la maquinaria doméstica toma sus propias decisiones. Primero el quemador, después el frigorífico, la aspiradora, la bomba de la letrina. Espero estar menos ansioso, más sereno. Espero que poco a poco vayamos tomando posesión de esta casa, de este lugar. Parece que requiere un esfuerzo.

John Cheever. Diarios. Traducció de Daniel Zadunaisky. Emecé, 2004. P. 192-193.


2 comentaris:

  1. Una finca de 24.000 m2, a una hora de Manhattan, i encara no estàs content?
    A escala vigatana, el terrenet del Cheever són quasi cinc places majors (5.200 m2)!

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    Respostes
    1. És una ganga, Girb. A més, té possibilitats. S'hi podria fer una casa museu Cheever (com la que té mossèn Cinto a Folgueroles) o un parc temàtic de Mad Men, perquè representa que és justament a Ossining on viuen els Draper de la sèrie. Per no parlar de la proximitat de Sing-sing, que sempre dóna molt de joc!

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