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dijous, 11 de juliol del 2024

cultura vs. erudició


Lo fácil que es confundir cultura con erudición. La cultura en realidad no depende de la acumulación de conocimientos, incluso en varias materias, sino del orden que estos conocimientos guardan en nuestra memoria y de la presencia de estos conocimientos en nuestro comportamiento. Los conocimientos de un hombre culto pueden no ser muy numerosos, pero son armónicos, coherentes y, sobre todo, están relacionados entre sí. En el erudito, los conocimientos parecen almacenarse en tabiques separados. En el culto se distribuyen de acuerdo a un orden interior que permite su canje y su fructificación. Sus lecturas, sus experiencias se encuentran en fermentación y engendran continuamente nueva riqueza: es como el hombre que abre una cuenta con interés. El erudito, como el avaro, guarda su patrimonio en una media, en donde sólo cabe el enmohecimiento y la repetición. En el primer caso, el conocimiento engendra el conocimiento. En el segundo, el conocimiento se añade al conocimiento. Un hombre que conoce al dedillo todo el teatro de Beaumarchais es un erudito, pero culto es aquel que habiendo solamente leído Las bodas de Fígaro se da cuenta de la relación que existe entre esta obra y la Revolución francesa o entre su autor y los intelectuales de nuestra época. Por eso mismo, el componente de una tribu primitiva que posee el mundo en diez nociones básicas es más culto que el especialista en arte sacro bizantino que no sabe freír un par de huevos.

Julio Ramón Ribeyro. Prosas apátridas (completas). Seix Barral,  2007. P. 27-28.

dilluns, 17 de maig del 2021

l'aventura més gran


No creo que para escribir sea necesario ir a buscar aventuras. La vida, nuestra vida, es la única, la más grande aventura. El empapelado de un muro que vimos en nuestra infancia, un árbol al atardecer, el vuelo de un pájaro, aquel rostro que nos sorprendió en el tranvía, pueden ser más importantes para nosotros que los grandes hechos del mundo. Quizás cuando hayamos olvidado una revolución, una epidemia o nuestros peores avatares, quede en nosotros el recuerdo del muro, del árbol, del pájaro, del rostro. Y si quedan, es porque algo los hacía memorables, algo había en ellos de imperecedero, y el arte sólo se alimenta de aquello que sigue vibrando en nuestra memoria.

 

Julio Ramón Ribeyro. Prosas apátridas (completas). Seix Barral,  2007. P. 132.

 

dimecres, 21 d’octubre del 2020

la biblioteca personal és un anacronisme


La biblioteca personal es un anacronismo. Ocupa demasiado lugar en casas cada vez más chicas, es oneroso formarlas, nunca realmente se las aprovecha en proporción a su costo o volumen. Un libro leído, además, ¿no está ya en nuestro espíritu, sin ocupar espacio? ¿Para qué conservarlo, entonces? ¿Y no abundan ahora acaso las bibliotecas públicas, en las que podemos encontrar no sólo lo que queremos, sino más de lo que queremos? 

La biblioteca personal responde a circunstancias de tiempos idos: cuando se habitaba el castillo o la casa solariega, en los que por estar aislado del mundo era necesario tener el mundo a la mano, encuadernado; cuando los libros eran tan raros y a menudo únicos y era imperioso poseer el codiciado incunable; cuando las ciencias y las artes evolucionaban con menos prontitud y lo que contenían los libros podía conservarse vigente durante varias generaciones; cuando la familia era más estable y sedentaria y una biblioteca podía transmitirse en la misma morada y habitación y armarios sin peligro de dispersión. Estas circunstancias ya no se dan. Y sin embargo hay locos que quisieran tener todos los libros del mundo. Porque son demasiado perezosos para ir a las bibliotecas públicas; porque se cree que basta mirar el lomo de una colección para pensar que ya se ha leído; porque uno tiene vocación de sepulturero y le gusta estar rodeado de muertos; porque nos atrae el objeto en sí, al margen de su contenido, olerlo, acariciarlo. Porque uno cree, contra toda evidencia, que el libro es una garantía de inmortalidad y formar una biblioteca es como edificar un panteón en el cual le gustaría tener reservado su nicho.

 

Julio Ramón Ribeyro. Prosas apátridas (completas). Seix Barral,  2007. P. 117-118.

 

dimarts, 8 de setembre del 2020

sobren els comentaris


Uno escribe dos o tres libros y luego se pasa la vida respondiendo a preguntas y dando explicaciones sobre estos libros. Lo que prueba que a la gente le interesa tanto o más las opiniones del autor sobre sus libros que sus propios libros. Y en gran parte a causa de ello no escribe nuevos libros o sólo escribe libros sobre sus libros. Para contrarrestar este peligro, tener presente que una buena obra no tiene explicación, una mala obra no tiene excusa y una obra mediocre carece de todo interés. En consecuencia, los comentarios sobran.

Julio Ramón Ribeyro. Prosas apátridas (completas). Seix Barral,  2007. P. 134.

diumenge, 14 de juny del 2020

venda assegurada


Un editor francés, comprobando que ha decaído la venta de los clásicos, decide lanzar una nueva colección, pero en la cual los prólogos no serán encomendados a eruditos des-conocidos, sino a estrellas de la actualidad. 
Así Brigitte Bardot hará el prefacio de Baudelaire, el ciclista Raymond Poulidor el de Proust y el actor Jean-Paul Belmondo, que antes fue boxeador, el de Rimbaud. Belmondo empieza su preámbulo con estas palabras: «Cada vez que leo un poema de Rimbaud siento como un puñetazo en la quijada.» Venta asegurada.

Julio Ramón Ribeyro. Prosas apátridas (completas). Seix Barral,  2007. P. 37.

dissabte, 6 de juny del 2020

partir de zero


¡Cuántos libros, Dios mío, y qué poco tiempo y a veces qué pocas ganas de leerlos! Mi propia biblioteca, donde antes cada libro que ingresaba era previamente leído y digerido, se va plagando de libros parásitos, que llegan allí muchas veces no se sabe cómo y que por un fenómeno de imantación y de aglutinación contribuyen a cimentar la montaña de lo ilegible y, entre estos libros, perdidos, los que yo he escrito. No digo en cien años, en diez, en veinte, ¿qué quedará de todo esto? Quizás sólo los autores que vienen de muy atrás, la docena de clásicos que atraviesan los siglos, a menudo sin ser muy leídos, pero airosos y robustos, por una especie de impulso elemental o de derecho adquirido. Los libros de Camus, de Gide, que hace apenas dos decenios se leían con tanta pasión, ¿qué interés tienen ahora, a pesar de que fueron escritos con tanto amor y tanta pena? ¿Por qué dentro de cien años se seguirá leyendo a Quevedo y no a Jean-Paul Sartre? ¿Por qué a François Villon y no a Carlos Fuentes? ¿Qué cosa hay que poner en una obra para durar? Diríase que la gloria literaria es una lotería y la perduración artística un enigma. Y a pesar de ello se sigue escribiendo, publicando, leyendo, glosando. Entrar a una librería es pavoroso y paralizante para cualquier escritor, es como la antesala del olvido: en sus nichos de madera, ya los libros se aprestan a dormir su sueño definitivo, muchas veces antes de haber vivido. ¿Qué emperador chino fue el que destruyó el alfabeto y todas las huellas de la escritura? ¿No fue Eróstrato el que incendió la biblioteca de Alejandría? Quizás lo que pueda devolvernos el gusto por la lectura sería la destrucción de todo lo escrito y el hecho de partir inocente, alegremente de cero.

Julio Ramón Ribeyro. Prosas apátridas (completas). Seix Barral,  2007. P. 13-14.

dilluns, 27 de març del 2017

cada infeliç ho és a la seva manera



Prosas apátridas, Julio Ramón Ribeyro. [Font: Laura Ferrero‏ @Lau_Ferrero].


dissabte, 29 d’agost del 2009

prosas apátridas (II)

En algunos casos, como en el mío, el acto creativo está basado en la autodestrucción. Todos los demás valores -salud, familia, porvenir, etc.- quedan supeditados al acto de crear y pierden toda vigencia. Lo inaplazable, lo primordial, es la línea, la frase, el párrafo que uno escribe, que se convierte así en el depositario de nuestro ser, en la medida en que implica el sacrificio de nuestro ser. Admiro pues a los artistas que crean en el sentido de su vida y no contra su vida, los longevos, verdaderos y jubilosos, que se alimentan de su propia creación y no hacen de ella, como yo, lo que se resta a lo que nos estaba tolerado vivir.


P.S.: Dec en Julio Ramón Ribeyro a la timidíssima generositat d'en David Serrador, habitual de la casa (no m'agrada dir usuari) i esporàdic i desinteressat col·laborador. De tant en tant ens organitza i modera clubs de lectura on ens ha fet llegir Erri de Luca, Adam Zagajewski, Patrick Modiano, Antonio Tabucchi...Gràcies, David.
Si voleu saber coses sobre Ribeyro (a banda de la seva addicció a la nicotina), aquí trobareu teca.

divendres, 28 d’agost del 2009

prosas apátridas (I)


Libros viscosos como pantanos en los cuales uno se hunde y clama en vano para que lo rescaten; libros secos, filudos, riscosos, que nos llenan de cicatrices; libros acolchados, de dunlopillo, donde damos botes y rebotes; libros-meteoro que nos transportan a regiones ignotas y nos permiten escuchar la música de las esferas; libros chatos y resbalosos donde patinamos y nos rompemos la crisma; libros inexpugnables en los que no podemos entrar ni por el centro, ni por delante, ni por detrás; libros tan claros que penetramos en ellos como en el aire y cuando volvemos la cara ya no existen; libros-larva que dejan escuchar su voz años después de haberlos leído; libros velludos y cojonudos que nos cuentan historias velludas y cojonudas; libros orquestales, sinfónicos, corales, pero que parecen dirigidos por el tambor mayor de la banda del pueblo; libros, libros, libros...