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NYPL. Schwarzman Building. Cinquena avinguda amb el carrer 42. |
...a principios de este año, el patronato de la biblioteca aprobó un ambicioso plan para transformarla. La idea –se dice– es vender los edificios que hoy albergan a la Mid-Manhattan Library y a la Science, Industry and Business Library y apretar ambas bibliotecas dentro del recinto de la Quinta Avenida, creando de ese modo una inmensa Central Library. Desde luego que para hacerle espacio a esas dos instituciones habría que modificar el edificio. Esta es la idea: demoler los siete pisos de estantes que desde hace 101 años sostienen la sala de lectura y enviar tres y medio de los cinco millones de libros que están ahí a una bodega en Princeton, Nueva Jersey. De llevarse a cabo el plan, al final no habría una sino dos bibliotecas: abajo, una biblioteca de préstamo diseñada por Norman Foster y bien pertrechada de cafés y sofás y computadoras; arriba, una biblioteca de investigación, con su sala de lectura intacta pero suspendida en el vacío, su acervo ya del otro lado del Hudson.
Para justificar el plan, el presidente del patronato, Tony Marx, ha deslizado un argumento económico: son tiempos de austeridad y la institución no puede darse ya el lujo de mantener aparte aquellas dos bibliotecas; además, los edificios que las contienen valen millones (alrededor de cien millones de dólares cada uno) y ese dinero podría ser empleado para reconstruir el Schwarzman Building, extender sus horas de operación y contratar más bibliotecarios. Por otro lado: son tiempos digitales y es hora de actualizar la biblioteca, ofrecer nuevos servicios, “reemplazar libros con personas”. Finalmente: no se corre peligro alguno. Que se relajen los conservacionistas: ni la fachada ni la sala de lectura del Schwarzman Building serán tocadas. Que se despreocupen los investigadores: los libros más consultados permanecerán en el sitio y los demás serán traídos de Princeton a Manhattan en no más de 24 horas.
Previsiblemente el anuncio de este plan desató, en un segundo, una encendida batalla. En mayo, más de setecientos escritores –entre ellos Mario Vargas Llosa, Salman Rushdie y Jonathan Lethem– firmaron una carta abierta en la que manifestaban su preocupación ante los cambios propuestos. También en mayo Charles Petersen publicó en la revista n+1 un extenso, documentadísimo ensayo contra el proyecto que nutrió otros muchos ensayos críticos y que terminó motivando un foro de discusión entre promotores y opositores en The New School. Entre los opositores hay quienes rechazan toda alteración del edificio, monumento histórico de la ciudad, y quienes advierten sobre los riesgos de apostarle de lleno a los libros digitales, sobre todo porque los soportes de hoy podrían no ser los de mañana y porque las leyes de derechos de autor obstaculizan por lo pronto, y quién sabe durante cuánto tiempo más, el libre acceso a ellos. Otro de los argumentos se ha escuchado ya en México: ¿para qué gastar millones en la creación de una megabiblioteca cuando lo más urgente es fortalecer las pequeñas y maltrechas bibliotecas de los barrios? El argumento principal, sin embargo, es que la fusión de las tres instituciones terminaría afectando a la biblioteca ya existente en la Quinta Avenida, una biblioteca de investigación, y de no préstamo, cuyo objetivo no es atender al lector ocasional que busca de vez en vez una o dos novelas sino a los investigadores que solicitan de golpe quince o veinte libros y se instalan todo el día en una de las mesas de trabajo...
[...] Se ha dicho que oponerse a la reconstrucción de la Biblioteca Pública de Nueva York supone adoptar una posición eminentemente conservadora. Al contrario: significa resistirse al desmantelamiento de una biblioteca de investigación, defender la existencia de espacios alternos, sostener que dentro de este mundo caben otros mundos.
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