Font: Lit Hub. A Brief Visual History of Virginia Woolf’s Book Covers.
Vestir un libro es un arte, no hay duda. Un volumen impreso se sitúa en la intersección de dos formas de expresión creativa. Cada cubierta implica la mano de un artista. Y esa unión, esa sintonía entre escritor y artista, me interesa mucho.Un ejemplo que me ha sorprendido siempre es la colaboración entre Virginia Woolf y su hermana, Vanessa Bell, quien diseñó una serie de cubiertas —ahora icónicas— para casi todas las primeras ediciones que Woolf publicó en Hogarth Press, en Inglaterra. Esta casa editorial independiente fue fundada en 1917 —justamente para publicar los libros de Woolf, de su marido, Leonard, y de sus amigos y conocidos—, libre de los mecanismos comerciales y protegida de la censura. Los libros fueron inicialmente impresos a mano. La prensa descansaba sobre la mesa del comedor de su casa.Las cubiertas de Bell son potentes, poco convencionales, modernistas. Expresan con perfección la esencia experimental de la obra de Woolf. Y aun así, Bell no solía leer los libros enteros. Woolf se los contaba, de manera que pudiera crear una imagen correspondiente. Bastaba un diálogo entre la autora y la artista. El crítico Stanford Patrick Rosenbaum define estas cubiertas como «ecos ópticos» del texto, citando una expresión de Henry James.
Como escritora busco, a menudo en vano, ese «eco óptico». A mí también me gustaría que la cubierta reflejara el sentido y el espíritu del libro. Me gustaría que, por lo menos una vez, la diseñara alguien que me conozca bien, que conozca a profundidad toda mi obra, que esté realmente interesado.
Nunca he hablado con los diseñadores de mis cubiertas. No los conozco, no participo. Veo el resultado terminado por correo electrónico: puedo aceptarlo o rechazarlo, quizá modificarlo un poco. Me pregunto si el artista habrá leído el libro o solo un capítulo —o quizá apenas unas páginas— antes de comenzar a diseñar. Me pregunto si el libro le habrá gustado. No me queda claro.
JHUMPA LAHIRI. El atuendo de los libros. Traducció de Jacobo Zanella. Gris tormenta, 2022. P. 43-45.
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