skip to main |
skip to sidebar
A los quince años leía mucho, un poco de todo, pero solo libros de bolsillo o libros que formaban parte de la biblioteca de mis padres. Ellos mismos, por lo que recuerdo, no compraban novelas que acababan de publicarse. Les parecía vulgar, y más aún los premios literarios. Sin embargo, compraron Un taxi malva, laureado por la Academia Francesa en 1973; mi madre me lo recomendó y se convirtió en mi libro preferido durante al menos dos temporadas. En él había brumas, una princesa caprichosa, una actriz de cine, un aventurero mitómano, una familia irlandesa cuyos primogénitos varones se transformaban en perros y, a modo de promesa para el futuro, «la inestimable sensación de vivir como un hombre libre». Luego descubrí Los poneys salvajes; para mí estas dos novelas supusieron la transición entre las lecturas de la adolescencia (Jules Verne y Alexandre Dumas, hacia quienes conservaré toda mi vida una gratitud llena de maravilla) y las de la edad adulta...
Emmanuel Carrère. «La voz de Déon». A: Conviene tener un sitio adonde ir. Traducción de Jaime Zulaika. Anagrama, 2017. P. 278.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada