dimarts, 19 de maig del 2020

anna karènina


Me acosté en la cama y puse una compresa caliente bajo la espalda. Tenía que quedarme veinte minutos inmóvil, extendí el brazo hacia el librero y el primer libro que alcancé fue Ana Karenina. No lo había leído, decidí hojear las primeras páginas mientras duraba el efecto de la compresa y cuando el calor se disipó, había leído más de cuarenta. Volví a poner el libro en su lugar. Me acordé de él hasta el otro día, cuando me apliqué otra compresa. Extendí la mano, abrí el libro y seguí leyendo. No tenía la intención de echarme semejante tabique, pero no quería quedarme mirando el techo y llegué a la página ochenta cuando se disipó el calor de la compresa. Devolví el libro a su lugar. Ochenta páginas eran un buen trozo para hacerme una idea del conjunto. Me dije que podría acometer las ochocientas setenta páginas del libro en un futuro no muy lejano, quizá dentro de unos meses. Tres días después me encontraba en la sala de espera del dentista y en los anaqueles de las revistas había un solo libro grueso: Ana Karenina. Lo agarré y reanudé la lectura en el punto en que la había interrumpido. Era otra traducción, con un estilo más rebuscado. El doctor me hizo esperar una hora y media, tiempo durante el cual avancé hasta la página 160. Dije avancé, porque yo no estaba leyendo Ana Karenina, sino echando las bases para leerlo en un futuro más o menos cercano. Al absorber cada página sólo estaba tanteando el terreno. Eso no quiere decir que las absorbiera de manera descuidada, sino que me contenía en cuanto a emociones y pensamientos. Me decía: «Aquí hay indignación», «Esto es para reírse», «Esto otro para conmoverse», pero no me indignaba, no reía ni me sentía conmovido, porque no lo estaba leyendo. Es verdad que a veces me dejaba llevar por los acontecimientos y tenía que decirme: «Calma, es sólo un ensayo». Se juntaron varios factores que hicieron que, en cosa de tres semanas, entre aplicaciones de compresas y visitas al dentista, llegué a la última página. Satisfecho, guardé el libro en su sitio. Me había hecho una idea muy sólida de él. Pronto lo leería.

Fabio Morábito. «Ana Karenina». A: El idioma materno. Sexto Piso, 2014. P. 43-44.

2 comentaris: