dijous, 20 de gener del 2022

el judici de nabokov (I)


Por su capacidad para relatar una historia con tanto suspense, con tantos rodeos, Dostoyevski era leído con avidez por los escolares de Rusia, junto con Fenimore Cooper, Víctor Hugo, Dickens y Turguéniev. Debía tener yo doce años cuando, hace cuarenta y cinco, leí Crimen y castigo por primera vez, y me pareció una obra poderosísima y emocionante. Lo volví a leer a los dieciocho años, en aquella época terrible de la guerra civil de Rusia, y me pareció pomposo, terriblemente sentimental y mal escrito. Lo leí con veintiocho años, cuando preparaba unas charlas sobre el escritor en universidades americanas. Sólo hace muy poco caí en la cuenta de cuál es el gran fallo del libro.

El fallo, la grieta, que en mi opinión hace que el edificio entero se desmorone ética y estéticamente, está en la décima parte, capítulo IV. Está al comienzo de la escena de redención en que Raskólnikov, el asesino, descubre a través de Sonia el Nuevo Testamento. Ella le ha estado leyendo cosas acerca de Jesús y la resurrección  de Lázaro. Hasta ahí todo va bien. Pero entonces encontramos esa frase singular que, en cuanto a pura estupidez, difícilmente tendrá parangón en la literatura mundialmente famosa: «La vela se estaba consumiendo, alumbrando vagamente en aquella mísera habitación al asesino y la prostituta que habían estado leyendo juntos el libro eterno». «El asesino y la prostituta» y «el libro eterno»: ¡vaya triángulo! Es ésta una frase crucial, de un corte retórico típicamente dostoyevskiano. Y ¿qué es lo que tiene de horrible? ¿Por qué es tan cruda y tan poco artística? 

A mi juicio, ni un verdadero artista ni un verdadero moralista —ni un buen cristiano ni un buen filósofo, ni un poeta ni un sociólogo— hubieran colocado codo con codo, de un plumazo, en un mismo arrebato de elocuencia falsa, a un asesino y, ¿quién más?, una pobre trotera, inclinando sus cabezas completamente distintas sobre ese santo libro. El Dios cristiano, tal como lo entienden los que creen en el Dios cristiano, ha perdonado a la prostituta hace diecinueve siglos. Con el asesino, por otra parte, lo que hay que hacer antes que nada es someterle a examen médico. Uno y otro están en niveles completamente distintos. El crimen inhumano y estúpido de Raskólnikov no se puede comparar ni remotamente con el trance de una muchacha que ofende a la dignidad humana vendiendo su cuerpo. El asesino y la prostituta leyendo el libro eterno; ¡qué majadería! No puede haber ningún vínculo retórico entre un asqueroso asesino y esa mujer desgraciada. No hay sino el vínculo convencional de la novela gótica y la novela sentimental. Esto es un truco literario despreciable, no una obra maestra de patetismo y compasión. Además, fíjense en la falta de proporción artística. Se nos ha mostrado el crimen de Raskólnikov con todos sus sórdidos detalles, y se nos ha dado, además, media docena de explicaciones diferentes de su proeza. Nunca se nos ha mostrado a Sonia en el ejercicio de su profesión. La situación es un cliché engrandecido. El pecado de la prostituta se da por sabido. Ahora bien, yo afirmo que el verdadero artista es la persona que jamás da nada por sabido...


Vladimir Nabokov. Curso de literatura rusa. Traducció de María Luisa Balseiro. RBA, 2010. P. 186-189.


4 comentaris:

  1. Exagera, trobo, per molt Nabòkov que sigui.

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    1. Sí que exagera, sí. Ja ho deia Borges, que Nabokov no es podia carregar tota l'obra per una escena, per molt tòpica que sigui.

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    2. «En el prefacio de una antología de la literatura rusa Vladimir Nabokov declaró que no había encontrado una sola página de Dostoievski digna de ser incluida. Esto quiere decir que Dostoievski no debe ser juzgado por cada página sino por la suma de páginas que componen el libro.»

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    3. És que Borges...

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